Cuento De Navidad

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 "Los personajes y hechos relatados en esta historia son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia".

¡Que disfrutes la lectura!

Sinopsis

Alex era una mujer adinerada. Había construido su tienda departamental con mucho esfuerzo, dedicación y tacañería. Esta era una de las causas principales por las que odiaba la navidad. Odiaba hacer donativos a las caridades y orfanatos, odiada pagar aguinaldos y más aún pagar vacaciones. ¿Quién paga para que no trabajen? Ella pensaba que las fiestas navideñas solo servían para quitarle fácilmente un poco de lo mucho que le había costado conseguir con el sudor de su frente.

Y la otra causa principal por la que odiaba la navidad era la familia. Ella no tenía padres, hermanos, amigos ni un novio, estaba sola y envidiaba a las personas que si tenían con quién pasar esas fechas tan especiales.

Sin embargo, todo cambió la noche del veinticuatro de diciembre, cuando Alex, después de las ocho de la noche, recibió la visita de tres grandes y mágicos espíritus navideños.

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Alex se encontraba de camino a su tienda departamental, era veintitrés de diciembre y aunque la nieve caía con abundancia, las calles estaban abarrotadas de gente, tanto de personas pidiendo caridad para los necesitados como de personas haciendo fila, ansiosas de que las tiendas abrieran las puertas para comprar sus obsequios de navidad.

Alex pasó al lado de un coro de villancicos y estos comenzaron a cantar Adeste Fideles con gran entusiasmo mientras le agitaban un cuenco en el que estaban recogiendo el dinero.

Ella les brindó una mirada tan cargada de desprecio que inmediatamente los del coro se callaron temerosos de recibir alguna maldición.

Alex continuó su caminata, hacía mucho frío, pero ella no iba a pagar un taxi, era un gasto innecesario, es cierto que hacía frío pero el ejercicio era bueno para mantener el cuerpo sano.

Pasó al lado de un hombre vestido de Santa Claus y este le saludo con cordialidad.

­—Jo, jo, jo. ¡Buenos días y feliz navidad! ¿Desea hacer una donación al orfanato de la ciudad? —le preguntó con entusiasmo.

—¿Feliz navidad? ¡Bah! ¡Tonterías! —respondió ella mirándolo molesta.

El hombre la miró con impresión, jamás pensó que una jovencita de su edad reaccionaría así a la navidad.

—¿El estado no cobra ya suficientes impuestos para hacer caridades a lugares como esos? ­­—cuestionó ella perspicaz.

—Si, pero no es suficiente para alimentar a todos los niños ­—respondió el hombre con pesar— Ellos también merecen una navidad —le explicó, intentando alivianar su corazón.

—Bueno y si no alcanza el dinero para alimentarlos a todos. ¿Por qué no encierran a los delincuentes en las cárceles? Hay muchos niños que roban y más en estas temporadas.

—Señorita, esos niños roban porque no tienen como alimentarse, es por eso por lo que el orfanato los acoge para que tenga un hogar y estudios básicos hasta que cumplan la mayoría de edad.

—¿Y de qué sirve eso? ¡Siempre van a ser unos escuincles mal agradecidos! ¡A veces creo que sería mejor que murieran, así no habría sobrepoblación! —espetó con rabia.

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