Corría, no sabía hacia dónde, pero tenía un objetivo.
El césped se escurría entre mis dedos desnudos, y aunque no podía parar a disfrutarlo, la sensación de cosquilleo y frescura era realmente deliciosa.
Los árboles iban pasando uno tras otro e iban quedando atrás con gran rapidez.
<<Mierda, dónde diablos estás>>, pensé, desacelerando mis pasos. Mis manos sostenían mi calzado y me incomodaba seguir así.
Giré sobre mis pies para tener una vista más amplia; el paisaje era bellísimo; el sol se filtraba por las hojas y eso hacía que todo alrededor se viera atigrado, como si rasguños solares quedaran impresos en el pasto y en las casillas esparcidas en la arboleda.
Respiré profundo intentando ver a alguien que pudiera ayudarme, y a unos metros, vi a una muchacha sentada sobre las maderas gastadas de la entrada de su cabaña. Estaba, al parecer, realizando un trenzado a una niña pequeña.
Me acerqué despacio tratando de, en lo posible, no asustarla y la observé concentrada en la mata de cabellos color café.—Hola —carraspeé—, ¿sabes en dónde puedo encontrar a Natanael?
Me divisó unos segundos y frunció el ceño.
—¿Natanael?
—Nael —me corregí, recordando la conversación que habíamos tenido—. Estoy un poco desorientada.
—Oohh, sí. Nael debe de estar con Baba Berén, seguro la está ayudando con su huerta —respondió, sin dejar de realizar el peinado.
—Entonces… — miré hacia mis costados esperando una dirección.
—Mira, sigue por ese lado —indicó en dirección Este.
—Muchas gracias —dije, anudando los cordones de mis zapatos y colgándolos sobre mis hombros. Así era mucho mejor y podía usar mis extremidades con libertad.
Aspiré y exhalé profundo unos segundos antes de volver a echarme a correr. Era algo que no había hecho anteriormente y eso me había hecho agitar un poco.
Mis pies volvieron a tomar velocidad en unos segundos y recorrí el lugar con gran habilidad. Algunos aldeanos quedaban mirándome al notar mi agilidad. Tal vez ellos no estaban acostumbrados a entrenar tan duro, ya que por ese lado, no había necesidad de hacerlo, no percibía peligro alguno.
El lugar era enorme, casi tanto como mi Bosque, y eso hacía que recordara a mis amigos, hacia querer verlos nuevamente. Anhelaba con gran desesperación, tener a mi mejor amiga en ese lugar conmigo. Contarle lo que había pasado, que supiera que estaba bien.
—¡Selva!
Un grito me puso en alerta. De tanto pensar había pasado de largo del sitio en donde Natanael se encontraba.
Paré mirando hacia atrás. Él corrió hasta alcanzarme.—Vaya que eres veloz —murmuró cuando estuvo frente a mí.
—Te estuve buscando un buen rato —admití, mientras él se sorprendía al escucharlo.
—¿Qué?
—Es que… —carraspeó algo dudoso— pensé que Blanke te mantendría encerrada unos días.
Sonreí.
—Se necesita más que un gran pene para mantenerme encerrada algunos días.
Abrió los ojos con perplejo.
—Oye, tú sí que eres directa. Me gusta —dijo, clavando sus ojos verdes directo en mis pupilas.
Bufé un tanto desconcertada. La idea no era ponerme a coquetear con Natanael, por Dios, quería su ayuda para salvar a mi gente.
Él notó mi molestia y aclaró su garganta con un sonido ronco, el cual me pareció apropiado para romper la tensión que se había creado.
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No salgas del Bosque
ParanormalEl mundo ha cambiado. Tras el Apocalipsis, pocos son los que han logrado sobrevivir. Nadie está seguro realmente. Selva y los que la siguen, siempre están listos para hacerle frente a la oscuridad que acecha entre las sombras que rodean el bosque. L...