8. Polvo

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El lugar era polvoriento.

Cuando los neumáticos del auto de Adam frenaron frente a una cabaña, entonces el polvo se alzó en el lugar. Tuvieron que esperar algunos segundos antes de poder salir del carro.

Los felinos podían adaptarse a cualquier entorno. Ellos podían simplemente aprender a cazar en la selva incluso si fue criado en la ciudad. Sobreviven por su cuenta, cazan por las noches. Pueden vivir en un pantano con mucha tranquilidad,  pero, lo que ellos nunca lograrían era acostumbrarse a la suciedad. Debían mantenerse siempre limpios, Luka no se alejaba de aquel hecho, odiaba el polvo colándose en las hebras de su cabello y sus manos sintiendo áspero por las partículas de polvo que se colaban en su ropa.

No le sorprendía que los lobos vivieran en aquel lugar. Para él, eran sucios, la mayoría de los chuchos podían vivir sin bañarse durante varios días, cuando a él eso le enfermaría en un minuto. No era delicado, no significaba que lloraría por un poco de barro en sus zapatos. No. Él simplemente buscaría un baño en aquella cabaña de madera y troncos y en ese lugar se asearía con tranquilidad.

Su hermano fue con él, Luis estaba preocupado cuando le llamó, y prácticamente lloró al ver la mordida en su cuello, eso y un “mamá va a matarte” por eso le acompañó;  y también porque no quería separarse de Luka, no cuando eran hermanos y eran lo único que les quedaba. Además, Ross podría llegar a  casa y apropiárse de ella sin que Luis dijera algo. Su falta de confianza y seguridad haría que perdieran las cosas en segundos. Sus pertenencias estaban más seguras bajo llave y con el constante acecho de su vecino.

Adam sostenía su mano, no lo hacía porque quería, sino porque sabía que si lo soltaba entonces Luka correría por el bosque y nadie podría detenerlo. Solo por eso, mantenía su agarre firme.

La puerta de aquella enorme cabaña se abrió. Luis se apretó junto a él por el miedo de aquel aroma a lobo que estaba en todas partes. Los pasos resonaron y finalmente pudieron ver a una figura femenina que se acercaba a ellos. Luka la identificó como la madre de Adam, eran un poco similares, su tono de cabello era el mismo, aunque el color de ojos era un poco más claro que el hombre que lo observaba a lado de la mujer.

Entre ellos una pequeña cabeza blanca se notaba. Lo primero que se le vino a la cabeza a Luka fue el excesivo uso del blanco en aquella familia. Todos tenían el cabello blanco tirando al plata y sus ojos variaban entre el dorado y el negro. Incluso la menor poseía aquello, haciéndola lucir anciana cuando a penas y debía tener quince años. Luka no quería acercarse. Sabía que si se unía a ellos sería un punto naranja en toda la nieve que ellos parecían.

La mujer le sonrió, amable, usaba un traje blanco con unos tacos blancos, sorprendentemente la saturación de ese tono a ella le sentaba bien. Hacía que sus ojos café resaltaran. Ella corrió a abrazar a su hijo, con el piqueteo de sus tacos en la madera  bajó las gradas con velocidad hasta estrechar a Adam entre sus dos largos y delgados brazos. La mujer expulsaba refinamiento por todas partes, por eso se sintió miserable cuando la mirada negra se fijó en él, como si estudiara su cuerpo y vestimenta, mirada fija y fría.

—¿Amigos nuevos? —Ni ella se creía la pregunta. Su mirada era de odio puro, pero quizá solo Luka lo notaba o estaba alucinando— Krista me contó que son felinos, nunca había visto uno.

Con la mirada de la mujer bastaba para saber que Luka no le agradaba. Ni siquiera un poco.

—Buenos días —Luis eran tan patéticamente amable y cortés que saludó con una sonrisa. Ignorando la mirada de odio que la mujer le daba.

No, Luka no iba a soportar eso.

Luka se dio la vuelta e intentó correr hacia el bosque. Quizá le dolería porque los lazos con Adam estaban creándose poco a poco, pero no le importaba. Prefería tomar su forma animal y salir corriendo, su animal también lo quería. De una forma inusual la mujer le ponía incómodo, en varias maneras. Luka nunca había visto a una madre amorosa, ni siquiera conoció a una. Su madre tan solo le decía lo que debía y no debía hacer y si él desobedecía entonces se las tenía que arreglar solo.

Flesh (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora