Capítulo extra

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Escuchó el viento sacudiendo las ramas de los árboles y miró por la venta una juguetona ráfaga levantando hojas que bailotearon entre y alrededor de los farolillos colgados de edificio a edificio. El viento era fuerte y constante, tanto que los faroles se mantenían inclinados la mayor parte del tiempo.

El cielo gris y el ambiente nostálgico envolvían los edificios, negocios y casas de Konoha y, por las frías calles, los niños no dejaban de correr emocionados mientras algunos adultos abrigados caminaban despacio, como entumecidos.

Beha, tras sacudirse suavemente, sonrió viendo las luces de la calle encenderse una a una anunciando que la noche no tardaba en llegar, igual que su amado esposo a quién había acompañado a esa serie de reuniones en la aldea donde su padre era Hokage.

Volvió la mirada al interior de la habitación cuando un quejido suave llegó a sus oídos y poniéndose en pie, dejando sobre el sofá en que estaba sentada ese libro que leía, caminó hasta la cama donde ese pequeño que amaba con toda su vida se había descobijado al girarse dormido.

Beha arropó al pequeño de un año y se recostó a su lado mirando embelesada eso con que siempre soñó tener, la prueba de un amor que creía no podría vivir pero que ahora disfrutaba día con día.

Gaara entró a la habitación dónde se quedaba mientras sus negocios con Konoha terminaban, y miró enternecido y embobado su escena favorita: A su mujer y su hijo esperando a por él.

Sonrió, tan bobo y feliz como se sentía. Esa familia era una que no se atrevió a soñar, pero que ahora tenía y protegería de todo porque la amaba demasiado.

Beha había cambiado su mundo, y a él. De pronto se encontró sonriendo ante todo lo que ella hacía y decía, ni hablar de lo que en él provocaban sus gestos y pucheros. 

Gaara sonreía cuando Beha le miraba seria, cuando le hacía pucheros y, sobre todo, cuando ella sonreía. Beha, en definitiva, tenía la sonrisa más bella del mundo, mucho más cuando miraba ese pequeñito que era de ambos.

Entrando a la habitación dejó las bolsas sobre la mesa de centro, se quitó el abrigo y lo puso en uno de los sillones junto a su maletín; entonces caminó a la cama y se recostó con ese par que eran su vida.

Kakashi, que pasó de rato por el pasillo de su casa, vio con ternura como su hija sonreía mirando a un par de chicos, uno no tanto y el otro demasiado, que dormían a su lado. Luego le miró a él, ambos sonrieron, y él bajó a la cocina.

—También quiero uno —dijo Beha apareciendo detrás del peliplata.

Kakashi asintió y sirvió otro tarro de café para la chica que se acomodaba en un espacio de esa mesa.

—¿Eres feliz? —preguntó Kakashi Hatake, aparentemente de la nada.

—La más feliz del mundo —respondió Beha sonriendo.

—Entonces está bien —musitó el Sexto Hokage sonriendo a la que le sonreía.

De pronto, el sonido del viento batiendo el exterior fue mitigado por el sonido del agua cayendo sobre la dulce tierra de Konoha, provocándoles mirar a la ventana tras el fregador.

—A ella le gustaba el olor a tierra mojada —dijo Beha con la expresión apagada—, también a mamá; a ambas les gustaba mucho ese olor.

—Ellas eran muy similares —soltó Kakashi tras garraspar, el comentario de su hija le había entristecido un poco.

—Eran igualitas —indicó la peliplata—, sus personalidades eran más parecidas que nuestras apariencias. Por eso chocaban tanto, supongo.

» Ninguna era honesta consigo misma, ambas pretendían ser fuertes; lo hicieron tanto y tan bien que terminaron siéndolo de verdad. Ambas eran inteligentes, y eran testarudas a más no poder. Les gustaba ganar, les gustaba ser la mejor y lo fueron. Vivían para proteger, y murieron haciendo lo que creían era lo correcto.

Beha terminó llorando; queda y tranquilamente dejó correr sus lágrimas sin apartar la mirada de la ventana donde las gotas de agua simulaban su dolor rodando por sus mejillas.

Kakashi colocó su mano sobre el puño de la chica, atrayendo su atención. Beha miró a su padre y sonrió lacónica.

—¿Estás bien con todo esto? —cuestionó Kakashi y Beha asintió.

—Las extraño mucho, pero no voy a reprochar sus decisiones. Ambas hicieron lo que creyeron correcto, no me queda más que agradecer por ello porque, de todo el mundo, soy la que más ganó a pesar de haber perdido tanto. Lamento tu pérdida, sin embargo.

—También gané mucho —aseguró el apacible Kakashi—, ahora estás aquí, de vez en cuando, al menos, y tengo un nieto. Es mucho más de lo que he tenido nunca. Y, aunque te juro que no es suficiente, está bien.

—Pienso lo mismo. No es suficiente, pero está bien. Está bien que yo las recuerde, y que las recuerdes conmigo, porque éramos familia aunque no estuviéramos siempre juntos, aunque difiriéramos tanto y aunque peleáramos; éramos familia porque nos amábamos, porque haríamos todo por quienes amamos. Estoy agradecida de que, aunque yo no tuve la fuerza de hacerlo, ellas tuvieran el valor de dar todo por mí.

—Eras su pequeña, de ambas —dijo el hombre—, también eres mi pequeña amada, y él te ama. Eres afortunada. La afortunada sobreviviente de "El Clan".

—Un clan que ahora solo queda en mi corazón, y que vivirá para siempre solo en mis memorias.

—Eso suena triste y conmovedor. Debería ponerlo en uno de mis libros.

—Eso ya está en uno de MIS libros, deberías leerlo de una vez por todas.

—El drama no es lo mío —refunfuñó Kakashi—, pero si tuviera suficiente erotismo seguro que me aguanto las cursilerías.

—No voy a escribir nada erótico, padre pervertido —aseguró Sabaku no Beha, la autora detrás de una serie de dramáticas novelas firmadas con el seudónimo de Beka H, una escritora que contó y contaría la mejor versión de todo lo malo que, dentro y fuera del clan, pasó. 


—Fin—

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again xD


Gracias por leer. Besos, hermosuras. 

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2020 ⏰

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