Capítulo 17| El beso

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—Corran—ella grita, y veo el por qué debemos correr con más precisión, una pared altísima de niebla se aproxima hacía nosotros en casi todas las direcciones.

Luego de aquel grito desgarrador de Katniss Everdeen todo parece suceder con demasiada prisa, y con certeza sólo logro procesar el hecho de que el contacto de las diminutas gotas de niebla arden en mi piel como fuego, debo retroceder de inmediato.

Finnick levanta a Mags  sobre su espalda, y lidera la marcha cuesta abajo, Katniss y yo lo seguimos ayudando a Peeta a mantener el ritmo. Tenemos la niebla ácida pegada literalmente a nuestros talones.

Peeta aún sigue débil por el choque eléctrico con el campo de fuerza, es lento y sus pies se enredan entre la maleza, por lo cual llegamos a caernos más de dos veces. Todo está demasiado oscuro, y gotas de vapor del gas se escapan y chocan contra nuestra piel, el dolor es tan intenso que mi primer impulso es dejar a Katniss sola con Peeta y correr por mi cuenta, sin embargo, tampoco soy capaz de abandonarlos.

—Pisa dónde yo piso—señala Katniss, y eso parece ayudar a ligerar la marcha. Peeta gana un poco más de equilibrio y avanzamos más deprisa, aunque no lo suficiente para tomar un descanso. Tengo la piel expuesta llena de ampollas.

El aire está inundado del aroma que desprende la niebla y es tan ácido que por dentro siento que mis pulmones empiezan a quemarse.

—¡Rápido!—grita Finnick adelante. Su voz sirve para orientarnos.

Peeta vuelve a tropezar y tira de Katniss y yo detrás de él, esta vez no logro ser capaz de ayudarlo a incorporarse.

Mis manos tiemblan sin control alguno, mi cuerpo entero tiembla. Veo que Katniss está igual que yo, la niebla no solo quema, también debe entorpecer los nervios.

—¡Venga, Peeta!—grito, él tiene la mitad de los músculos del rostro hundidos. Me llena de pavor verlo así, y la niebla ya nos ha alcanzado completamente.

Logramos levantar a Peeta, pero ahora resulta demasiado pesado para sostenerlo entre Katniss y yo.

Cinco metros más y dejo de sentir mis piernas, y volvemos a caer, arrastro a todos contra la maleza, empiezo a gritar de terror al sentir que mi cuerpo entero se queda paralizado.

—Así no podemos—escucho la voz de Finnick—. Tengo que llevarlo yo.

Katniss tira de mi una vez más y estoy de pies.

—Nosotras llevaremos a Mags—anuncia con firmeza Katniss, todos parecen estar de acuerdo. A mí se me parte el corazón, puede que Mags no pese mucho, pero Katniss es tan pequeña como yo y ambas no somos capaces de controlar nuestras extremidades.

—¡No puedo hacerlo!—grito a unos cuantos metros de la niebla, tengo el cuerpo entero entumecido. Katniss tropieza y cae, Finnick tiene que devolverse a nosotras.

—¿No puedes llevarlos a los dos?—pregunta Katniss. Eso es imposible, incluso para alguien cómo Finnick.

—Lo siento, Mags, no puedo hacerlo—me disculpo con la anciana.

Lo que sucede a continuación pasa tan deprisa que no soy capaz de impedirlo y además me siento muy confundida, Mags se levanta, le da un beso en los labios a Finnick y se aleja cojeando hacía la niebla.

El cañón suena de inmediato, está muerta.

¿Lo está? Eso no tiene sentido.

Doy un paso hacía ella, conmocionada, pero Katniss tira de mi mano para detenerme.

—¿Finnick?—digo, y veo que él ya le ha dado la espalda a la escena y se aleja de la niebla venenosa con Peeta encima.

Katniss y yo los seguimos.

The Red Queen- Finnick Odair| The Hunger Games|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora