8.- Ansel - segunda parte

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Edit: Realicé una pequeña edición a este capítulo, ya que noté que la lectura se sentía un poco densa.
Saludos.

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— ¿"Ansel"? —pregunta Sheri, embobada—. Qué nombre tan bonito.

Si bien a Sheri le parece que "Ansel" es un lindo nombre, también se ha maravillado aún más con el comentario tan poético con que él ha descrito la forma en que se conocieron. Esto hace que a ella se le quede una cara de boba que no ha logrado controlar. El hombre se le queda viendo por algunos segundos de manera fija. Sheri, en cierta forma, se siente un poco cohibida ante la facilidad con que Ansel demuestra seguridad ahora. La joven siente un extraño nerviosismo que la recorre desde dentro, uno que hacía ya mucho tiempo no sentía. La reacción de Sheri ante esto es casi eléctrica.

— ¿Por qué te me quedas viendo así? —pregunta Sheri, con una empalagosa ternura y un suave tono de timidez—. ¡Me cohíbo!

Sheri ofrece una sonrisa que se acompaña por un rubor que sube ligeramente a sus mejillas. Pasan los segundos y el aire pareciera no correr, porque no se oyen las copas de los arboles agitarse. Las farolas y el alumbrado eléctrico han comenzado a iluminarse, y con ello, también ha aparecido una espontánea sonrisa en el rostro del ermitaño. Él, lleva su otra mano hacia la de Sheri, la cual aún se encuentra estrechada con la suya.

— ¿Qué haces? —cuestiona Sheri, intentando quitar su mano con nerviosismo y algo escéptica.

— Espera —indica el hombre, mientras retiene la mano de Sheri con la suya.

El hombre, con la mano que mantiene libre, realiza un par de movimientos burdos por encima de la mano de Sheri, sin tocarla, y luego la pone suavemente encima de la piel de la joven. De esta manera, Ansel toma la mano de Sheri con sus dos manos. La joven siente un extraño calor en su palma. El hombre, con sus manos, maneja la mano de Sheri para que esta quede empuñada. Aquel calor extraño se concentra en la palma de la joven, y mientras Ansel le mantiene su mano empuñada, la sensación comienza a acrecentarse cada vez. Ansel no ha quitado la vista de los ojos de Sheri, mientras que ella cambia aleatoriamente su visual entre los del ermitaño y su mano. Una ligera sensación de angustia e inseguridad comienza a invadir el pecho de la joven.

— ¿Qué estás haciendo? —insiste Sheri—. Detente ya. Me estás asustando.

— Confía en mí y verás —responde Ansel, muy seguro, con la vista clavada en los luceros de la chica.

En ese momento, la incomodidad de Sheri se acrecienta, y también su inseguridad. El miedo y la desconfianza comienzan a anegar los pensamientos de la joven, nublando todo lo que había vivido aquella tarde junto a él. Ansel comienza a masajear por encima de los nudillos de la joven muy suavemente. Al hacerlo, la mente de Sheri comienza a llenarse de oscuridad, recelos, temor y escepticismo. Todos los prejuicios que ella había puesto en él, y que temporalmente se habían ido, ahora han regresado con mayor fuerza.

— Por favor, basta. Suéltame. Quiero irme —expresa Sheri, tironeando su mano con ayuda de la otra para zafarse.

— Calma, ya casi termino —le contesta el ermitaño, reteniéndola firmemente.

En ese momento, Sheri siente que el miedo la ha paralizado por completo y ningún músculo en su cuerpo responde. Ella se siente presionada, indefensa y asustada. Está agobiada. No sabe qué hacer. El miedo ahora la está consumiendo, porque se encuentra sola con ese hombre extraño, en un lugar solitario y no puede zafarse. La angustia comienza a sentirse en forma de una amargura que sube por su pecho y se atora en su garganta. Está al borde del llanto. Sus pies comienzan a desvanecerse y sus manos tiemblan. Su cuerpo ha comenzado a sudar frío, y siente como si se realizara un corto circuito al interior. Ella quiere gritar, lo desea desde lo más hondo de su ser, para poder escapar de lo que está sintiendo. Sin embargo, algo le impide hacerlo. Algo en su interior no le deja tomar la bocanada de aire que necesita para gritar. Se ha quedado sin hálito y sin respiración por un segundo. El pavor que siente es inmensurable.

El sueño de un ermitañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora