Capítulo 6

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Cuando Sana entró a su casa, su teléfono sonó avisando la llegada de un mensaje.

Zhou Tzuyu
¿Tienes algo que hacer mañana?

Yo
Hasta ahora no, ¿Por qué? ¿Me vas a invitar a salir?

Zhou Tzuyu
¿Por qué de repente ya no eres la chica tímida de hoy en la tarde?

Y respondiendo tu pregunta, quería pedirte un favor.

Yo
¿Qué pasa?

Zhou Tzuyu
Tengo una cena con mi padre, pero él me va a llevar con mi mamá a una ceremonia de su trabajo.
Tengo que llevar un acompañante pero todas mis amigas están ocupadas mañana.
Así que, ¿Puedes acompañarme tú? Te juro que no será nada demasiado incómodo para ti, y si quieres irte, puedes hacerlo.

Yo
Déjame pensarlo.

Zhou Tzuyu
Gracias Sana Banana.

Yo
¿¡!?

Apagó su teléfono y se acostó en la cama, dándole vueltas a la pregunta de la taiwanesa.

A la mañana siguiente, Sana despertó algo cansada, pues estuvo repasando Biología lo que quedaba de tarde luego de su entrenamiento.

Al entrar a la sala de clases, algunos ojos estaban puestos en ella, más específicamente, los de las amigas de Tzuyu.

—¿Sana? ¿Todo bien? —preguntó Dahyun al encontrar a su mejor amiga parada en medio del salón.

Minatozaki se dió la vuelta y le sonrió a la más baja.

Cuando se sentó, el sonido de la puerta sonó y Zhou Tzuyu entró con una sonrisa deslumbrante.

Cruzaron miradas y la menor le dió una sonrisa que todo el salón notó, incluyendo a Dahyun, quién no quiso darle muchas vueltas al asunto.

Sana le devolvió la sonrisa y escondió su rostro en su libro.

Cuando la clase terminó, las dos amigas fueron interceptadas, nuevamente, por Chaeyoung.

—Dahyun, ¿porqué no vienes con nosotras? Momo me ha hablado mucho de ti —la recién nombrada miró a su amiga con pánico y trató de disimularlo con una sonrisa.

Dahyun miró a su amiga, como pidiéndole permiso, pero la japonesa simplemente se encogió de hombros y supuso que su mejor amiga no estaría incómoda con esa petición.

—¿Hace mucho que vives en Corea? —preguntó Mina, tratando de aligerar el ambiente.

—Hace 7 años que llegue —contesto Sana, quien sentía la constante mirada de Tzuyu sobre ella.

—¿Y por qué? —preguntó nuevamente Mina. Tzuyu miro a la castaña y sintió como desviaba su mirada.

—Mi padre murió y mi mamá decidió venir a vivir con mi tío aqui en Corea.

Dahyun miro a su amiga con pena y puso su mano sobre la de ella mientras Tzuyu miraba la escena, con la mandíbula apretada y su ceño fruncido.

—Lo siento mucho Sana —se disculpó la pelinegra.

—No es nada.

Siguieron hablando de la escuela, mientras Tzuyu y Momo parecían estar en otro lugar, hasta que el timbre sonó y todas se despidieron. Pero cuándo Dahyun se levantó de la mesa, su nombre fue nombrado por los parlantes de la escuela, llamándola para retirar sus cosas e ir a dirección, pues su madre la había ido a buscar.

La rubia se despidió con un beso en la mejilla de Sana y agitando la mano con las demás chicas, pero cuando iba a irse, se devolvió y le dió un beso en la mejilla a Momo, quién en shock, se despidió con la mano y una sonrisa.

De camino a su clase, Sana sintió como Tzuyu la seguía de cerca, por lo que apuró el paso y trató de dejarla atrás, pero como la taiwanesa era más alta, logró alcanzarla rápidamente.

—Tenemos matemáticas juntas —comentó Tzuyu a su lado.

—Sip, y con tus amigas también.

La más alta miró hacia atrás y se encontró con su grupo de amigas sonriéndole y alzando sus pulgares.

—Cierto —contestó desilucionada la menor.

—De todas formas, Dahyun tuvo que retirarse, así que me sentaré sola esta clase —los ojos de Tzuyu se iluminaron y Sana casi de arrepintió de ofrecerle sentarse con ella discretamente, hasta que la más alta le brindó una sonrisa que medio sonrojó a la japonesa.

Entraron a clases y Tzuyu no dudó en sentarse al lado de Sana, mientras la profesora entraba al salón y saludaba.

Pasaron algo de materia y Tzuyu parecía estar luchando contra el aburrimiento, dibujando cosas en su cuaderno y apoyando su cabeza en su mano izquierda, tapándole la vista a Minatozaki de su cuaderno.

—Deberías prestar atención.

La taiwanesa se dió la vuelta y miró con detenimiento a Sana.

—Luego me conseguiré los apuntes —se limitó a decir.

Sana suspiró con resignación y siguió mirando hacia delante, hasta que unos toquecitos en su hombro la distrajo. Minatozaki, distraída, se giró y se encontró con la mirada brillante de Tzuyu.

—¿Ya pensaste lo que te dije en la noche? —preguntó esperanzada.

La japonesa, quién le había dado vueltas al asunto toda la noche, le sonrió con ternura y asintió con la cabeza.

—¿En serio? —casi gritó Tzuyu, causando que la mirada estricta de la profesora la hizo callarse.

—Si —la castaña volvió su mirada hacia el frente, mientras sentía como la taiwanesa jugaba con sus manos.

—¿Y cuál es tu respuesta? —susurró la más alta, casi imperceptible por los oídos de Sana.

—Esa era mi respuesta —contestó con simpleza la japonesa, causando algo de confusión en Tzuyu, quién luego de unos segundos, abrió los ojos con sorpresa y sonrió.

El resto de la clase, Sana pudo escuchar como la taiwanesa cantaba despacio y chocaba sus dedos contra la mesa al ritmo de la música.

Al salir, Sana tuvo que resignarse a irse sola a casa, aunque siempre era así, le parecía extraño no despedirse de Dahyun antes de salir.

Llegó a la salida y unos pasos detrás de ella la desconcentraron, haciendo que se dé la vuelta.

El rostro sonriente de Tzuyu apareció en su visión y Sana casi sintió que su corazón se salía de su pecho.

—¿Me puedo ir contigo? —la inocente petición hizo a Minatozaki sonreír.

—Claro.

Caminaron en silencio y de vez en cuando, la taiwanesa hacia rozar a propósito sus manos, poniendo nerviosa a Sana.

Cuando llegaron al destino de la japonesa, quién se dió la vuelta y miró con una sonrisa a la más alta.

—Nos vemos mañana —se despidió.

—Nos vemos —sonrió la menor, dándole un beso en la mejilla, sonrojando a la castaña.

Sana se dió media vuelta y caminó hacia su casa, hasta que el grito de Tzuyu la detuvo.

—¡Espera, Sana! —la más baja se dió la vuelta y la miró con atención— Mañana vendré a las 10 a buscarte.

La japonesa, con una sonrisa, asintió con la cabeza y entró rápidamente a su casa.

—¿Hija, todo bien? —preguntó su madre al verla entrar con una deslumbrante sonrisa.

—Todo excelente.

Insomnio » SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora