Capítulo 7: Buenos Días

215 10 3
                                    

Luego de haber explotado junto a Nicolás el me entró a la casa y me recostó en el sofá de la sala dejándome descansa. Al cabo de unos minutos los sentimientos cayeron como mis párpados y, nuevamente, me sumí en un sueño. Estaba en una habitación azul que se veía amplia y limpia con la luz de la mañana entrando por las ventanas aunque era extraña, nunca la había visto antes, había un escritorio con un ordenador y muchos cuadernos a mi izquierda, al frente un armario y a la derecha un sofá, un sofá con Nicolás en él. Él seguía dormido pero no pude evitar exaltarme y de esta forma despertarlo a él.

—¿Qué pasa? —preguntó alterado por mi reacción.

—¿Dónde estoy? —pregunté incómoda. Tenía puesta una camiseta de hombre en vez de mi saco, pero aún conservaba mis pantalones. Nicolás ya más calmado se relajó y se estiró sentado en el sofá

—Bienvenida a mi habitación. —explicó él parándose y volviéndose a estirar.

—¿Dormí toda la noche acá? Y vos en el ¿sofá? —pregunté avergonzada por robarle su cama a Nicolás.

De repente alguien tocó a la puerta y, en un movimiento rápido, él se tiró encima de la puerta evitando que alguien la abriera. Yo solo reaccioné a pararme y correr al baño.

—¿Nico? ¿Vas a desayunar? —gritó mi abuela desde el otro lado de la puerta, de alguna manera eso me relajó un poco más pero aun así no quería que ella me viera en la habitación de Nicolás.

—Hmm, no. —contestó Nicolás rascándose al cabeza y observándome con una risa n sus labios.

—Acordate que en tres horas vienen todos a almorzar.

—Ok, gracias —dijo Nicolás amablemente.

De mi mente se había eliminado por completo que tenía el almuerzo en la casa de la abuela donde todos asistiríamos. Tenía que salir de acá para vestirme y luego para el almuerzo con toda la familia. Finalmente se escucharon los pasos de la abuela alejarse por el pasillo y yo salí del baño para encontrarme con Nicolás en el medio de la habitación.

—Tengo que salir de acá— le dije observándolo mientras él posaba sus manos sobre mis brazos acariciándome.

—Puedo decir que voy a comprar algo y nos vamos pero ¿estás mejor? —preguntó él preocupado por mi estado.

En ese momento recordé lo que había sucedido ayer, había llegado a la casa de la abuela donde había explotado frente a Nicolás a causa de todas las mentiras y el fallecimiento de mi abuelo. Él había reaccionado muy calmo y solo había escuchado, apoyándome cada momento de mi pesar, a pesar de que le había pegado varias veces.

—Sí. —respondí bajando la mirada avergonzada de mi reacción el día anterior.

Nicolás buscó mi saco y me lo lanzó para que me cambiara en el baño mientras él se cambiaba en la pieza. Al Salir del baño él llevaba una camiseta negra que le quedaba ajustada en la espalda marcando sus omoplatos con unos pantalones. La camisa lo hacía parecer más musculoso y le combinaba perfectamente con su cabello marrón.

Salimos de su habitación, él se dirigió a la cocina para avisarle de su salida a la abuela y yo salí por la puerta principal hacia el garaje. Esperé ahí hasta que Nicolás también salió y abrió el portón con un botón, dentro estaba el auto amarillo de Nicolás y el azul de mis abuelos.

—Supongo que te has subido a una moto antes ¿no? —preguntó él yendo al final del garaje donde una moto Kawasaki Ninja 650r negra descansaba hacia un lado.

—Solo una vez. —contesté asombrada por la hermosa moto que tenía, aunque estaba entusiasmada por la idea de ir en moto por el camino de montañas me asustaban las motos, siempre me parecieron muy inseguras.

El Número 32Donde viven las historias. Descúbrelo ahora