E L E C T E D

El dorado es el color del valor

Subí las escaleras con un poco de hastío por la situación. Abrí la puerta de mi habitación y la cerré tan despacio que parecía una de esas escenas de películas de terror en las cuales alguien tenía cuidado de no hacer ruido para que no los atraparan , el problema era que no importaba que tan despacio y silencioso yo cerrara la puerta pues ya me había atrapado. Pegué mi espalda a la puerta y suspiré, aún tenía muchas preguntas en mi cabeza y él no me daba exactamente todas las respuestas que yo  necesitaba. Miré a la ventana, la luna aún se asomaba y una que otra estrella brillaba en lo alto con pena. Caminé hasta mi cama y me tiré en ella como alguien tiraría un saco de papas a un camión, mi mano chocó con el metal de la cabecera logrando así que toda mi palma se cortara, sentía un ligero ardor y como el líquido tibio comenzaba a esparcirse lentamente por mi piel, me senté en chinga para ver que mi mano no estuviera tan mal, me quede congelada al notar que de mi mano solamente salía líquido dorado.

<< QUE LA VERGA >>

  Corrí tan rápido como mis piernas me lo permitían  hasta llegar a mi baño. Prendí la luz, el lugar estaba hecho un asco, había ropa tirada en el suelo y el piso estaba mojado, el lavamanos tenía pequeños fragmentos de jabón y pasta dental. Caminé en dirección al espejo, el líquido no paraba de salir de mi mano, conforme se esparcía por mi brazo iba adquiriendo un tono cada vez más dorado y un extraño brillo, no era una herida normal, el extraño líquido se esparcía por mi cuerpo impregnando la extraña tinta en mi piel como si de un tatuaje se tratara, mire mi reflejo en el espejo. El líquido dorado ya estaba en mi cuello. Me despoje de toda mi ropa lo más rápido posible. Me dolían los brazos y las piernas. Mi cuerpo estaba cubierto por el extraño líquido, brillaba como un ángel, mi cabello poco a poco se volvía de un color negro oscuro, mi cabello era tan negro que si me ponían a lado de la noche, esta misma se quedaba pendeja a mi lado. Me quedé mirando mi reflejo un rato más, toque mi pelo que ahora era tan suave como la seda, abrí la llave de la regadera y me metí en ella, intentaba quitarme la tinta con el estropajo pero esta no salía, cerré los ojos y caí al suelo, ya no tenía el control de mi cuerpo.

                                                                                   2 HORAS DESPUÉS

Abrí los ojos, seguía en la regadera, el agua caía bruscamente en mi estómago, un escalofrío me recorrió el cuerpo. A lo lejos escuche como alguien abría la puerta de la casa.

- Amor, estoy en casa - Habló mi padrastro Behemot.

No le dí importancia, me pare de mi lugar lo más rápido posible, mi piel y mi cabello volvieron a su color original, miré mi mano la cual no tenía ni un solo rasguño un extraño color dorado paso por mis venas asustandome haciéndome recordar las palabras de Ager " Tienes que comenzar a acostumbrarte". Salí de la regadera y envolví mi cuerpo en una toalla, el frío tacto de la tela provocó que todo mi cuerpo se estremeciera. Abrí la puerta del baño encontrándome con mi padrastro sentado en mi cama.

- Tu mamá me contó que un chico te trajo - Dijo sin más al mirarme, me estremecí al escuchar su voz.- ¿Quién era Jess?

-No sé de qué me hablas - Se levanto de mi cama y caminó hacia mí lentamente, sonrió con indulgencia, agarró mi mandíbula apretando con fuerza con su mano izquierda,pegó su rostro a mi cuello dejando pequeños besos.- No jueges conmigo Jess.

- No lo estoy haciendo - Dije en voz baja , él aflojó su agarre y sonrió.- Sonreí falazmente y señale la puerta.-  ¿Te vas ya? Me quiero cambiar.- Me miró una última vez y asintió.

Me senté en el suelo totalmente destruida, faltaban tan solo dos semanas para mi cumpleaños. Un ardor en la espalda me sacó de mis pensamientos.

- ¿ Ahora qué? - Mi acerque al espejo de cuerpo completo y abrí un poco la toalla dejando a la vista un pequeño moretón del tamaño de una moneda en mi omóplato.  

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