Capítulo VIII: La receta del desastre

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Regina Mills

Normalmente en clase siempre estaba atenta, tomaba apuntes obsesivamente y preguntaba por todo. Pero aquel día había estado básicamente ausente. No dejaba de pensar en Emma y en que estaba en el hospital. Aquella tarde le daban el alta… y había acordado con Ruby darle una pequeña fiesta de bienvenida. Normalmente odiaba las fiestas, pero sabía que eran del gusto de la rubia. Y quería que se sintiese especial.

Mi buena amiga Mal ya me pasaría los apuntes como había hecho un millar de veces por ella. Cuando salí de clase los profesores me habían preguntado mil veces que si me pasaba algo, que por qué estaba tan callada. Les extrañaba que su alumna de nueve con noventa y siete de media, la primera de la promoción, se mostrase tan distante.

Afortunadamente, al decirles que mi hermana estaba enferma, lo pudieron entender. A pesar de todo, me sirvió como toque de atención. No podía estarme desconcentrando. Zelena me estaba esperando para ir a buscar a Emma y después llegar a casa. Siguiendo los consejos de Ruby había preparado una tarde de pizza y videojuegos. Lo más probable es que cualquier tipo de fiesta que pudiese organizar yo, hiciera que Emma se quedase dormida.

Emma Swan

Cuando me hicieron el cambio de vendaje comprobé que mis heridas estaban casi cerradas. Para el día siguiente ya no tendría que llevarlo, me habían dicho. Y lo cierto es que ya me iba para casa. Estaba ya vestida, esperando, desde muy pronto. Se me hizo una eternidad, pero cuando Regina y Zelena vinieron por el pasillo, no pude dejar de sonreír.

_ Aquí está mi pequeña buscaproblemas._ Me reprendía la pelirroja._ ¿Estás mejor?

_ Bastante mejor._ Dije, sincera._ Y con ganas de volver a casa.

_ Me alegra oír eso._ La pelirroja parecía extrañamente contenta._ Coge tus cosas.

_ Ya lo tengo todo desde hace rato, me ofendes._ Me puse en pie.

Regina me cogió de la mano buena, diciéndome que le preocupaba que me cayese. A mí me importaba poco el motivo… pero tenía su mano aferrada a la mía, y sentía su calor. Regina estaba muy guapa con esa sonrisa en la cara. Me subí al coche, junto con ella, y nos quedamos un poco en silencio durante todo el trayecto. Yo miraba a Regina, intuyéndola distraída. Fue entonces cuando emití un quejido cuando el coche dio un bandazo y un libro golpeó mi mano mala. Otra vez ese diario. Y otra vez, sin pensarlo siquiera, me veía buscando alguna página que pareciese interesante.

La vida da muchas vueltas, más de las que yo quisiera admitir, en un principio. Magia y hechizos… unos padres con los que comparto la edad. En esta ciudad ahora que las cosas se han aclarado… han dejado de tener sentido para mí. Regina realmente es la reina malvada. Nuestra lucha por Henry ha terminado… he ganado. Y sin embargo no siento que haya triunfado. Al contrario, siento que he perdido algo mucho más importante que una batalla por la custodia de un hijo que jamás me habría molestado compartir.

Y cuando quiero darme cuenta hay una muchedumbre enfurecida dirigiéndose a casa de Regina. Y siento como mi corazón se encoge de terror. Siento la necesidad de correr, correr para asegurarme de que no la hagan nada… porque si algo le sucediese, sentiría que todo mi mundo se ha ido a pique.

Y veo a esa muchedumbre furiosa, rodeándola. Veo las manos de Whale rodeando su cuello, y no puedo evitar pensar en que es un cabrón, y en que quiero partirle la cara. Pero en lugar de eso, simplemente le aparto, y le digo que deje a Regina en paz. Ella está furiosa, frustrada. Yo se lo he quitado todo. Debe odiarme más que nunca. Y no deja de pensar en ganármela… en que me perdone… y en besar esos carnosos labios… ¡No, Emma, céntrate!

Una pésima madre, dos curiosas hijas (SwanQueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora