Me cuelgo tanto en el que dirán
miro hacia abajo y se doblan mis piernas.
Tú estás al margen de los demás
lo que puedan pensar te importa una mierda....
Realmente no sabe cómo pasó. Cómo llegó a ese punto sin retorno en el que nada es suficiente y su vida no brilla. Siente que ya nada tiene sentido. Que todo lo que pasa a su alrededor sólo es una sucesión de hechos sin importancia ni relación. Es un mero espectador de su vida. Lo es. Lo sabe. Pero no encuentra la forma de volver todo atrás.
Volver a cuando él estaba en su vida...
Gabriel alza la vista, con la mirada perdida en algún punto de esa cocina que conoce tan bien. En realidad no está mirando nada. Hace tiempo no mira nada. No de verdad. Le gustaba ver el mundo a través de los ojos de Renato. A través de su cerebro loco, despreocupado y descarado que le hablaba y no entendía bien qué le decía.
Y ahora sólo mira sin ver. Sólo permanece ahí parado sin hacer nada. Sin sentir nada.
Una figura rápida y borrosa pasa cerca de él, le da un beso en la mejilla y ríe risueña mientras habla. Y él sigue perdido e esa nebulosa imprecisa de emociones en la que se ha convertido.
-Vuelvo en un ratito, amor.
-Mmmm.
Contesta con un gruñido, con un amago de palabra que no acaba siendo nada.
-¿Estás bien, Gabi?
Por fin enfoca la vista y la mira. La está mirando. De verdad que lo está haciendo. Pero no la ve. No la ve como a él.
-Sí, todo bien.
Miente con la voz monótona y con los ojos apagados. Hace mucho tiempo que se mira al espejo y no tiene los ojos encendidos. Ella sonríe complacida y se va.
Y él vuelve a quedarse ahí solo, en esa cocina que sigue siendo el escenario de esa obra patética que lleva semanas actuando. Su mejor papel. El escenario de la nada misma. Porque Gabriel no es nada. No sin él. Y lo sabe. Y le duele todavía más saberlo.
El teléfono vibra sobre la mesa y las notificaciones llegan a él. Pero le importan poco o nada. Mira distraído sus diferentes redes sociales, esas donde todos muestras su supuesta vida perfecta. Y sabe que una sonrisa amarga ha cruzado su rostro al ver cómo sus amigos posan felices en pareja o veranean en algún lado de la costa mostrando siempre esa felicidad tan perfecta que no se acaba de creer.
Y entonces una notificación. Un aviso que le recuerda que Renato sigue ahí, en su vida, aunque sea de forma virtual. Ha subido una imagen a Instagram y cuando mira la imagen siente que vuelve a ver. Porque lo está viendo a él.
Su corazón palpita con vida cuando ve ese revoltijo de colores azules que es el pelo de Renato. Y palpita con dolor cuando se da cuenta que no puede hundir sus dedos en esa maraña de pelo azul, ni acariciarla, ni preguntarle entre risas cómo demonios ha acabado con el pelo de ese color.
Está hermoso. Todo le queda hermoso...
Tiene los dedos manchados de pintura. Siempre manchados de pintura. Y se acuerda de sus charlas de arte, de cómo le enseñó a hacer un grafiti medianamente decente o cómo sus uñas negras por la pintura recorrían su pecho y bajaban todavía más abajo para darle un placer que sólo él le ha sabido dar.
Mira su bañador rojo, ese que esconde esa uve perfecta que tantas veces ha recorrido con su lengua antes de hacerlo suyo. O viceversa.
Gabriel tiene que apretar la mandíbula para que no le duele todo el cuerpo por lo mucho que lo extraña. Por lo mucho que cada centímetro de su piel lo añora.
Duele. Duele de verdad todo lo que extraña a Renato.
Y lo único que apacigua un poco ese sentimiento, lo único que le consuela algo el corazón, es ver que los ojos de Renato tampoco brillan, tampoco son lo que eran cuando estaba con él, tampoco miran y sólo ven.
Gabriel apaga el teléfono intentado borrar de su mente esa imagen. Aunque sabe que ya es imposible. Pero no dice nada y sigue ahí sentado en la mesa de esa cocina, con la mirada perdida y el corazón roto. Porque sabe que se cuelga demasiado en el qué dirán y que si mirase hacía abajo vería sus piernas temblar.
Pero el pendejo está al margen de los demás, a él todo le importa mierda. Él es fuerte, mucho más que él. Y sólo espera que Renato también esté pensando en él. Aunque suene egoísta y retorcido. Sabe que es un mierda, pero necesita creer que Renato también mira sus fotos y le duele.
Que le duele tanto como a él.
Que le importa tanto como a él.
Que le extraña tanto como él.
Que tampoco sabe vivir la vida sin él...
Gabriel suspira derrotado. Su vida no tiene ningún sentido desde que Renato no está en ella....
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Amasijo de huesos
Lãng mạn"Dícese de aquella persona o ser vivo que amas sin medida, que hace que tu existencia tenga sentido y con quien más deseas compartir tu tiempo, tu espacio y tus buenos y malos ratos de humor. Novios, amantes, mascotas, maridos, padres, suegros, veci...