Capítulo XX: Finale

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Regina Mills

La televisión se había convertido en mi mejor amiga a lo largo de los meses. Y ahora el helado estaba compartiendo el puesto. Desde hacía bien poco notaba un apetito voraz. Sentía mucha energía dentro de mi cuerpo. Estaba dando buena cuenta de un buen helado de chocolate cuando noté algo rozar mi pierna. Abrí un poco los ojos al ver una vez más aquel diario. Pensaba que había existido sólo producto de la maldición que Emma y yo habíamos roto.

Ese pensamiento pareció instalarse en mi cabeza. Pero negué y tomé aquel pequeño libro, sopesándolo con mis manos. Esta vez era distinto. Había muchas páginas en blanco. De hecho, todas… salvo una. Me daba miedo lo que aquel diario podía decirme. Pero yo nunca había sido una persona cobarde, y los que me conocían, podían asegurarlo.

A pesar de todo me tomó un tiempo decidirme a leer. Era mi pasado, después de todo, tal como lo habría escrito yo. Y honestamente, temía lo que podrían decirme. Pero sin embargo, la forma en la que aquellas palabras parecían mirarme, fue lo que me inspiró a observar

Lo que he sentido hoy… es difícil de describir. Ha sido una montaña rusa emocional en toda regla. Hoy ha sido el día en que, por primera vez, me he sentido como una heroína. Decidí quitarme la vida. Decidí que, por Henry, merecía la pena perderlo todo… y sacrificarme a mí misma. Cuando le escuché decirme que me quería, fue el momento en que más fuerza cobró mi decisión. Pero no pude cumplir mi objetivo, porque una vez más… Emma Swan frustró mis objetivos.

Y no podía agradecérselo más. Cuando su magia y la mía se fundieron, pude sentir algo que… supongo que fue producto de mi imaginación. Lo que sí es cierto, es que ha sido gracias a ambas que hemos podido salvar la ciudad. Han secuestrado a mi hijo, y lo han llevado a un mundo que desconozco. Estoy asustada. Pero al mismo tiempo, tengo fe. Fe porque Emma Swan está conmigo y sé que ella no dejará que nada le ocurra.

Alcé una ceja y me acerqué a la foto que había sobre la mesilla de la entrada. En ella se hallaba una foto mía junto a Perséfone. Mis ojos aparecían… vacíos. Entonces acababa de aceptar salir con ella. Y me había sentido vacía, como me sentía en aquel momento.

Y Pensé en Henry. Hacía tanto tiempo que no le veía. No había bajado al inframundo con nosotras. Y me di cuenta de cuanto me costaba recordar los detalles de su cara. Dejé la foto en la mesilla y me desvanecí, envuelta en humo morado.

Perséfone

Regina estaba volviendo a comer, y eso para mí significaba que debía ayudarla a recuperar peso. Al fin sentía que mi esposa estaba actuando como debía. Volvería a ser la reina que debía ser. Y juntas conquistaríamos el mundo. Primero Storybrooke, y después el resto.

Sin embargo, cuando llegué a casa no me encontré a mi mujer. La estuve buscando por todas partes. Sin éxito. Admito que cuando volví al vestíbulo y me encontré con aquello tirado en el suelo, sentí furia. Tirada en el suelo, como olvidada, estaba la alianza de Regina.

_ ¡Swan!

Emma Swan

El inframundo era un lugar en el que hacía un frío atroz. La gabardina ayudaba, pero lo cierto es que no me parecía suficiente. Ignoraba cuanto tiempo iba a permanecer allí, pero esperaba que no fuese mucho. El anillo de Cora era fascinante. Había estado dos días probando el poder de las lanzas, aunque admito que no se me daba demasiado bien. La magia nunca había sido mi fuerte.

Estaba refugiada en el local de la abuelita, que la gente parecía haber olvidado, y en el cual podía permitirme tomar un chocolate caliente sin riesgos. Fue la campana de la entrada la que me avisó de que había entrado alguien. Me giré y me encontré con una Regina vestida con un elegante traje borgoña que me quitaba el aliento.

Una pésima madre, dos curiosas hijas (SwanQueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora