Dyana

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Caigo, caigo y no dejo de caer... es un lugar completamente oscuro y nada acogedor. Tengo la necesidad de aferrarme a algo, lo que sea para dejar de lado el vértigo que se hace cada vez más presente en mi estómago.

Como por arte de magia, un fuerte y marcado brazo me agarra la mano, parando en seco mi rápida e incesante caída. La extremidad me levanta poco a poco y conforme subo, me doy cuenta de que no es sólo una parte de un cuerpo, no. Es un alguien con ojos azules que me miran de una forma que me hacen sentir incómoda y al mismo tiempo tengo la sensación de  necesitar cubrirme con algo. "No te dejaré ir" son sus palabras antes de soltarme para seguir cayendo a la profunda e infinita oscuridad.

Despierto con una fina capa de sudor bordeando mi cuerpo. Respiro muy rápido, me estoy hiperventilando. Miro alrededor y me sorprendo al notar que estoy en mi habitación ¿cómo llegue aquí? No puedo recordarlo. Sobre lo anterior a eso sí que lo recuerdo. Me estremezco al rememorar los sucesos. ¿Qué había logrado conmigo? Cierro los ojos y me concentro en lo posterior a eso hasta que una insufrible jaqueca hace que me contraiga de dolor. Es entonces cuando caigo en cuenta de que no traigo nada más que un delgado camisón que no recordaba haberme puesto.

Casi instantáneamente el nebuloso recuerdo de un sueño pasa por mi mente. Ojos azules y palabras sin sentido reclaman tanta atención que se me olvida la jaqueca a pesar del dolor.

Volteo a ver la ventana junto a mi cómoda y el amanecer se hace presente poco a poco... caída, caída... ¿qué me está pasando?

Decido que tengo que salir, principalmente a ver a Will e investigar si sabe algo. Me preparo, poniéndome un no muy ostentoso vestido color marfil con rosa pálido en el encaje y cintas de atrás.

Apenas pongo un pie fuera de mi cuarto, una figura encapuchada sale de entre las sombras, como si hubiese esperado que saliera lo cual no tiene sentido porque no tiene uniforme de guardia.

-Princesa Dyana es... un placer verla consciente- ¿qué? ¿Él me vio dormir?... aterrador- Vaya que es muy bella- su mirada me recorre el cuerpo y siento aquello que he sentido antes pero ¿dónde? Sus ojos azules son tan... un momento, ojos azules, se me hacen familiares.

-Gracias- ¿qué más puedo responder?

-A propósito soy Alex- se quita la capucha, dejando ver su elegante atuendo de persona adinerada.

Hago una ligera inclinación de cabeza a modo de respuesta y me encamino a la habitación de Will pero siento un tirón en el brazo.

-Princesa, pensé que debería saber que el horrible ser que le hizo esto está esperando el momento de su ejecución.

-¿Qué está qué? ¡Aquí no ejecutamos a nadie! ¿Quién dio esa orden?- preguntó más horrorizada que indignada.

-A decir verdad yo, su alteza- su aire de suficiencia me colma la paciencia casi por completo pero entre casi y totalmente hay una diferencia abismal por lo que logró mantener la calma.

-¿Y quién es, con todo respeto, usted para dar órdenes en mi reino?

-Perdón por no haberme presentado como es debido- se arrodilla ante mí- Príncipe Alex Loughton a sus servicios.

Oh no, no puede estar pasando un príncipe en el castillo después de él sermón de papá.

-Y, si se puede preguntar... ¿a qué vino exactamente?

-A cortejarla, si se me permite responder- ¿acaso está loco? Cortejar no es la palabra más usada para decir lo que sea que haya querido decir.

Estoy a punto de replicar cuando suena la campana principal y un guardia se apresura a llegar hasta nosotros.

-Señorita,  se solicita su presencia en las puertas principales. Son ordenes directas del rey.

-¿Sabes el por qué?

-Claro, todo el mundo lo sabe. Han llegado 4 príncipes y la esperan ansiosamente.

-A mm ense... enseguida voy- Cuánto príncipes con intenciones claras: contraer matrimonio conmigo. No, no son 4 son cinco contando con Alex.

-Tengo que atender- le digo a Alex que mira al guardia enfurecido.

-Claro, no hay problema.

Me retiro con paso firme escoltada por el guardia y miro al príncipe de reojo. No sé si será mi imaginación o es la realidad porque me parece ver a Alex rodeado de un aura opaca.

Mis piernas largas me permiten seguir el paso del guardia y pronto llegamos a la parte más grande del palacio: la sala del Trono. Ahí veo a Will apostado junto a mi padre, sentado en su trono. Al lado está mi madre y junto a ella otro guardia que me parece vagamente familiar.

-Con ustedes, la princesa heredera al Trono... Dyana Otoñel Ruffine- odio cómo suena mi nombre completo.

Todos voltean a verme y cuando digo todos es porque no hay solo 4 hombres ahí.... hay alrededor de 200 más.

El primero en reaccionar es un chico de pelo castaño y ojos verdes, extraña combinación a mi parecer. Se acerca a mí y hace una gran reverencia, luego se levanta y toma mi mano para besarle.

-Princesa, es todo un gusto conocerla al fin, me presento- se aclara la garganta- Soy el príncipe de Moscú Aleksei Ivanov.

-Igual es un gusto príncipe Aleksei- respondo con toda la cortesía que puedo reunir.

Entonces el siguiente chico al que podría describir como morenito con ojos negros, se adelanta acaparando mi atención.

-Yo soy el príncipe Miguel Hernandez de México y quiero decirle que cuando quiera le invito unas enchiladas- No tengo idea de qué son 'enchiladas' pero de primera impresión me agrada.

-Creo que me encantaría- respondo totalmente divertida.

El siguiente en dar un paso al frente es rubio con ojos café avellana.

-Yo soy...- Pero nunca llegué a saber su nombre porque en ese momento la gran lámpara que colgaba de aquella sala cayó casi sobre mi, ya que el príncipe que se estaba presentando me empujó bruscamente y cuando intentó correr resbaló y el pesado objeto aterrizó encima de él.

No sé qué hacer ni cómo reaccionar y entonces reparo en la presencia de Alex al otro lado de la sala, sonriendo maliciosamente en dirección a mí. Fue ahí cuando se me ocurre ¿por qué no se había presentado como todos los demás y al mismo tiempo que ellos?

Siento unos brazos alrededor de mi cintura jalándome hacia atrás y cuando me volteo, es Will como siempre, conmigo.

-Te llevaré a salvo Dyn no te preocupes- pero en lo único que podía pensar era en esas palabras que de repente regresaron a mí:

"No te dejaré ir"

Amor enfermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora