Capítulo 14

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10 de junio de 2016

—Estas de malhumor— comenté, estirándome en el sillón.

Diego estaba sentado en la punta opuesta, con una cara de culo que le tocaba el piso. No entendía bien que le pasaba. Había estado así desde que me había ido a buscar a la facultad. Y de eso habían pasado casi tres horas; entre el almuerzo y la película que ninguno de los dos mirábamos con ganas.

Me miró de reojo, pero no dijo nada. Genial. Me iba a ignorar. Me levanté del sillón, yendo a la cocina. Sabía que me estaba mirando, pero si no me contestaba no tenía sentido quedarme como una estúpida en silencio. Abrí el congelador, sacando un pote de helado. En su casa siempre había, y de mis gustos favoritos; crema americana y dulce de leche. Busqué dos cucharas, para después volver al living.

Diego seguía exactamente en la misma posición de antes. Suspiré, dejándome caer a su lado. Abrí el pote, clavando las dos cucharas adentro. Sí había una forma de que se le pasara el malhumor era con comida. Los años juntos me ayudaban a saberlo. Además de que en una época habíamos sido cercanos.

Empecé a comer, dándole su tiempo.

—Es el cumpleaños de Rodrigo.

Agarró la cuchara sobrante, llevándola a sus labios. Lo miré sorprendida. ¿Era el cumpleaños de Rodrigo? ¿Y la fiesta estúpida que nos hacían a todos?

—¿Está de viaje?

—Eso le dijo a nuestro padre— gruñó, volviendo a llenar la cuchara de helado— Pero era una puta excusa para no tener la fiesta.

Ahora entendía su enojo. Diego tenía que festejar su cumpleaños con gente que no le agradaba, mientras su medio hermano zafó por una mentira. Y probablemente porque era el favorito de su padre. No tenía sentido mentir.

—¿Y cómo sabes que es mentira?

—Lo escuché hablando con su amigo— bufó, rodando los ojos— Imbéciles.

Llevé la cuchara a mis labios nuevamente, pero lo miré con una ceja alzada. Solo tenía una duda en ese asunto. Porque no me sorprendía que Rodrigo zafara de las cosas, era el favorito. Pero...

—¿Por qué no le dijiste a Raúl?

—¿Me iba a creer?— se rió sin gracia— Hay una sola verdad, y no es la que sale de su segundo hijo.

No dije más. Seguimos tomando helado en silencio, intentando prestarle atención al final de la película. Aunque claramente yo no podía. Mis pensamientos estaban demasiado dispersos.

Me daba lástima que alguien tuviera tan en claro la preferencia que tenían sus padres, a pesar de que no debería existir tal cosa. Pero en nuestro mundo era así.

*****

Me bajé del auto, tirando del vestido ajustado y brilloso hacia abajo. Camila le colocó la alarma, para después sujetar la mano de Daiana. No tenía idea que eran, no por falta de preguntas hacia mi amiga. Ni ella tenía idea. O simplemente le costaba hacerse la idea de que se estaban enamorando.

Camila tiró de Daiana, arrastrándola al comienzo de la fila. A esta última no le gustaba la idea de meternos sin hacer fila. Pero ya no sabía en qué idioma decirle que Rodrigo me había autorizado a entrar así, con cuantas personas quisiera. Lo había hecho la última vez que fui a "Meine Blume".

El hombre de seguridad nos dio una rápida mirada antes de dejarnos pasar a las tres. La rubia se encaminó directo a la barra. No lo hubiera dudado. Las seguí, intentando darles su espacio. Hasta me senté a unas cuatro personas de distancia. Nadie podía decir que era mala amiga.

Ser y ParecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora