Capítulo 2| Demasiado blanco, demasiado rojo.

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Mansión Presidencial,
Capitolio.

—Es un gusto volver a verte, Alyssa—pronuncian los labios venenosos de la persona que más odio, el presidente Coriolanus Snow—. Aunque lamento mucho que sea en circunstancias cómo estas.

Los ojos del presidente recorren mi cuerpo lentamente, y una sonrisa maligna se instala en sus labios al volver nuevamente a mi rostro.

He pasado por esto muchas veces antes, pero tengo que admitir que nunca antes había sentido tanto miedo. Todo en el estudio del presidente es demasiado blanco.

—Tu hermano vivirá—dice, sonriente.

—Y yo seré ejecutada—mi voz suena demasiado inocente e infantil sí estoy atrapada en la misma habitación que él— . Es por eso que me han traído al Capitolio, ¿no es así? Mi ejecución la hará pública, seré el ejemplo con el que les dará miedo a los otros Vencedores de rebelarse contra usted.

—Querida, si te mato de esa forma la gente del Capitolio demandaría por mi cabeza en bandeja de plata. Te adoran, Alyssa, al fin y al cabo eres su Reina Roja—me responde, apartando las hojas llenas de inscripciones de su escritorio—. Solía pensar que eras una chica muy inteligente, pero lo que sucedió hoy me demuestra que quizás me he equivocado. Desafiarme de esa forma ante todo una plaza llena de civiles, desautorizar Agentes de la paz con ordenes directas mías no fue una jugada muy astuta.

—Mi hermano iba a morir—susurro—. Sólo quería evitarlo—intento explicar—. Él es mi familia, por favor, no le haga daño—suplico.

—No lo haré—me asegura, y suena convincente a pesar de que seguramente miente—.Tu hermano, al igual que tus padres son mi única forma de mantenerte obediente. Son mis armas contra ti.

Snow usa a mi propia familia para manipularme. Hijo de perra.

—Tú seguirás haciendo lo que yo te pida.

—¿Y sí me niego?—pregunto, a pesar de que ya sé la respuesta.

—Pues entonces morirán.

—Acaba de decir que sin ellos, no podrá forzarme a obedecerlo.

—Por cada acto de desobediencia perderás a uno. Créeme que no pensarás en desobedecerme una vez más, si tu madre deja de respirar.

Permanezco en silencio durante un par de segundos, entrelazo mi mano sobre mi vientre y me preparo mentalmente para seguir con esta conversación.

—¿Por qué me trajo aquí entonces?—pregunto, y una vez más, ya sé la respuesta—. ¿Dónde está mi equipo de preparación?

Estoy aquí porque Snow necesita que pase la noche con alguno de sus asquerosos amigos. Y antes de las "citas" mi equipo de preparación procura volverme lo más hermosa posible.

He pasado por esto incontables veces desde hace más de tres años.

—Te están esperando detrás de esa puerta—me responde, señalando la puerta detrás de mí. Salgo antes de que las lágrimas salgan corriendo a través de mis mejillas—. Es un cliente especial. Que sea bueno—me indica el presidente antes de salir.

Quiero matarlo con todo mi corazón.

Dejo cerrar la puerta con fuerza, y me apoyo en la pared para evitar que las lágrimas me derrumben. Espero unos minutos más y tomo aire lentamente para reunirme con mi equipo de preparación.

///

Siempre seré la prisionera de Snow, pienso una y otra vez con rabia mientras me preparo.

Dejo que Lucrezia introduzca la aguja, a la altura de la vena al final del antebrazo. Ella sabe que lo necesito, sino, tendré un ataque.

El pánico que me devora el cuerpo entero se esfuma sin más de mi sistema, dejando solo confusión, y una extraña paz en mí.

La droga se mezcla en mi organismo y bloquea el terror punzante que me acecha cada vez que tengo que hacer algo así. 

—Alyssa, estarás bien—me asegura mi estilista. Observo sus ojos purpura, son tan antinaturales que no puedo ver ni rastro de humanidad en ellos.

Está mintiendo, puedo sentirlo en mis huesos, no estaré bien.

Mi mente se vuelve un caos, todo se siente tan pacífico.

La habitación en donde me encuentro todo es blanco, y hay un espejo enorme con un marco de mármol.

Veo mi imagen en el espejo, y lo primero que viene a mi cabeza es la simple observación de que todo es rojo en mí. El vestido que llevó, mis labios...

Y no cualquier rojo...es el rojo que proviene de la sangre de todos las almas que asesiné para coronarme vencedora.

Demasiado rojo.

Luna aparece detrás de mí, portando un collar dorado con piedras enormes. Lo pone alrededor de mi cuello, sus ojos verdes me miran con pena.

Mi equipo de preparación sabe lo que sucede, y muchas veces me han demostrado que lamentan que esta sea mi situación.

Si pudiera mataría a todos en el Capitolio, excepto a ellas. Luna, Glissa y Lucrezia son las únicas en este maldito infierno que no dejaría morir. Con el paso de los años les he tomado aprecio, y en verdad las quiero tanto como ellas a mi. A pesar de todo, hay nobleza en su corazón, aunque a veces son un poco tontas y superficiales, pero supongo qué eso conlleva haber nacido aquí.

—La Reina Roja—me llama con orgullo Lucrezia, la excéntrica mujer de cabellos tan dorados como el oro puro y ojos purpuras que resultan escalofriantes al verlos fijamente. Ella se encarga de mi imagen pública desde que la pesadilla de los Juegos comenzaron.

Ella me dio una imagen que interpretar, es por ella que mis caminos como "La Reina Roja" iniciaron. Ella me dio un nombre, y yo, sin intención alguna le di un significado sombrío a aquel apodo que emana tanta adoración.

—Todos van a enloquecer cuando te vean—afirma Glissa, posando detrás de mí. Su figura modificada a la perfección quirúrgicamente no resulta tan deslumbrante sí yo estoy junto a ella vestida de rojo—. Todo estará bien—intenta animarme.

—Ya es hora de que te vayas—Lucrezia anuncia—. Mantén la calma todo el tiempo. Recuerda que la droga pierde efecto sí tu corazón se acelera demasiado.

Sin drogas, no creo poder soportar esto. La situación me volvería loca sí se guardará en mi memoria.

—Las veo en la mañana—digo, sintiendo el dolor en mi garganta por las lágrimas que estoy reteniendo.

[.]

The Red Queen- Finnick Odair| The Hunger Games|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora