Amor Mentiroso [+18]

Prólogo

La vuelta a casa se me estaba haciendo eterna, sólo quería llegar a mi pequeño apartamento y dormir en aquella cama que había echado tanto de menos. Un año en Londres era una experiencia increíble, pero el trabajo apenas me había dejado respirar y disfrutar de aquella magnífica ciudad y de lo que se esconde en ella, aunque tenía familiares londinenses poco sabía de ellos y conocía sólo a algunos de los que iban a visitar a mi familia en Ohio. En Londres había dejado atrás a grandes compañeros de trabajo y buenos amigos que echaría más adelante de menos, pero en Nueva York me esperaba mi trabajo y mi loca amiga Christy, no sabía nada de ella desde que partí, con el trabajo no podíamos comunicarnos más de diez minutos y nos era imposible.

Cuando pisé con mis propios pies el suelo del aeropuerto de Nueva York, dejé las maletas en el suelo y me estiracé lo más que pude, el ambiente por aquí ya olía a los neoyorkinos que siempre iban con prisa, una pequeña banda de no más de tres personas estaba tocando una pegadiza canción que me hizo acercarme a ver mejor de cerca y darle alguna propina, el guitarrista rubio de las rastas  me sonrió y dijo algo tan bajo que no llegué a escuchar, solamente sonreí y marché de allí antes de que me quedara a escuchar otra canción. El taxi me dejó frente a la entrada del edificio en el que vivía, bajé y miré hacia arriba, cuanto había echado de menos este viejo edificio.

-Señorita ¿quiere que le ayude? Esas maletas se ven pesadas- miré al taxista con esa gorra tan característica, negué con un movimiento de cabeza.

-Gracias pero puedo yo sola- el hombre se encogió de hombros y llevándose la mano a la visera me hizo un gesto de despedida, y el taxi empezó a moverse hasta que lo perdí entre el mar de taxis y coches que circulaban por la avenida.

Busqué torpemente las llaves de la entrada en el bolso y cuando di con ellas, abrí. Steven, el portero, parecía que no se había movido en todo este tiempo, estaba tal y como yo lo había dejado. Detrás del mostrador con la nariz metida en el periódico, al escuchar el ruido que estaba formando con tanta maleta, levantó la mirada y me miró- Hola Steven, veo que sigues igual.

-¡Amelia! ¡Qué bueno que estés de vuelta!- dijo mientras salía de detrás del mostrador y alzaba los brazos para recibirme en un abrazo, me estrechó en esos fuertes brazos dejándome sin respiración.

-Steven me estoy quedando sin aire en mis pulmones- dije riendo aunque era verdad, Steven me dejó en el suelo y cogí un poco de aire. Quizás fuera la única a la que este portero trataba como una amiga más, los demás vecinos eran personas mayores o algo gruñonas, secas, bla, bla bla. Steven empezó a trabajar como portero de este edificio a los pocos meses de yo haberme instalado y entre nosotros hubo una buena conexión a eso le sumamos que soy de la misma edad que él y nos entendemos- ¿Qué tal las cosas por aquí? ¿La Señora Smeller sigue preguntando que le pasó a su gata?

-No me recuerdes a la gata por favor, apareció a los pocos meses con una camada de mini-gatitos y ahora cualquiera se acerca por la casa de esa vieja loca de los gatos- hizo una pausa cuando uno de los que vivían en aquel edificio pasaba por nuestro lado sin tan siquiera saludar, nunca antes había visto a ese hombre, Steven al ver la cara rara que puse pareció leerme la mente y se adelantó a decir- Ese era Marcos, Marcos Rodríguez, parece que trabaja para un grupo mafioso- reí al ver que tenía razón con eso que acaba de decir.

-Oooh ten cuidado con él, seguro que lleva una pistola bajo ese jersey- bromeé dándole un pequeño puñetazo en el hombro.

- Con eso no se juega ¿y si es verdad que la lleva?- dijo poniendo cara de interesante, le miré divertida y sonreí al ver el gesto que hizo de sacarse una pistola y empezar a apuntar a todos lados. Agarré la maleta y me preparé para subir por aquellas infinitas escaleras-el ascensor ya está en funcionamiento- comentó Steven volviendo a su puesto de trabajo.