Capítulo 22

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Me mordí el labio inferior, logrando que su mirada bajara hasta los mismos. No pude evitar humedecerlos. Su mirada era tan intensa, que los recuerdos volvían a mí. No quería desearlo, pero mi cuerpo lo pedía a gritos.

—¿Qué haces, Rodrigo?

Se inclinó, quedando contra mi oreja.

—Intenté hacerlo.

Su respiración fue como una suave brisa contra mí. Me mordí el interior de la mejilla, haciendo un esfuerzo sobrehumano para recordarme quien era él. Claramente intentando dejar de lado el hecho de que estaba buenísimo, y parecía un puto modelo.

—¿Qué intentaste?

—Dejar que me alejaras— sus labios se apoyaron contra la piel de mi mandíbula— Pero sos el pecado que me niego a dejar de cometer.

Mierda. Agarré las solapas de su traje, alejándolo de mi piel. Me miró a los ojos, intentando descifrarme. Quería saber cómo iba a reaccionar. Por muy imbécil que fuera, no era capaz de hacer algo sin mi consentimiento.

—Está mal.

Un intento más. Solo uno. Él rodó los ojos.

—¿Otra vez con eso?— suspiró, dejando caer sus brazos a los costados de su cuerpo— Es tu decisión, Jazmín.

No solté sus solapas. Porque sabía que aunque mi decisión no era la correcta, era la que quería. Tiré de él hacia mí, estampando mis labios contra los suyos. Mordí el inferior, accediendo inmediatamente a su boca. Sus manos fueron a mis glúteos, haciendo que le rodeara la cintura con mis piernas. Y se alejó de la puerta, apoyando mi culo sobre la bacha.

Una de sus manos fue hasta el cierre del vestido, tirando de él. Me separé unos pocos centímetros, lo suficiente como para mirarlo con una ceja alzada. Su sonrisa era una mezcla de malicia y lujuria. Sacó sus manos de mi cuerpo, para sacarse el saco y luego la camisa. En cuanto lo hizo volvió a acercarse, atacando mi cuello, mientras que sus manos tiraban del vestido.

—¿Disfrutando?

Me tensé al instante. Rodrigo dejó de besar mi cuello, mirando sobre su hombro. Lo imité, encontrándome con Diego. Nos miraba desde la puerta con asco, enojo, y tantos otros sentimientos que sentí que el aire me faltaba. Mierda.

—Diego...

—¿Saben qué? Sigan, se merecen.

Salió del baño, sin molestarse en cerrar la puerta. Gruñí, empujando a Rodrigo. Me bajé de la bacha, cubriendo mi ropa interior con el vestido, que el rubio acastañado había subido. Tenía que seguirlo. Si los invitados lo veían así...

—¿Vas a correr atrás de él?

—No hagas esto peor, andate a tu casa— le dije, sin siquiera mirarlo.

Salí del baño corriendo. Crucé el pasillo, yendo hacia el living. No quedaba nadie en la casa, todos los invitados se habían ido. Estaban los empleados de siempre, ordenando y limpiando. Una de las señoras me señaló el patio, sabiendo de antemano que buscaba.

Le dediqué una sonrisa rápida, siguiendo su indicación. En cuanto pisé el patio, encontré a Diego, apoyado contra un árbol fumando. No sabía que fumaba, y a decir verdad, me sorprendió. En fin, me paré frente a él, pero su mirada no se clavó en mí. Podía notar como estaba adentrado en sus pensamientos. Y me jodía. Quería solucionar esto.

—Diego— lo llamé, y me ignoró— ¡Diego!

Sus ojos marrones se fijaron en los míos. Y hubiera deseado que no lo hubiera hecho. El frío que transmitía, me calaba los huesos.

Ser y ParecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora