Capitulo 2

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-Yo te ayudo con eso -dijo Beru educadamente, acercándose a Shmi, que estaba preparando la cena.

Cliegg y Owen estaban fuera, cerrando el perímetro del complejo, asegurando la granja para la inminente noche, una noche que anunciaba una tormenta de polvo.

Shmi le entregó un cuchillo a Beru, sonriendo con calidez, contenta de que esa joven llegara a ser un miembro de su familia. Owen todavía no había hablado de casarse con Beru pero Shmi lo adivinaba por la forma en que se miraban. Sólo era cuestión de tiempo, y no sería mucho, o no conocía a su hijastro. Owen no era un muchacho aventurero, y de carácter tan estable como el suelo que pisaba, pero cuando sabía lo que quería, iba a por ello sin pensar en otra cosa.

Beru también era así, y resultaba evidente que amaba a Owen con la misma intensidad que él a ella. Su carácter era el ideal para la esposa de un granjero de humedad, pensó, observando cómo se ocupaba metódicamente de los trabajos de la cocina. Nunca se evadía de sus deberes, era muy capaz y diligente.

Y no espera mucho, o no necesita mucho para ser feliz, pensó Shmi, pues la verdad es que era en eso en donde radicaba todo. Su existencia en ese sitio era sencilla, y vulgar. Había pocas aventuras, y éstas no eran bienvenidas, pues cualquier excitación implicaba que había guerreros tusken en la región, que se avecinaba una gigantesca tormenta de arena, o cualquier otro fenómeno atmosférico potencialmente devastador.

No, la familia Lars sólo requería cosas muy sencillas para divertirse y sentirse satisfecha, y entre ellas destacaba la compañía de los demás. Esa era la única forma de vivir que había conocido Cliegg, una forma de vida que se remontaba a varias generaciones de la familia Lars. Igual sucedía con Owen. Y Beru, pese a haberse criado en Mos Eisley, parecía encajar en ella.

Sí, Owen se casaría con ella, Shmi lo sabía, ¡como sabía que ése sería un día feliz!

Los dos hombres volvieron poco después acompañados de C-3PO, el droide de protocolo que construyó Anakin en los días en que rebuscaba entre la chatarra de Watto.

-Dos tangaroot más para usted, señora Shmi -dijo el delgado droide, entregándole un par de vegetales verdoso-anaranjados recién arrancados-. Habría traído más, pero se me dijo, y de forma no muy cortés, que debía apresurarme.

Shmi miró a Cliegg, y éste respondió con una sonrisa y un encogimiento de hombros.

-Supongo que podríamos haberlo dejado fuera para que lo limpiara la tormenta de arena. Seguro que alguno de los guijarros más grandes le arrancaba uno o dos circuitos.

-Le ruego me disculpe, amo Cliegg -dijo 3PO-. Yo sólo quería decir...

-Sabemos lo que querías decir. 3PO -aseguró Shmi al droide, posando una mano consoladora en su hombro, antes de retirarla rápidamente, pensando que era un gesto muy tonto para ofrecérselo a una caja de cables ambulante.

Por supuesto, C-3PO era mucho más que una caja de cables para Shmi Skywalker Lars. Anakin había construido ese droide... o casi. Cuando Anakin se fue con los Jedi. 3PO era completamente funcional, pero estaba sin cubrir, con los cables al aire. Shmi lo había dejado así durante mucho tiempo, fantaseando con que un día Anakin volvería para completar su trabajo. Sólo tras casarse con Cliegg se animó a acabar el droide, añadiendo la sosa carcasa de metal. Había sido un momento conmovedor para Shmi, la aceptación de que ella estaba donde debía estar y que Anakin estaba donde debía estar. A veces, el droide de protocolo podía resultar irritante, pero para Shmi seguía siendo un recordatorio de su hijo.

-Claro que, de haber tusken en las cercanías, seguro que lo ponían a cubierto antes de que estallara la tormenta -continuó Cliegg, que era obvio que disfrutaba metiéndose con el pobre droide-. No te darán miedo los guerreros tusken, ¿eh, 3PO?

Star Wars: El Ataque De Los ClonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora