7.- El Trébol

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Ha pasado tiempo desde la última actualización. Finalmente, he aquí un nuevo capítulo de "El sueño de un Ermitaño". 

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Como de costumbre, dejo un enlace en la sección multimedia, para escuchar (opcionalmente) al término de la lectura.

¡Saludos! Y espero que lo disfruten tanto como yo. 

¡Nos leemos!

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El local del trébol se encuentra emplazado en medio de un amplio patio de comidas, al interior de un centro comercial, en el segundo de los cinco pisos del edificio. El lugar luce muy amplio. El techo del centro comercial permite la entrada de luz del sol a través de hermosos cristales translúcidos, sostenidos en enormes y vistosas vigas arqueadas de madera que cruzan toda la estructura. Los pisos del edificio se ordenan en forma de roscas, uno sobre el otro, dejando un amplio espacio en el centro, por el cual siempre se puede ver hacia la planta baja. Justo en el borde de cada piso, colindante al vacío concéntrico, se emplazan hermosas barandas de contención de media altura, diseñadas con cristales reforzados translúcidos para la seguridad de los visitantes, y ornamentadas con madera rustica barnizada. La composición restante de materiales en la estructura interna lleva colores sofisticados, que combinan cálidos colores blancos y suaves amarillos de forma armoniosa sobre los distintos escaparates de tiendas, dando una luminiscencia característica de estos centros de reunión. El aire que circula al interior es tibio y húmedo, dando la ligera sensación de mojar la piel cuando corre la brisa generada por los ventiladores, que cuelgan del cielo raso en cada pasillo, a lo largo del establecimiento. El gentío que transita de manera dispersa al interior suena tan común que, al estar dentro del local, el bullicio reverbera en un eco que se vuelve muy natural en el ambiente al poco tiempo de estar allí.

Al interior de la tienda llamada El Trébol, lugar elegido por Sheri para almorzar junto a su amiga, ella y el extraño hombre se sientan a la mesa. La mesa, hecha de plástico, se encuentra ubicada justo a un lado de la baranda de cristal para contención, con una privilegiada vista hacia la primera planta, rodeada de otras mesas similares. Sobre la mesa se encuentran dispuestos los cubiertos, servilletas, salero, agua y elementos de un local de comidas. Y, lo más importante, dos platos de lasaña que han sido servidos hace poco. Sheri ha pasado todo el rato sin decir una palabra. No luce enojada, sino, pensativa. La sonrisa que esbozaba minutos atrás se ha ido ya de su rostro. Mientras come, muchas dudas revolotean en su cabeza, sin una respuesta convincente.

— ¿Cómo lo hiciste? —pregunta de pronto la joven, presa de su propia curiosidad, mientras se limpia con una servilleta, aun mirando el alimento en el plato.

— ¿El qué? —contesta el hombre, haciendo la pregunta mientras rebana la lasaña. Él luce una ligera sonrisa de confianza, como si estuviese satisfecho de su accionar.

Sheri toma una pausa para levantar la mirada hacia él, quitando lentamente la servilleta de su boca y terminando de tragar el alimento.

— ¿Cómo fue que hiciste para que, de una u otra forma, tu y yo termináramos aquí? —pregunta con un tono de intriga—. Te las arreglaste para conocerme, aun cuando te rechacé en la pasarela. Eres un tipo duro de eludir.

— Yo no tuve que hacer nada en especial. Sin quererlo, la vida te trajo hasta esa plaza en ese momento —responde con sutil amabilidad el hombre—. Fácilmente, pudo no haber ocurrido y, entonces, no estaríamos aquí juntos...

El sueño de un ermitañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora