Capitulo 20. Nuevos desafíos.

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Septiembre, 1984.

El aire trajo cierta solemnidad a los primeros días de clases en la academia austriaca. Ese sentimiento confuso al ver que faltaban estudiantes conocidos y a los nuevos estudiantes intentando insertarse, cosquilleaba en todos. La academia era caótica, sumergida dentro de la vorágine cotidiana.

Habían completado la primera semana con cierto hermetismo y sin comentar los ligeros pero sentidos cambios que habían experimentados.

Era la noche y el comedor estaba repleto. Y entre todo el gentío, en una de las mesas de allí, el grupo de los temerarios se posicionaba como si siempre hubiesen compartido todo desde los comienzos. Parecían lejanos los tiempos de peleas, crisis y enemistades, solo persistía una calma tolerable.

- ¿Hoy nos reunimos? -preguntó Solange mirando a todos. Estaba sentada junto a Gianella y Ernestina; ambas se miraron y asintieron sin dejar de comer.

Louis dejó de conversar con Byron a su lado y dio un vistazo a los demás. Sarah se encogió de hombros, y Constantin que parecía perdida entre sus pensamientos, levantó la vista dudando.

- Eh... si -respondió-. Supongo -agregó. Louis lo observó con curiosidad, pero no dijo nada. Desde el inicio de clases lo sentía un tanto perdido y más silencioso de lo que solía ser.

- ¿En el mismo lugar de siempre? -preguntó Ernestina. Algunos dudaron.

- Depende de lo que pretendamos hacer. Yo tengo mi habitación prácticamente desocupada, aunque siguen estando las cosas de Bernardo -dijo con melancolía. Habían pasado tanto tiempo conviviendo juntos que le resultaba difícil estar en su habitación solo.

- Es solo para organizarnos, y creo que estaría bien -murmuró Solange coordinando la situación. Miró a todos en busca de aceptación y finalmente sonrió-. Está bien. A las 10 en tu habitación.

- Espero que no sea igual de desastrosa como tu habitación de casa -se quejó Ernestina, maquiavélicamente. Louis entrecerró sus ojos con amenaza.

- Cállate pequeña sanguijuela -la retó. Y ella estuvo a punto de contraatacar cuando intercedieron.

- Von Engels, pido algo imposible, pero tranquilos... -advirtió Sarah con armonía observándolo a ambos. Louis y Ernestina mantuvieron sus miradas fijas por unos minutos hasta que se dieron por vencido y a su manera, le hicieron caso a ella.

- ¡Sarah! -todos se sorprendieron al no divisar al joven que se acercaba a ella.

Eran alto y de cuerpo delgado, con el cabello castaño claro y profundos ojos celestes. Tenía un aire rebelde sin igual, y una sonrisa llena de picardía. Louis lo analizó y se dio cuenta que nunca lo había visto allí, porque una persona como él no pasaba inadvertida.

Él se acercó aún más a Sarah. Posó su mano en sus manos y ella lo miró con una brillante sonrisa. Sus ojos brillaron, y Louis se preguntó quién sería. Sintió una extraña sensación recorriéndolo que no pudo identificar.

- Buenas noches a todos -dijo él a todos; su acento era fuerte y vibrante. Las miradas de Solange, Ernestina y Gianella se llenaron de excitación.

- Ed, ¿Qué quieres? -preguntó Sarah.

- Solo vengo a saludarte -murmuró con cierto aire rebelde, y Sarah puso los ojos en blanco dramáticamente para dejar en evidencia su poca credibilidad-. Okey, está bien. Solo quiero que me prometas que no dirás nada -dijo.

- No pienso andar encubriéndote en todo. Después voy a tener la culpa yo -se quejó.

- ¡Por favor! Nadie se va a enterar. Los mala onda son Víctor y Earlen, y ellos no están acá gracias a dios -comentó. Sarah cerró los ojos en busca de ayuda espiritual y suspiró.

Legado II. El Ascenso del Imperio © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora