Capitulo 9

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Anakin guardaba silencio en la cámara del Consejo Jedi, ro­deado por los Maestros de la Orden. A su lado estaba Obi-Wan, su Maestro, pero no uno de los Maestros. Al igual que la mayoría de los diez mil Jedi que existían, Obi-Wan era un Caballero, pero los pocos selectos que se sentaban en esa sala eran Maestros, los miembros de posición más elevada dentro de la Orden. Anakin nunca se había senti­do cómodo en tan estimable compañía. Sabía que más de la mitad de los Maestros Jedi allí sentados habían expresado serias dudas sobre su ingreso en la Orden, a la avanzada edad de diez años. Sabía que algu­nos de ellos seguían teniendo esas dudas, por mucho que Yoda hubiera decidido la votación, permitiéndole aprender bajo la tutela de Obi-Wan.

—A ese cazador de recompensas encontrar debes, Obi-Wan —dijo el Maestro Yoda, mientras los demás se pasaban unos a otros el dardo tóxico.

—Y, lo que es más importante, descubrir para quién trabaja —aña­dió Mace Windu.

— ¿Qué sucederá con la senadora Amidala? —preguntó Obi-Wan—. Necesitará protección.

Anakin, anticipándose a lo que podría decirse a continuación, se irguió cuando Yoda posó en él la mirada.

—Esa labor de tu padawan será.

Anakin sintió que el corazón le daba un brinco en el pecho al oír la declaración de Yoda, tanto por la confianza que obviamente se deposi­taba en él, como por ser una misión con la que sabía que disfrutaría.

—Anakin, escolta a la senadora de vuelta a su planeta natal de Naboo —añadió Mace—. Allí estará más a salvo. Y no uséis un trans­porte registrado. Viajad como refugiados.

Anakin asintió mientras se le explicaba la misión, pero enseguida supo que su cumplimiento entrañaría unos cuantos obstáculos.

—Como líder de la oposición al Acta de Creación Militar, será muy difícil convencer a la senadora Amidala para que deje la capital.

—Hasta que ese asesino cogido sea, nuestro juicio deberá respetar —replicó Yoda.

—Pero sé lo mucho que le importa esa votación, Maestro —repli­co Anakin, asintiendo—. Le importa más ganar esa votación que...

—Anakin —le interrumpió Mace—, acude al Senado y pide al Canciller Palpatine que hable con ella.

El tono de su voz dejaba muy claro que ya habían dedicado tiempo suficiente a ese tema. El Caballero Jedi y su padawan tenían sus misio­nes, y Yoda les hizo salir con un asentimiento de la cabeza.

Anakin empezó a decir algo más, pero Obi-Wan le cogió del brazo casi de inmediato, y lo guió fuera de la sala.

—Yo sólo iba a explicar lo mucho que le importa a Padmé esa vota­ción —dijo Anakin una vez salieron los dos.

—Dejaste muy claros cuáles eran los sentimientos de la senadora Amidala. Por eso, el Maestro Windu te pidió que hicieras intervenir al Canciller.

Los dos caminaron pasillo abajo, Anakin conteniendo cualquier pregunta que acudía a sus labios.

—El Consejo Jedi lo comprende, Anakin —remarcó Obi-Wan.

—Sí, Maestro.

—Debes confiar en ellos, Anakin.

—Sí, Maestro.

Su respuesta fue automática. Su mente ya había dejado atrás ese tema. Sabía que no sería fácil convencer a Padmé para que dejara el planeta antes de la votación, pero la verdad es que eso apenas le impor­taba. Lo importante era que estaría a su lado, velando por ella. Con Obi-Wan buscando al cazador de recompensas, Padmé sería su única responsabilidad, y eso no era poco importante para Anakin.

Star Wars: El Ataque De Los ClonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora