Capítulo 8

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Cada vez que me miro al espejo y me veo distinto
Me pregunto si debo esperar o pasó mi momento

¿Cómo puede caber en tu cuerpo todo ese talento?
¿Cómo puede caber ahí dentro?
En ese amasijo de huesos

...

Se acaricia el pecho a sí mismo, pasando la yema de los dedos por el contorno de sus pectorales cada vez más marcados y bajando suavemente la mano hacia abajo. Recorre ese camino de vello que ha crecido un poquito, pasando de largo de su ombligo y deteniéndose en esa marcada uve que desde hace unas semanas se hace más presente en él.

Reconoce que nunca había tenido tan buena forma física y eso que no le gusta cuidarse o entrenar. Un par de partidos al mes con los chicos en la cancha y salir a correr algún día, pero nada más. Y de una parte ahora siente que si se mira al espejo su cuerpo parece de otro, se siente distinto.

Renato se lo había hecho notar esa noche cuando pasó sus largos dedos por su vientre en la cama y dibujó líneas invisibles sobre él. Había sonreído con ojitos lujuriosos y le había dicho más de un piropo subido de tono. Y él se había puesto rojo, le había llamado chamuyero y habían acabado haciendo el amor entre risas.

Pero ahora está ahí frente al espejo del baño y realmente siente que no se reconoce, no reconoce a la persona que le devuelve la mirada, aunque sea verde, en el reflejo.

Siente unas manos acariciar su espalda y una cabecita aparece tras de él mirándole a través del reflejo del cristal. Gabriel sonríe y echa la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro del chico y este le abraza fuerte por la espalda, dejando pequeños besos en ese hombro que también parece más musculado que antes.

-¿Vos viste el bombón que me estoy comiendo?

Gabriel suelta una risita y rueda los ojos, acariciando los brazos de Renato que se enredan en él.

-Si lo que querés es repetir...

-No me hace falta chamuyarte si quiero repetir.

Renato le guiña un ojo al espejo y él se muerde el labio. Es verdad, el menor es su debilidad y no hace falta que se esfuerce mucho para tenerlo rendido a sus pies.

-Pendejo calentón.

-Creo recordar que fuiste vos quien me mandó un mensaje bastante explícito ayer pidiendo que viniera.- Gabriel frunce los labios algo avergonzado.- Yo sólo cumplo tus órdenes.

-Qué bobo que sos.

-Y vos qué hombre...- Renato le da un beso en el cuello y acaricia sus brazos.- ¿Cuándo te pusiste así? Cuando te conocí eras un gordito.

-Callate.

Gabriel rueda los ojos pero reconoce que él tampoco es consciente cuándo pasó que su cuerpo y todo él había cambiado tanto que era casi incapaz de reconocerse al espejo. Pero quizá cierto pendejo descarado tenía la culpa de todos los cambios físicos y mentales que vivía en su vida desde hacía un tiempo.

-¿Cuándo voy a poder ver esas fotos calientes que te sacaron ayer?

-No son fotos calientes...

-Me mandaste una y ya hiperventilé.

Rio bajito. El día anterior había tenido una sesión fotográfica bastante larga con un fotógrafo conocido. Se había sacado fotos en las que según Machadito iba a enloquecer a cualquiera. Pero él prefería no pensar en eso o se iba a poner tan rojo que iba a cancelar la publicación de las mismas.

Le había sacado una foto a la pantalla de la computadora del fotógrafo y le había mandado un adelanto a Renato. El menor es un colgado con el teléfono pero había tardado dos segundos en contestar con una hilera gigante de emojis babeando y la promesa de hacerle de todo por lo caliente que le había puesto una sola fotografía.

-Te prometo que en cuanto Machadito las quiera publicar serás el primero en verlas.

-Más te vale...- Los ojos de Renato entristecieron ligeramente.- Si no puedo gritar a los cuatro vientos lo potro que sos al menos dejame ser el primero en disfrutar de ellas.

-¿No exagerás un poquito, vos?

-Ayyy ayyyyy ay ayyyy Gallicchio... No tenés ni idea de lo que sos.

Renato mueve las caderas y aprieta su erección mañanera contra su trasero, haciéndole notar todo lo que provoca en él, y Gabriel hace una mueca con la cara que se refleja en el espejo del baño. Todavía le duele el culo de todo lo que garcharon la noche anterior, pero Renato tiene el gran talento de conseguir que haga todo lo que él quiera sin importar qué sea.

-¿Te duele?

-Un poco...- Se queja.

Pero siente las caricias del menor en su trasero y se relaja dejándose hacer.

-Vamos a la cama.

El susurro de Renato en su oído le eriza la piel y sus pies lo siguen automáticos hacia la habitación.

Su cuerpo ha cambiado, ha cambiado mucho gracias al efecto que Renato Quattordio tiene en él.

Amasijo de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora