Capítulo 4: La Cena

241 9 3
                                    

Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba para abajo, comenzó con mis ojos y termino en mis tacones negros que sobresalían por la falda. Él llevaba puesto un traje negro con una camisa blanca que tenía los primeros dos botones abiertos, llevaba el pelo peinado hacía un costado medio desordenado, se notaba que se había pasado la mano hacía un par de segundos para arreglarlo sin éxito.

No sabía por qué pero me sentía nerviosa, como una niña en su primer día de clases. Las manos me temblaban levemente y estaba como petrificada por su mirada, tenía un nudo en el estómago. Disimuladamente respiré profundo, tragué saliva y avancé. Nicolás se apartó para que yo fuese delante de él, aunque el terminó a mi lado y su mano izquierda en mi espalda como guiándome.

Deposité la llave de la habitación en el conducto que las llevaba al guarda llaves tratando de disimular mi temblor, aunque fue inútil puesto que me costó hacerla entrar. Cuando lo logré salimos al aire frío de la noche donde el Ferrari amarillo estaba estacionado. No pasaba para nada desapercibido, la gente se quedaba mirándolo y algunos hombres hasta lanzaban un silbido disimulado impresionados por él.

—¿Lista?— dijo apretando el botón para desbloquear las puertas.

—Sí— dije nerviosa por la idea de entrar a un auto de alta gama, ir al restaurant con Nicolás y estar todo el camino a solas con él.

Él me condujo hasta el asiento del acompañante y me abrió la puerta para que entrara. La gente a nuestro alrededor nos miraba como si fuésemos unos famosos que estaban escapando juntos de las cámaras debido a que estábamos vestidos muy formal para una persona común y había un Ferrari ahí mismo.

El auto por dentro era increíble tenía muchos juguetes y estaba todo muy iluminado pero ¿cómo era que una persona que pasaba todo el tiempo encerrado en su habitación en pijama, y vivía con la esposa de su abuelo, podía tener semejante coche? Era simplemente ilógico.

Él se subió en el asiento de piloto, prendió el motor y salió disparado por las calles con el motor rugiendo y llamando la atención de aquellas personas que no se habían enterado de que estábamos ahí. El auto solo parecía avanzar por las calles como una gacela corriendo, no se sentía ni el mínimo detalle de la calle.

A veces cuando parábamos en los semáforos sentía la mirada de la gente de las calles o la Nicolás, a las que yo ignoraba y continuaba viendo hacía el frente.

Al llegar él apagó el motor pero no se movía, solo miraba al frente. Yo no iba a esperar a que el me tendiera la mano para salir. Desabroché el cinturón de seguridad y este posó su mano rápidamente sobre mi brazo para detenerme. Respiró profundo y yo miré primero su mano sobre mi brazo y luego a él extrañada pero a la vez sorprendida de su tacto.

—Haces esto para vengarte— no lo dijo como una pregunta, fue una afirmación y me sentí muy desconcertada pero a la vez avergonzada. Lo había invitado para molestar a Jules, no porque lo querían ahí, aunque a decir verdad ahora me agradaba su presencia. —Jules no te contó de mí y yo no le agrado, por eso estoy acá. — restiró su mano y solo las dejo sobre sus muslos y me vio a los ojos. Sus ojos eran inexpresivos, no había una señal de desprecio, decepción o tristeza, simplemente eran como acusadores pero no de mala forma.

—Nicolás, perdón. No creí que te pudieras enterar, — dije agachando la mirada para evitar su mirada tratando de excusarme, pero era inútil, no tenía justificación que lo hubiese usado. —pero es genial que hayas venido, ya no hay marcha atrás. Tengo que aceptarte como una persona de la familia y podemos aprovechar de conocernos.

Elevé la vista nuevamente y ahí estaban todavía sus ojos observándome. Me sentí muy tota por haberlo usado como venganza para Jules, arrastrándolo hasta esa reunión de primos donde seguramente nadie lo quería ahí. Luego de un minuto apartó los ojos y se concentró en sacar la llave del contacto.

El Número 32Donde viven las historias. Descúbrelo ahora