—Ya te digo que ese nombre no me suena, y he vivido en esta habitación por más de diez años —dijo Marissa con la mirada en Lena, quien caminaba de un lado a otro en el medio de la habitación.
Ella tenía entre sus manos el localizador e intentaba enviar un mensaje a Valquiria pero la frustración la invadía al sentirse impotente.
—No me alcanza esto para decirle todo —se quejó—, ¿No hay ningún teléfono, computadora, o lo que sea? —se giró hacia Marisa, aún en su cama sentada con la guitarra entre manos.
—No pienso responderte, tu aún no me respondiste lo que te pregunte! ¿Quién es Caleb? —inquirió con curiosidad, su mirada de ojos oscuros y profundos eran aguda sobre ella.
Lena rascó su cabeza con nerviosismo y sacudió su pelo, desordenándolo. Su mente se estaba convirtiendo en una marea de incógnitas y no sabía cómo hacer frente a eso.
—Es solo un amigo por el que estoy preocupada —respondió—. ¿Tú no sabes de ningún teléfono? —le preguntó, volviendo a sentarse en su cama. Marissa elevó una ceja con condescendencia hacia ella.
—No creas que pienso ayudarte, solo hago preguntas porque estoy aburrida —comentó. La mirada de Lena se ensombreció, al igual que sus rasgos, con una mezcla de sarcasmo e impaciencia.
—¡Vamos! Compórtate, por una vez en tu vida, bien conmigo, y ayúdame —renegó, casi explotando de ira. Marissa cerró los ojos en busca de concentración y respiró hondo.
—Está bien, pero solo te ayudaré con esto —respondió en tono malhumorado levantándose de la cama. Agarró su chaqueta azul y se la puso, y miró impaciente a Lena que seguía observándola—. Muévete, no tenemos toda la noche —comentó. Lena puso los ojos en blanco ante el humor de perros de Marissa, y se apresuró a buscar un abrigo para seguirla.
Con Marissa a la vanguardia, Lena se movía silenciosamente tras ella a través de los pasillos iluminados tenuemente por candelabros. Los pasillos se veían escalofriantes ante tanto silencio, y las luces los hacían ver más siniestros de lo que en realidad eran.
— ¿A dónde vamos? —preguntó Lena en un susurro. Marissa se giró hacia ella para silenciarla.
De repente, se detuvo a mitad de camino y observó el pasillo que cruzaba perpendicular a donde iban. Dio un vistazo hacia el techo y giró hacia la izquierda; lo que Lena reconoció como una forma de ubicarse, gracias a los dibujos. Sus pasos se fueron hacían más lentos, mientras Lena se aseguraba que nadie las seguía o las observaba, hasta que se detuvo.
Lena prestó atención al sector en donde se encontraban. Era una zona un poco más oscura, y donde nunca había estado en ese piso. No parecía haber algo distintivo en ese tramo y alzó la vista para identificar la silueta de dos personas luchar contra una sombra oscura de aspecto amorfo. Ambas personas tenían fuertes armaduras, de las que ella solía ver en las películas de caballeros de épocas de antaño, y en sus manos empuñaban grandes espadas brillantes. Uno de ellos era un chico mientras que la otra figura era una chica, y ambos tenían rasgos similares.
Un sonido similar a un click, obligó a Lena a poner su atención en Marissa que acababa de mover uno de los candelabros. Asombrada, Lena vio un pedazo de la pared moverse a un lado, dejando a la vista una pequeña entrada hacia algún lugar. Atajos; pensó Lena con incertidumbre y curiosidad. Marissa movió sus manos para que ella la siguiera y sin rechistar, ambas se escurrieron a través del pasadizo desde donde se vislumbraba una fina escalera hacia arriba.
La pared se cerró tras ella, y Lena retuvo el deseo de gritar de pánico. Estaba junto a Marissa y aunque eso tenía desventajas, también significaba estar junto a alguien que sabia defenderse.
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Legado II. El Ascenso del Imperio © [Finalizada]
FantasíaAclaración: para comprender la trama, se debe haber leído Legado I: Herederos de sangre. Sinopsis: Después de los sucesos en Noruega las cosas han cambiado. Mientras Valquiria, Leonardo y Newén siguen pistas de asesinatos en Londres, Lena ingresa a...