5. Resistencia.

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No entendía la razón de haber caminado hasta ese lugar. Sus pies habían actuado por cuenta propia y mientras él estaba dormido en sus pensamientos, ya estaba caminando hasta llegar a aquel lugar que pensaba no volver a visitar. Adam levantó la vista hasta la puerta de madera de aquella pequeña casa, reconocía cada aspecto, pero seguía quieto, sin moverse ni atreverse a tocar el timbre. Porque no entendía cómo sus pies lo traicionaron  de aquella manera al llevarlo hasta esa casa.

Su mala suerte jugó contra él cuando estaba por retroceder, porque la puerta se abrió en ese momento y él volvió a congelarse.

Habían pasado dos semanas desde la última vez que vio a Luka y todavía no entendía la razón de su lobo por llorar cada noche, como si hubiese perdido algo. Incluso el aroma de Krista dejó de ser reconfortante.

No lo buscó, ni siquiera pensó en él,  porque le importaba poco, no creía que el lamento de su lobo era por causa de un ladronzuelo al que le alegraba no volver a ver. Adam no planeaba buscarlo, no quería tener más que ver con los guepardos. Ya había aprendido lo suficiente de ellos como para saber que no son de fiar y que lo único que causan son problemas.

Cuando sus ojos chocaron con los de Luis supo que ya no tenía escapatoria, había sido descubierto y Adam solo sonrió y alzó la mano como un saludo, intentando reprimir las ganas de salir corriendo para evitar un nuevo robo.

—Señor —Luis se notaba más serio. Tenía un rubor en las mejillas, en sus ojos parecía haber madurado un poco más desde la última vez que lo vio. Aunque esa noche lo último que vio fueron sus ojos—. ¿Qué hace aquí? —El pequeño seguía igual de flacucho, sus ojos celestes ya tenían un poco de experiencia en la vida. Le sorprendió lo que podía ocurrir en dos semanas—, ¿mi hermano volvió a meterse en problemas?

Adam negó, sus pasos haciéndose más grandes a medida que se acercaba a Luis. El muchacho parecía más avergonzado que antes, porque bajó la mirada en cuanto estuvo frente a él y pudo ver un leve temblor en las manos, incluso sus orejas estaban cubiertas en rubor. Le alegraba que no haya cambiado tanto en tan poco tiempo.

—La verdad, no tengo idea de lo que hago aquí —Sonrió de una manera que pareció calmar al guepardo, porque elevó la vista y le devolvió el gesto—. Salí a caminar y aparecí acá, solo eso.

Y era verdad porque Adam aquella mañana solo salió a caminar. Olvidó su auto y empezó a ir sin rumbo pensando en cómo quebrar el hielo que se había instalado en su relación con Krista. Porque no podía dejarla, le quedaba más que claro que ella era perfecta para estar a su lado cuando sea promovido de hijo de alfa a solo alfa. Krista lo complementaba de una manera singular y fue aquello lo que hizo que la viera como más que amiga hace tiempo. Solo que ahora no estaba seguro de ello, no cuando la vio más cercana a Nick y como evitaba su mirada.

—¿Quiere pasar? —preguntó Louis, amable como siempre— mi hermano está dormido así que no creo que sea molesto con usted.

No entendía la razón de haber llegado a aquella casa y mucho menos del porqué entró, cuando sabía que lo único que obtendría serían problemas, pero ahí estaba, en aquella sala pequeña que estaba unida a la cocina y que solo contaba con un sillón y un televisor de buena calidad. Incluso había una cerveza en la mesa y ahora se pregunta el origen de ella. Una razón para distraer su mente de aquel aroma que hace mucho no percibía.

—¿Quiere algo de tomar? —No importaba cuánto tiempo pasara, a Adam le agradaba la bondad que llevaba Luis. Completamente diferente a su hermano— hay cerveza en…

—Está bien.

Luis le sonrió y caminó hasta la cocina para buscar la bebida fría. Por su lado, Adam seguía sentado en el sillón, completamente quieto preguntándose ¿Qué hacía ahí? Porque ese no era su hogar y mucho menos el de un amigo. Iba a pararse e irse, pero la puerta de una habitación le recalcó que seguía teniendo mala suerte y que ese día en particular le estaba jugando una mala pasada.

Flesh (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora