Capitulo 17. Perfume de ángel

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Fethiye, Turquía. Octubre 1983.

Llevaban unos días en Fethiye. Una ciudad costera y de potencial turístico donde su clima mediterráneo atraía a muchas personas. Los escuadrones de cazadores que ocupaban la ciudad se encargaron de asegurarse que los problemas que estaban aconteciendo allí terminaran rápido y sin disturbios.

Hacia un tiempo, un grupo de vampiros se había asentado provocando numerosas muerte de origen desconocido para los humanos y las cuales iban creciendo el conteo de victimas, y de los cuales muchos terminaban convirtiéndose en vampiros y aumentando el número de ellos. Era como una plaga. Así fue como los kamikazes de la academia de Austria llegaron. Después de varias luchas, victorias y pérdidas, poco a poco la ciudad dejaba de estar tan contaminada. Para ese momento mantenían un perfecto control sobre todo. Los escuadrones se habían dividido y de a pequeños grupos custodiaban distintas zonas.

La región circundante a las ruinas de la ciudad estaban comandados por Martín Einarsen y junto a él un grupo de cazadores especialmente seleccionados. Entre ellos estaba Louis en la misma cuadricula que Bernardo y otros. Caminaban con pereza a la espera de algo entretenido pero todo estaba tranquilo y solitario. Ni siquiera había presencia de turistas, a esa hora y con ese calor preferían ir a la playa. Louis se lamentaba sobre todo estar tan lejos de ella. El calor era molesto aunque ya estuviesen acostumbrados. Vestían como civiles para no llamar la atención; él tenía unos pantalones azules y una remera blanca con la leyenda de la banda Depeche Mode y Bernardo vestía similar pero con un estilo más metalero.

Era una época en la que todos estaban en la rebeldía, en su propio descubrimiento y aunque fuesen cazadores, eran adolescentes y no podían evitar no sentirse parte de la ola de estilos que proseguía a los distintos tipos de música. Buscando un poco de sombra, ambos se movían como espectros por el campo con sus armas cuidadosamente ocultas.

- Definitivamente, tu abuelo tuvo que ver en la decisión en que nos manden acá -murmuró Bernardo con una nota de humor.

Louis puso los ojos en blanco, recordando el listado de tareas que habían tenido que hacer desde esa noche en que los encontró entrando a la habitación como si fuesen criminales, especialmente las tutorías.

- Si quería que viese algo viejo y feo todo el tiempo no tendría que haberme mandado tan lejos, me hubiese bastado con estar en la academia y mirarlo a él -gruño jugando con el pasto verde. Bernardo se echó a reír, con la vista en aquellas ruinas que tantas historias tenían.

Con un inquieto andar iba de un lado a otro. Tomó su navaja y jugaba con ella, tirándola en el aire para agarrarla, intentando no lastimarse. A su mente llegó el recuerdo de Byron, de quien era el tutor, y las clases de armas blancas que habían tenido en los últimos días. Él era realmente bueno pero notaba su falta de compromiso para especializarse en cada una de las cosas. Tendía a ser distraído y como le había advertido, mientras hacia una actividad no dejaba de tener la mente en miles de otras.

Aunque progresaba, él temía para sí mismo ir empeorando en sus propias asignaturas. Todas las noches estaba demasiado cansado y lo que menos deseaba era estudiar materias que detestaba, así que solo se iba a dormir y al otro día tenía el odio de sus profesores. Agradecía que el último tiempo hubiera tenido un descanso para poder entrenarse especialmente para esa misión.

Y ahora allí estaba, custodiando una zona aburrida sin nada interesante. Con bronca se imaginaba a los otros cazadores disfrutando de la playa o tal vez de la vista de una hermosa chica. Un par de voces femeninas rompieron su ensoñación y casi se lastimó la mano al caer el cuchillo. «Podría estar en compañía de tantas ¿y me tuvieron que tocas estas dos?» Se decía con un fuerte tono de injusticia.

Legado II. El Ascenso del Imperio © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora