Capítulo 30; Los enamorados de la Reina Roja

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El hombre que era mi padre vino a verme. Me sorprende que lo haya hecho.

—¿Cómo estás?—pregunta, torpemente. He estado muchos días sin verlo, y aunque luce muy diferente (parece que ha envejecido un par de años), aún mantiene el semblante frío de su mirada al dirigirla hacia mi—. Lo siento por no...

—No es necesario—le interrumpo. Él asiente con rapidez, supongo que está nervioso de estar aquí, hablando con la chica que aunque se ve idéntica a la hija que crío, no es su hija en nada.

—Señor Hough, ¿Quiere un poco de agua?—pregunta en su dirección la aprendiz de enfermera que me acompaña estos días, es la hermanita de Katniss, Prim. Ha sido muy amable conmigo. A veces la encuentro mirándome con lástima, no puede evitarlo me imagino.

—Si, por favor.

—¿Por qué estás aquí?—suelto.

—Porque eres mi hija, y casi mueres—me responde, ojalá sintiera que es verdad, pero no es más que una mentira—. He querido verte desde hace tiempo... pero no sabía que decirte, y la Guerra, el trabajo, todo ha estado caótico—se excusa, sin verme a la cara.

—¿Por qué mi madre no está aquí?

—Ella vendrá a verte luego.

—Cuando llegué a este lugar...¿Por qué no viniste tu a verme?—pregunto, aunque me da la impresión de que ya me ha contestado eso. Me entra un temblor incontrolable en las manos, me siento muy nerviosa, los medicamentos que me administran hacen que mi atención vaya y venga sin mi control—. Papá, ¿Por qué?

—Fue complicado—me dice, y empieza a llorar, no sé porque. Creo que nunca antes lo había visto llorar, o quizás sí. ¿Qué sabor tendrán sus lágrimas? ¿Serán cómo las mías...saladas como el agua del hogar de Finnick?

¡Oh, no, Finnick! Pensar en él duele como lo que me he hecho a mi misma, duele lo suficiente para destruirme.

Finnick no puede verme... él se ha casado con otra, ha elegido amar a otra, que quizás lo merezca más que yo.

—¿Alyssa?—me llama Prim, poniendo su mano encima de mi hombro para traerme de vuelta al mundo ante mi—. Tu padre te está diciendo algo.

Vuelvo la mirada a mi papá, me trae una flor blanca con los bordes de un tenue púrpura,  muy bonita en contraste con el ambiente decrépito al que estoy acostumbrada.

—Crecen en un prado cerca, en la superficie. Cuando hayamos ganado la Guerra, podrás verlo.

Así dicen todos, los médicos, las enfermeras, los soldados..."Cuando hayamos ganado la Guerra...todo será mejor, no habrá más dolor, ni hambre, ni muertes sin sentido, ni niños sacrificados", dicen Plutarch que ninguna guerra es eterna, pero ya no sé que creer, porque no tengo idea de cuándo será el fin de la Guerra, si habrá fin, o si el Capitolio no está listo para sepultarnos a todos para siempre en cualquier momento. No sé nada pero tampoco me importa, porque ya estoy muerta en vida.

—Lamento no haber venido antes, pero no sabía con que cara verte luego de oír...la verdad sobre las idas al Capitolio, y tu sacrificio por nosotros—dice de repente.

—Con la cara que un padre ve a su hija—respondo—. Desde que gané los Juegos siempre me has odiado, siempre.

—No era odio, Alyssa, te lo aseguro—me interrumpe, aún llora, ¿Podría dejar de hacerlo?

—¿Entonces...?—presiono.

Él toma aliento y me mira con tanto...dolor, es eso, una mirada de dolor que me parte a mi en dos, como si no fuera poco mi sufrimiento, los demás no se cansan de recordarmelo cada vez que me miran. ¿Y si me hago invisible? Ya nadie me miraría de esa forma.

The Red Queen- Finnick Odair| The Hunger Games|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora