Capítulo 2

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Puede ser que me surjan dudas
Puede ser que no esté a la altura
Pero siempre me lanzas un cable
cuando más necesito enchufarme 

...

Gabriel abre un ojo despacio y la luz que entra por la ventana le da de lleno en los ojos. Él siempre duerme en completa oscuridad, por eso odia cuando se le olvida bajar la persiana y los primeros rayos de luz de la mañana le dan directos en la cara. Eso es peor que el sonido estridente de la alarma del móvil.

Bosteza apretando los ojitos y se da cuenta que tiene la boca pastosa después de toda la noche durmiendo. Necesita lavarse los dientes con urgencia. Una lágrima se le escapa de esos ojos somnolientos que luchan por acostumbrarse a la luz y mantenerse abiertos. Pero cuando va a restregarse las manos en ellos algo se lo impide.

El peso muerto que tiene durmiendo sobre su brazo derecho hace que frunza el ceño y se le acelere el corazón por un segundo. Por un momento había olvidado por completo que Renato estaba durmiendo a su lado en aquella cama de hotel. Suspira mientras lo ve dormir, con esa expresión tan calmada y tan poco habitual en él, siempre despierto, siempre descarado y provocativo.

Tiene la boca entreabierta formando una diminuta o con los labios por la que sale y entra el aire con lentitud. Y Gabriel tiene que hacer un esfuerzo enorme por controlar lo que provoca esa boca en él. Y tiene que hacer un esfuerzo todavía mayor cuando los recuerdos de la noche anterior empiezan a llegar a su mente y recuerda cómo esos labios se movían pecaminosamente alrededor de su pija.

Su erección mañanera palpita y como si fuese un reclamo Renato comienza a despertar a su lado, batiendo sus pestañas despacio y frunciendo su naricita de botón cuando está tan cerca de su pecho que el vello que tiene le hace cosquillas en ella.

-Buen día...

La voz de Renato es áspera pero el marrón de sus ojos nunca ha sido más intenso.

-Buen día.

-¿Qué hora es?

-Temprano, aún no sonó la alarma.

Renato se estira debajo de las sábanas, moviendo sus brazos y sus piernas largas y haciendo una mueca exagerada con la cara. Uno de sus pies choca contra Gabriel y ambos cruzan la mirada un segundo casi imperceptible.

-Perdón.- Gabriel sonríe indicándole que está todo bien y observa cómo el chico gira su cuerpo en la cama para mirarlo de frente.- No estoy acostumbrado a dormir acompañado.

-Yo tampoco.

Le mira cariñoso pero puede ver cómo la sonrisa de Renato empieza a torcerse mientras mira distraído las sábanas de la cama.

-Esto se acaba.- Dice de pronto en un susurro.

No hace falta que diga más, sabe de qué está hablando. En cuanto se termine la gira se termina todo. En cuando se termine la gira ya no se ven más. En cuanto se termine la gira no volverá a tener una excusa dentro y fuera de la ficción para besar esos labios que ahora comienzan a hacer un puchero.

-Sí...

-Vos... Quiero decir...- Renato comienza a pasar un dedo por los dibujos de la sábana, teniendo así algo que mirar que no sea a él.- Si vos querés...

-¿Mmmm?

-Si vos querés no tiene por qué acabarse.- Sus ojos por fin conectan.- Lo sabés, ¿no?

Gabriel desploma la cabeza en la almohada cerrando los ojos. Han tenido esa conversación más de una vez y nunca han llegado a nada, sólo a un punto muerto en el que se hacen daño los dos.

-No empecemos de nuevo, Tato...- Suspira.

Porque no sabe cómo seguir esa conversación si vuelven a tenerla. No sabe cómo seguir eso que tienen entre los dos que nunca se han atrevido a poner nombre por miedo a que se haga más real de lo que ya es.

-Perdón...

La voz de Renato es lastimosa y triste y siente que se le parte el alma al escucharlo. Pero no sabe qué decir. Simplemente sabe demostrarle todo lo que siente.

Gabriel se inclina hacia él y le da igual si tiene que lavarse los dientes o si la boca de Renato sabe al último cigarrillo que fumó después de garchar horas antes. Lo besa con ganas metiendo la lengua en su boca y succionando con ansias sus labios. Porque no sabe de qué otra forma decirle todo lo que siente por él sin mandar todo a la mierda.

-¿Sabés?- Renato lo mira con una sonrisa pícara y cómplice cuando se separan.- Hasta los Martín Fierro del año que viene aún tenemos tiempo...

Y Gabriel se ríe tan fuerte que tiene miedo que Gastón los oiga en la habitación de al lado. Porque Renato es así, impredecible, y cuando cree que todo se acaba con él este le devuelve el beso y lo llena de esperanzas de que van a seguir así, en esa historia tortuosa y loca que ni ellos entienden pero necesitan.

Porque sabe que Renato es el fuerte de los dos. O quizá no, pero es el papel que ha querido tomar en ese algo que tienen que no saben qué es.

Porque a él siempre le surgen dudas y cree que lo que están haciendo es una completa locura. Y cuando eso pasa siente que no está a la altura ni de Renato ni de esa relación. Pero cuando eso pasa siempre está ahí Tato, su Tatito, para lanzarle un cable cuando más necesita enchufarse. Y entonces vuelve con energías renovadas.

Amasijo de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora