Capítulo 21

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5 de septiembre de 2016

Me miré en el espejo, examinándome con desagrado. Mi madre me había comprado un vestido "especial", ya que era mi segundo aniversario con Diego. Dos años de novios, y claramente eso era un acontecimiento. Es decir, iban a hacer una fiesta en la casa de los Mendoza, donde el objetivo era derrochar dinero.

En fin, el vestido era blanco. De mangas largas. Llegaba hasta el cuello, con un pequeño escote en forma de gota. Ajustado hasta la cintura, y suelto hasta unos centímetros sobre la rodilla. Todo de encaje. Era precioso. Pero el color... implicaba algo en lo que ni siquiera quería pensar.

Me di la vuelta cuando Camila empezó a cantar por lo bajo el ritmo de la típica canción de casamiento. La fulminé con la mirada, levantando un almohadón para tirárselo. Con la suerte de que le dio en medio de la cara. Rodé los ojos cuando me dedicó una sonrisa infantil.

Camila ya estaba lista, al igual que Juan. Ambos estaban sentados en mi cama, esperando a que yo terminara de odiarme a mí misma por tener que usar algo así. A ellos les parecía divertido. Pero por eso eran mis amigos, ¿no? Buscaban humor en todo.

—¿Por qué?— me quejé nuevamente.

—¿La pureza de la novia?— bromeó Juan— Aunque vos de pura, tenes lo mismo que yo de virgen.

Camila estalló en carcajadas, levantando la mano para que él la chocara. Eran dos estúpidos. Me recordé mentalmente que eran los amigos que habían elegido, a pesar de que no habían madurado en todos nuestros años de amistad.

E igualmente los quería.

—Todavía me quedan los zapatos— los amenacé, señalando mi calzado.

No iba a tirarles un zapato, pero las ganas no me faltaban. Mis amigos se levantaron de sus lugares, notando que ya podíamos irnos.

—¿Lista para tu fiesta sorpresa?

Ah. Sí, supuestamente era sorpresa. Pero Diego me lo había advertido, a pesar de que no le hablaba, para que fingiera mi mejor sonrisa cuando entrara. Él me conocía lo suficiente como para saber que esa fiesta iba hacer de todo, menos emocionarme.

—Tan lista como para clavarme un cuchillo en los ovarios.

Juan se rió, rodeándome los hombros con uno de sus brazos.

—No seas sádica.

*****

Ignoré a todas las personas que me miraban. Caminé hacia él, dejando que me abrazara por la cintura. Le rodeé el cuello con mis brazos, quedando con nuestros rostros a unos pocos centímetros. Yo aún mantenía la sonrisa de felicidad y emoción fingida.

—Feliz aniversario— dijimos al unísono.

—Te quiero.

Lo dijo alto y claro, para que los que nos rodeaban lo escucharan. No respondí, simplemente me incliné y lo besé. Pasados unos pocos segundos, me separé, como si me costara hacerlo. Me merecía un premio por semejante actuación.

—Gracias por la fiesta, amor.

Él me dedicó una sonrisa forzada ante mi agradecimiento. Me pegó a su cuerpo nuevamente. Esa vez se inclinó lo suficiente como para quedar cerca de mi oreja. Lo conocía lo suficiente como para saber que me quería decir algo. Algo que no quería que nadie más escuchara.

—Tenemos que hablar— susurró.

Me reí sin ganas. Era un imbécil. ¿Quería hablar? ¿Después de todo?

Ser y ParecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora