Capítulo 8

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Ninguna de las amigas de Mina supo cuál fue el castigo que tuvo que afrontar la japonesa.

Y menos mal que no lo supieron.

La noche del viernes llegó y Tzuyu sentía sus manos sudar de lo nerviosa que estaba, su madre riéndose en continuas ocasiones del estado de su hija.

—¿Vas a traer un noviecito? Por qué hace tiempo ya que te escucho hablar con alguien por teléfono en las noches —comentó su madre, dándole una sonrisa y tomando un sorbo de su copa de vino tinto.

—No tengo por qué darte explicaciones —contesto seriamente, pero con sus mejillas sonrojadas.

A las 9:59 Tzuyu estaba parada frente a la puerta esperando a que den las 10, y una vez que las dieron, tocó el timbre.

Pero cuando la puerta se abrió, no esperó para nada la maravillosa vista que se le presentó ante ella.

Sana llevaba un vestido rosado palo de encaje en la espalda junto con unos tacones negros altos, haciendo que llegue a la altura de Tzuyu. Estaba levemente maquillada con un labial rosado brillante y Tzuyu no sabía si era rubor o la japonesa estaba sonrojada.

—Te ves hermosa —comentó Tzuyu sin siquiera pensarlo.

Minatozaki, avergonzada, contestó— Gracias, tú también.

La menor tomó la mano de la japonesa y la guío al auto de su padre, donde las esperaba el chófer.

—Buenas noches.

—Buenas noches —contestaron al mismo tiempo las dos chicas.

El auto partió y las manos de Tzuyu, extrañamente dejaron de temblar luego de que Sana le haya brindado una sonrisa.

No hablaron en todo el camino, pero tampoco fue algo que les molestara, pues el silencio no fue incómodo y les permitió pensar en sus propias cosas.

—Ya llegamos señoritas —habló el conductor, captando la atención de las dos distraídas chicas.

—¿Vamos? —dijo Tzuyu, alzando su mano frente a Sana.

—Vamos —contestó tomando la mano de la menor, dándole una sonrisa.

El conductor abrió la puerta de atrás y ambas chicas salieron de auto, siendo sorprendidas por algunas personas que estaban en la entrada.

—Señorita Zhou, acompañeme —habló una señora de mediana edad vestida con un traje negro.

La taiwanesa tomó la mano de Sana y le dió una cálida sonrisa, para luego caminar dentro de la gran mansión.

Cuando la puerta se abrió, el bullicio y el sonido de la música clásica inundó los oídos de ambas chicas. Tzuyu estaba acostumbrada a ese ambiente, pero para Minatozaki, esto era algo completamente nuevo.

Los mayordomos caminando con bandejas de comida y champagne, mujeres de mediana edad hablando de sus negocios mientras tomaban sorbos de vino tinto, discretas miradas puestas en la forma en la que de ella y Tzuyu se tomaban de las manos y obviamente, la sonrisa falsa de los padres de la taiwanesa.

—¿Vamos a saludar a mis padres o nos vamos a la mesa de comida? —preguntó Tzuyu, esperando que la opción que elija la japonesa sea la segunda.

—Vamos a saludar a tus padres, y luego a la mesa de comida —Sana no lo notó, pero el rostro de Tzuyu estaba levemente molesto con su decisión, sin embargo, no dijo nada.

Caminaron entre la multitud mientras de fondo sonaba una elegante pieza de piano. De vez en cuando Sana sentía miradas penetrantes de parte de hombres mayores, pero trató de no darles importancia.

Insomnio » SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora