Capítulo 12| Aliados

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Son cerca de las diez de la mañana cuando bajo al salón de entrenamientos, con Enzo muy silencioso acompañándome.

—¿Buscaremos aliados?—pregunto.

Los aliados son fundamentales sí quieres sobrevivir, así que no entiendo porque he aceptado las estrategias de juego de Zachary y Enzo sí mi plan es morir. Me estoy tomando demasiadas molestias en algo que ya he decidido, no volveré de la Arena.

Pero supongo que debo seguirles la corriente, no quiero que descubran mis suicidas intenciones.

—Sí queremos sobrevivir, necesitamos aliados—responde en voz baja; la voz baja en Enzo denota inseguridad en lo que dice.

El problema de las alianzas es que eventualmente se disuelven, y todos se vuelven en contra de todos, y terminas matando a quiénes confiabas, o peor, asesinado. En la arena las alianzas son inestables, y el rumbo es propenso a cambiar de forma inesperada en cualquier instante.

En lo que a mí respecta antes de los juegos, en mi opinión muy íntima, no creía en las ventajas de aliarse con cualquier otra persona en la Arena, al fin y al cabo, el Vencedor es sólo uno, pero resultó conveniente tener un compañero.

—Sonríe un poco a quiénes te agraden—sugiere Enzo—. Sé que prefieres jugar el juego sola, y aunque no lo creas, yo igual, pero esto es diferente, porque esas personas son todas expertas, de una u otra forma. No es momento de utilizar la fuerza, sino la astucia.

Me siento muy nerviosa entonces.

Enzo ganó sus Juegos debido a su inteligencia, y yo, gracias a que tengo un rostro deslumbrante y un poco de habilidad para dominar una espada, la astucia nunca ha sido mi fuerte, ni siquiera cuando debía hacerlo en la escuela con las cosas que nos enseñaban sobre la industria del Distrito.

El salón de entrenamientos está casi vacío, jamás lo había visto tan vacío.

—¿Dónde están los demás Tributos?—pregunto bajito a mi compañero.

—Dormidos, lo más probable.

Yo no podría dormir tanto sabiendo qué voy a morir.

Este año el Capitolio ha implementado un sistema de hologramas para darle un toque más realístico a los combates. Me deja impresionada todo.

—¿Podrías dejar de seguirme?—cuestiono en dirección a Enzo que va detrás de mí, y avanza con cada paso que doy.

—Revisaré el puesto de plantas comestibles—dice, dándose la vuelta rápidamente en dirección contraria. Sus mejillas arden cómo un tomate mientras se aleja.

Paseo la mirada por el salón, todo está casi vacío.

En mis Juegos nada de lo que aprendí en algunos puestos me fue muy útil, en el de plantas comestibles, o en la fabricación de nudos, en la Arena ni siquiera reconocí un sólo árbol, por lo cual, este año no pienso visitarlos ni por accidente. Además, cerca se encuentra el balcón desde donde nos observan los Vigilantes, y aunque ahora está vacío, pronto llegarán y tendré que ver a Markus Lee.

Debo enfocarme en lo que si deberé hacer en los Juegos, sostener una espada.

Me dirijo a la galería de armas, y rebusco con la mirada hasta que encuentro mi precioso objetivo.

Las espadas del Capitolio no son tan largas, poseen hoja de doble filo, y son muy livianas.

—Oh, la Reina Roja y su objeto de sádica obsesión enfermiza—suelta Johanna Mason, tan desdeñosa como siempre. Está parada junto a mí, y veo que todo su conjunto de entrenamiento es negro, el mío es vino tinto. No había caído en cuenta, pero todos van de negro, incluso Enzo en el ascensor junto a mí. Al parecer Johanna también ha hecho la misma observación que yo—. Tu estilista todo lo que te quiere poner es desastroso.

The Red Queen- Finnick Odair| The Hunger Games|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora