Capítulo 7

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Puede ser que me quede a oscuras
y mantenga la compostura.
Porque siempre me lanzas un cable
cuando más necesito enchufarme.

...

-¡Chicos, les toca grabar!

Renato abre un ojo despacio cuando escucha una voz llamándoles desde el otro lado de la puerta del camerín. La noche anterior se había quedado dormido hasta entrada la madrugada leyendo uno de los libros que las fans le habían reglado y había terminado sucumbiendo al sueño en uno de esos parones interminables que había entre escena y escena.

Odia las siestas cuando no puede dormir todo lo que quiere, después se despierta y se pasa el resto del día medio sonámbulo. Si ya es colgado de por sí ahora iba a estarlo mucho más.

Suelta un gran bostezo mientras estira los brazos y las piernas intentando desperezarse y el dedo gordo de uno de sus pies roza algo. Había olvidado que no estaba solo...

Gira la cabeza y allí está a su lado. Gabriel. Gabi. Él con la ropa de Blas.

Termina de girar su cuerpo y rueda en la cama más cerca de él. Está dormido, con la boca medio abierta, soltando pequeños suspiros tibios que llegan hasta él. Es la primera vez que tiene a Gabi tan cerca y puede observarle sin sentir que está haciendo algo mal, sin sentir la mirada curiosa de otra persona sobre ellos.

Puede mirar despacio cada uno de sus rulos despeinados, pasar sus ojos lentamente por su nariz y detenerse un rato a mirar esa pequeña peca que Gabi tiene en la mejilla...

Renato traga saliva cuando siente el impulso de alzar la mano y acariciarlo. Sabe que no debe hacerlo, pero la palma de su mano empieza a picarle pidiendo contacto con la persona que tiene a escasos centímetros de él.

-¡Chicos, vamos!

Se asusta y mira la puerta cerrada del camerín volviendo a la realidad. Tienen que ir a grabar enseguida si no quieren meterse en problemas. Suspira apenado por que se termine tan pronto ese momento, esa oportunidad que tiene de mirar a Gabi todo lo que quiere sin tener que fingir indiferencia.

Vuelve a girarse cerca de él pero esta vez hay algo diferente. Esta vez unos ojos verdes le devuelven la mriada.

-Hola.

Gabriel tiene la voz adormilada y los ojitos cansados, pero su mirada es tan intensa incluso con los párpados medio abiertos que siente que le traspasa.

-Hola.

Y se quedan así, casi a oscuras en ese camerín de Polka que tantas veces han compartido, tumbados en la cama uno muy cerca del otro.

No dicen nada.

Sólo hay silencio.

Sólo hay miradas.

Sólo están ellos dos.

Y aunque pueda parecer que está muy tranquilo, que no pierde la compostura, por dentro hay un huracán removiendo todas sus entrañas y sacudiendo su cabeza. Un huracán poniendo su mundo patas arriba. Un huracán que se llama Gabriel.

Entonces siente los dedos de Gabriel en su cintura y su corazón late fuerte aunque sus miradas no pierdan la conexión. Y sus caderas hormiguean al sentir que lo acaricia despacio, casi imperceptible, casi sin quererlo.

-¡Chicos!

De nuevo esa voz que los llama y los nudillos tocando la puerta. Y los dos se levantan despacio, intentando dilatar ese momento lo más posible. Pero acaban saliendo de allí y volviendo a la realidad fuera de la burbuja que se forma cuando están juntos.

Pero no importa porque Renato lo ha sentido. Ha sentido a Gabriel. Ha sentido sus mismas ganas, su misma ansia, su mismo huracán interno.

Siempre que tiene dudas, siempre que siente que esos sentimientos nuevos y extraños en su interior, él hace algo. Algo tonto y mínimo que le da esperanzas, como un cable al que enchufarse para tener fuerzas de nuevo y seguir sintiendo ese huracán llamado Gabriel.

Amasijo de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora