Capítulo 3

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Sana nunca había apreciado tanto su cama como ese día.

Luego de clases intensivas de Química, y un entrenamiento en natación, casi podía jurar que sus músculos se iban a desprender de su cuerpo.

Una vez que llegó a su habitación, no se molestó en cambiarse de ropa y se lanzó sobre su cama, sintiendo como se dormía de forma casi inmediata.

Mientras tanto, Tzuyu no podía decir lo mismo, los gritos de su madre no eran la música perfecta para conciliar el sueño, por lo que, exasperada, decidió usar su teléfono para hablar con sus amigas.

Tzuyu: ¿algún panorama para la noche?

Momo: Tengo planeado dormir lo que resta del día, lo siento :(

Chaeyoung: Yo voy a salir con mis padres, al parecer, mi abuelo volvió a Corea y vamos a ir a recibirlo.

Mina: Yo tengo clases de ballet en unos minutos, así que no estaré disponible hasta más tarde.

Cerró los ojos y decidió tratar de ignorar los gritos de su madre y contar ovejas.

Pero cuando ya iba por la oveja número 83, supo que no iba a poder dormir esa noche.

Revisó un poco sus redes sociales, jugando algún juego ocasional, aburriendose a las 2 horas.

Y fue entonces cuando se le vino a la mente el número de Sana.

Miró la hora y el reloj marcaba las 10:30 p.m, así que esperó que ella también esté despierta.

Sin dudarlo más, marcó su número, casi de memoria, esperando a que contestara.

—¿Si? —la voz rasposa de Sana le indicaba que se equivocó y que Sana no estaba despierta.

—Siento si te desperté —se disculpó.

—¿Tzuyu? —la voz de la más pequeña sonó energética de repente—. Tranquila, no estaba durmiendo.

Para Tzuyu, era obvio que estaba mintiendo, pero trató de olvidarlo con el hermoso sonido de la voz de Sana recién despertando.

—Fingiré que te creo —se levantó de la cama y se sentó en su escritorio— ¿Estás ocupada?

—Por el momento no, pero en unos minutos voy a salir con mi mamá — Sana casi había olvidado la cena con su tío—. Pero eso es más tarde.

—¿No estás cansada? Juro haberte visto dormir no más de 15 minutos —preguntó directamente.

Sana se puso nerviosa y mordió su labio inferior— Una vez que llegué a mi casa, me dormí.

—Ah, claro —dijo Tzuyu, era obvio que iba a usar su tiempo libre en recuperar las horas de sueño que ella le quitó.

—¿Sigues sin poder dormir?

—Algo así —contestó dudosa—. Digamos que mi insomnio no es algo que dependa de mí.

—Oh, que mal —se lamentó Sana— ¿Haz probado con escuchar música?

Tzuyu frunció el ceño y miró sus audífonos encima del escritorio.

—No se me había ocurrido —conectó los audífonos y siguió hablando con la japonesa.

—Busqué en internet y dicen que la música relajante puede ayudarte a dormir —no sabía porqué, pero el hecho de que Sana haya investigado formas de quitar el insomnio le pareció extremadamente tierno—.  Puedes probar con el sonido de la lluvia, aunque yo no sea una gran fan, puede ayudarte.

—Gracias por el consejo —Tzuyu sonrió levemente, apoyando su cabeza en su mano— Aunque nada va a quitar mi insomnio mejor que una canción tuya.

La japonesa, sonrojada, mordió su labio inferior y soltó una pequeña risa.

Sana no sabía muy bien que decir, pues esos comentarios no eran algo que sus oídos escuchen habitualmente.

Se quedaron unos segundos en silencio, cada una inmersa en su propio mundo, pero disfrutando de la presencia de la otra.

—Te tengo que dejar, mi mamá me está llamando —habló Sana repentinamente.

—Gracias por pasar el tiempo conmigo —agradeció Tzuyu, rascándose la cabeza—. Y recapacita lo que te dije, estoy segura que si me sigues contestando el teléfono, voy a dormir como un tronco.

Sana se ruborizó, y avergonzada, se despidió de su... ¿Amiga? ¿Compañera? No lo sabía muy bien, pero lo único que le importaba era que Tzuyu la siga llamando por las noches, sin importar todo el cansancio que vaya a tener al otro día.

—Adiós Zhou Tzuyu —tomó un abrigo de su ropero y bajó las escaleras.

—Adiós Minatozaki Sana —se despidió con una sonrisa de oreja a oreja, sintiendo como el sueño la invadía, cerrando los ojos lentamente.

Cuando la línea se cortó, Sana ha había llegado al salón y ahora estaba siendo mirada por si madre y su tío.

—¿Con quién hablabas? —preguntó la señora Minatozaki con los brazos cruzados.

—Con Dahyun —mintió rápidamente, para luego ponerse su abrigo y caminar a la puerta— ¿Nos vamos?

Mientras tanto, cuando Momo salió de su casa, no esperó para nada ver a Dahyun parada en la entrada con unos platos en sus manos.

—¿Dahyun? ¿Qué haces aquí? Es tarde.

—Mi mamá le mandó esto a tu madre —murmuró despacio, moviendo sus pies con nerviosismo— En mi familia es tradición enviarle regalos a los vecinos cuando llegas a una nueva casa.

La más baja, extendió los platos hacia Momo, está última sonriéndole con cariño y tomando los platos, rozando levemente sus dedos con la mano de Dahyun.

—Gracias, le diré a mi madre que viene de su parte —la rubia le dió una sonrisa y se quedó ahí parada unos segundos— ¿No quieres pasar? Está frío afuera y puedes enfermarte.

—No, tranquila, tengo que volver a mí casa —se río levemente— nos vemos en la escuela.

Y se dió media vuelta, causando que el olor de su perfume inunde las fosas nasales de Momo.

—Nos vemos —suspiró la pelinegra, con una sonrisa y apoyada en el marco de su puerta, viendo a Dahyun caminar por la acera del frente.

Insomnio » SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora