Elizabeth no pudo contener por más tiempo su impaciencia por contarle a Jane todo lo que había sucedido. Al fin decidió suprimir todo en lo que habría que referirse a su hermana, y poniéndola en antecedentes de la sorpresa, a la mañana siguiente le delató lo más importante de su escena con Darcy.
El gran cariño que jane sentía por Elizabeth disminuyó su asombro, pues todo lo que fuese admiración por ella le parecía absolutamente natural. Fueron otros sus sentimientos. Le dolía que Darcy se hubiese expresado de aquel modo tan poco adecuado para hacerse agradable, pero todavía le afligía pensar en la desdicha que la negativa de su hermana le había causado.
Fue un gran error el sentirse tan seguro del éxito- dijo-, y claro está que no debió delatarse, ¡pro figúrate lo mal que lo habrá pasado y lo mal que se sentirá ahora!
-Es cierto- repuso Elizabeth-, lo siento de veras por él; pero su orgullo es tan grande que no tardará en olvidarme. ¿Te parece mal que lo haya rechazado?
-¿Parecerme mal? De ningún modo.
-Pero no le habrá gustado que le haya hablado con tanto énfasis de Wickham.
-No sé si habrás hecho mal en hablarle como lo hiciste.
-pues lo vas a saber cuándo te haya contado lo que sucedió al día siguiente.
Entonces Elizabeth le habló de la carta, repitiéndole todo su contenido en lo que a George Wickham se refería. Fue un duro golpe para Jane. Habría dado la vuelta al mundo sin sospechar que en todo el género humano pudiese caber tana perversidad como la que encerraba aquel único individuo. Ni siquiera la justificación de Darcy, por muy grata que le resultara, bastaba para consolarla de semejante revelación. Intentó con todas sus fuerzas sostener que podía haber algún error, tratando de defender al uno sin culpar al otro.
-No te servirá de nada- dijo Elizabeth-; nunca podrás decir que los dos son buenos. Elige como quieras, pero o te quedas con uno o con otro. Entre los no reúnen más que una cantidad de méritos justos para un solo hombre decente. Ya nos hemos engañado bastante últimamente. Por mi parte, me inclino a creer todo lo que dice Darcy; tú verás lo que decides.
Pasó mucho rato antes de que Jane pudiese sonreír.
-No sé qué me ha sorprendido más- dijo al fin- ¡Que Wickham sea tan malvado! ¡Casi no puede creerse! ¡Y el pobre Darcy! Querida Elizabeth, piensa solo en lo que habrá sufrido. ¡Qué decepción! ¡Y encima contarle la mala opinión que tenias de él! ¡Y tener que contar tales cosas de su hermana! Es verdaderamente espantoso. ¿No te parece?
-¡Oh, no! Se me ha quitado toda la pena y la compasión al ver que tu lo sientes por las dos. Sé que, con que tú le hagas justicia basta. Sé que puedo estar cada vez más despreocupada e indiferente. Tu profusión de lamentos me salva. Y si sigues compadeciéndote de él mucho tiempo, mi corazón se hará tan insensible como una roca.
-¡Pobre Wickham parece tan sincero, tan franco!
-Sí, es cierto, debió de haber una mala dirección en la educación de estos dos jóvenes; uno acaparó toda la bondad y el otro todas las buenas apariencias.
-Yo nunca consideré que las apariencias de Darcy eran tan malas como tú decías.
-Pues ya ves, yo me tomaba como muy lista cuando lo tomaba por antipático, sin ningún motivo. Sentir ese tipo de antipatía es como un estímulo para la inteligencia, es como pun rasgo de ingenio. Se puede estar hablando mal continuamente de una persona sin dar ninguna vez en el clavo.
-Estoy segura, Elizabeth, de que al leer la carta de Darcy, por primera vez no pensaste así.
-No habría podido, es cierto. Estaba tan molesta, o, mejor dicho, tan triste. Y lo peor de todo era que no tenía a quien confiar mi pensar ¡No tener a nadie a quien confiar lo que sentía, ninguna Jane que me consolara y me dijera que no había sido tan frágil, tan insensata y tan vana como yo me creía! ¡Qué falta me hiciste!
-¡Haber atacado a Darcy de ese modo por defender a Wickham y pensar ahora que no lo merecía!
-Es cierto, pero estaba amargada por los prejuicios que había alimentado. Necesito que me aconsejes una cosa. ¿Debo o no debo divulgar lo que he sabido de Wickham?
Jane meditó un rato y luego dijo:
-Creo que no hay por qué ponerle en tan mal lugar. ¿Tú qué opinas?
-Que tienes razón. Darcy no me ha autorizado para que difunda lo que me ha revelado. Al contrario, me ha dado a entender que debo guardar la mayor reserva posible sobre el asunto de su hermana. Y, por otra parte, aunque quisiera abrirle los ojos a la gente sobre su conducta en las demás cosas, ¿quién me iba a creer? El prejuicio en contra de Darcy es tan fuerte que la mitad de las buenas gentes de Meryton morirían antes de tener que ponerle en potestad. No sirvo para eso. Wickham se irá pronto, y es mejor que me calle. Dentro de algún tiempo se descubrirá todo y entonces podremos reírnos de la necedad de la gente por no haberlo sabido antes. Pero ahora no diré nada.
-Me parece muy bien. Si propagases sus defectos podrías arruinarle para siempre. A lo mejor se arrepiente de lo que hizo y quiere enmendarse. No debemos empujarle a la desesperación.
El tumulto de la mente de Elizabeth se calmó con esta conversación. Había descargado uno de los dos secretos que durante días habían pesado sobre su alma, y sabía que Jane la escucharía siempre de buen grado cuando quisiese hablar de ello. Pero todavía ocultaba algo que la prudencia le impedía revelar. No se atrevía a descubrir a su hermana la otra mitad de la carta de Darcy, ni decirle con cuánta sinceridad había sido amada por su amigo. Era un secreto suyo que con nadie podía compartir, y sabía que solo un acuerdo entre Jane y Bingley justificaría su confesión. "Y aún entonces- se decía- solo podría contarle lo que el mismo Bingley creyese conveniente participarle. No tendré libertad para liberar este secreto hasta que haya perdido todo su valor".
Como estaba todo el día en casa, tenía ocasión de estudiar el verdadero estado de ánimo de su hermana. Jane no era feliz, todavía quería a Bingley tiernamente. Nunca, hasta entonces había estado enamorada, y su cariño tenía todo el fuego de su primer amor, pero su edad y su carácter le daban una firmeza que no suelen tener los amantes primeros. No podía pensar más que en Bingley, y se requería todo su buen sentido y su atención a su familia para moderar aquellos recuerdos que podían acabar con su salud y con la tranquilidad de los que la rodean.
-Bueno, Elizabeth- dijo un día la señora Bennet-, dime cuáles ahora tu opinión sobre el triste estado de Jane. Yo estoy decidida a no volver a hablar de ello. Así se lo dije el otro día a mi hermana Phillips. Pero no puedo creer que Jane no haya visto a Bingley en Londres. Realmente es un desalmado y no creo que haya la menor probabilidad de que lo consiga. No se habla de que vaya a volver a Netherfield este verano, y eso que he preguntado a todos los que pueden estar interesados.
-No creo que vuelva más a Netherfield.
-Muy bien, vale más así, ni falta que hace. Aunque yo siempre diré que se ha portado terriblemente con mi hija. Mi único consuelo es que Jane morirá del corazón y entonces Bingley se arrepentirá de lo que le ha hecho.
Pero Elizabeth, que no podía consolarse con esas esperanzas, se quedó callada.
-Dime- continuó la madre- ¿Viven muy bien los Collins, verdad? Bien, bien, espero que les dure mucho tiempo. ¿Y qué tal comen? Estoy segura de que Charlotte es una excelente administradora. Si es la mitad de aguda que su madre, ahorrará muchísimo. No creo que hagan muchos excesos.
-No, en absoluto.
-De ella depende la buena administración. Ya, .ya; se cuidarán mucho de derrochar su dinero. Nunca tendrán apuros de dinero. ¡Que le aproveche! Y me figuro que hablarán a menudo de adquirir Longbourn cuando muera tu padre, y que ya lo considerarán suyo en cuanto eso suceda.
-Nunca mencionaron ese tema delante de mí.
-Claro; no habrías estado bien; pero no me cabe la menor duda de que lo hablan muchas veces entre ellos. Bueno, si se contentan con una posesión que legalmente no es suya, allá ellos. A mí me avergonzaría.
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Orgullo y Prejuicio Jane Austen
RomanceLas señoritas Bennet son cinco hermanas de una familia muy respetada de Hertfordshire, asisten a bailes y conviven con sus amigos del pueblo, pero su vida cambia cuando llega un apuesto caballero, y, tras un baile, los sentimientos comienzan a emer...