Capítulo 11

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17 de mayo de 2016

Caminé hacia Camila, quien tenía una sonrisa brillante en el rostro. Conocía a mi amiga, lo suficiente como para saber que había algo detrás de aquella sonrisa. No le llegaba a los ojos. Parecía una muñeca, en todos los sentidos.

—¿Qué te pasa?— cuestioné, verificando que nadie estuviera cerca para escucharnos.

Estábamos en la apertura de una nueva empresa, pero no sabía con exactitud de quien. Mis padres me habían arrastrado hasta el lugar, obligándome a andar del brazo de Diego por casi tres horas seguidas. Lo único de lo que me habían hablado había sido de ropa. Como si fuera lo único que mi cerebro era capaz de procesar. Imbéciles machistas.

Mi amiga me miró, haciendo una mueca con los labios.

—Nada, ¿por?

—Es patético que intentes mentirme.

Me encogí de hombros, mientras ella rodaba los ojos. Pude ver la duda pasar por su mirada, mordiendo su labio en un intento de distraerse. ¿Qué le pasaba? Nunca la veía así. Ella era la clase de personas que siempre sonreía, a pesar de que todo fuera una mierda.

—Daiana...— se calló, pero esperé pacientemente— Me mando a la mierda.

Suspiré, sabiendo que era algo que quizá podía pasar. Daiana aparentaba ser una chica tranquila y tímida. Pero no la clase de persona que dejaba que le pasaran por encima. Y mi amiga... no se aferraba a nadie ni nada. No era la que buscaba compromisos para toda la vida. Y eso era pisar a las personas, por lo menos a aquellas que no tenían en claro tus intenciones.

—¿Es por la chica del otro día?— cuestioné, recordando el cumpleaños de Diego.

Asintió con la cabeza, mirando más allá de mí. Parecía perdida. En el sentido de que no sabía qué hacer. Y me dolía verla así. Pero tenía que aprender. Todos lo hacíamos en cierto punto de la vida.

—Me dijo que no quería verme nunca más— murmuró, pareciendo recordar la escena una y otra vez— Me dijo que esperaba que nada me volviera.

Debía de admitir que Daiana no le había deseado nada malo. Justamente le estaba diciendo que esperaba que nunca le rompieran el corazón, porque era lo que mi amiga había hecho con ella. Estaba segura de ello.

—Cami...

Me miró a los ojos.

—Es la primera que me gusta de verdad.

Evité demostrarle cuan sorprendida estaba con sus palabras. Lo había admitido, y realmente esperaba que no fuera demasiado tarde. Con todo mi ser lo esperaba. Iba a hablar, pero sentí una mano sobre mi cintura.

—Amor— giré mi cabeza, mirando a Diego— Nos están esperando.

Busqué que mi amiga clavara sus ojos mieles en mí, pero sabía que ella quería evitarlo a toda costa. A pesar de ello me regaló una sonrisa, o al menos se esforzó por hacerlo.

—Deberías ir.

Se dio la vuelta, alejándose de nosotros. No podía dejar que se fuera. Era mi mejor amiga. Y se encontraba mal. No podía dejarla. Ella había estado siempre para mí.

Miré a Diego.

—Necesito un favor.

—Anda, yo te cubro.

Besó mi frente, con suavidad y lentitud. Cerré los ojos, permitiéndome disfrutar del tacto. Desde que habíamos dicho que íbamos a volver a ser amigos, todo era más fácil. Y realmente se sentía como cariño.

Ser y ParecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora