Capítulo VI

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- Entonces... Te veo luego Rog. - La chica de cabello azabache se acercó al rubio para darle un beso en la mejilla y luego giró para irse.

Roger había tenido una cita con una tal Dominique que según Freddie hace tiempo le había "echado el ojo" , este terminó aceptando salir con ella, no era que no le había gustado, pero a decir verdad lo miró más de un lado amistoso, y lo mejor sería decírselo pronto.
Freddie le dijo que apenas terminará su encuentro con la chica lo llamará y eso fue lo que hizo.

- ¿Hola? - La voz de su amigo era baja y no se escuchaba muy bien.
- Soy Roger, Fred. Acabo de salir con Dominique, ya sabes. -
- Oh... John, basta, ¿y cómo te fue? -
- ¡Ah!, estás con Deacy. Parece que te digo después. - Roger sonrió, ya se imaginaba que estaba con él como todas las últimas semanas.

Colgó, y se sentó en el sillón de su sala, detestaba estar ahí sin hacer nada, por lo que decidió ir al parque que quedaba a unas calles. Seguían en invierno, por lo que se puso unos guantes de cuero y caminó hasta entrar en calor. Al llegar no vió más que unos niños pequeños golpeándose en la cara con sus madres hablando al lado , se sentó en una banca un poco alejaba, inclinó su cabeza hacía atrás. Cerró los ojos con el cigarrillo en la boca, junto sus manos y se sumergió en una calma extraordinaria.

A unos minutos de estar en esa paz sintió algo en su pie, abrió los ojos y bajó la mirada, era un conejito café, ya sabía quién era ese conejo. Lo alzó y se lo puso en el regazo, el dueño no debe estar muy lejos...

- ¡Roger! ¡Tienes a Vladimir! - Gritó esa voz que tanto conocía.
- ¿Qué rayos, Brian? - Dijo con el conejo en la mano.
- Se escapo cuando no lo miraba. -

Ambos miraron al conejo, era muy extraño, aparte de ser bizco tenía la cola larga, definitivamente era un cruce de animales.

- De nada. - Roger le extendió el animalillo con una sonrisa linda.
- Gracias. ¿Qué haces aquí? - Preguntó Brian tomando el conejo con la misma sonrisa.
- Estaba aburrido en casa, ya sabes. -
- ¡Oh, sí! Yo igual. -

Brian se sentó al lado del rubio con el conejo inquieto en una mano, se meneaba de forma tan rara como su apariencia. Estaban allí en silencio, no uno incómodo, sino uno agradable. Se daban miradas a ratos, también sonreían de forma leve.

- Me gusta el atardecer en la nieve... -
Comentó Brian mirando como se tornaba de un tono amarillo.
- Me recuerda a tu cabello... - Continúo mirando a Roger.

Roger se sonrojó y le dio una sonrisa, se acercó más a él y empezó a acariciar su conejo. Este se sentó entre las piernas de ambos, Brian rodeó los hombros del rubio y ambos sintieron un calor por todo su cuerpo y la respiración les pesó. Rog bajo la mirada y luego hizo contacto con la de Brian, se miraron, el cuerpo, la mente y sus sentimientos se lo pedían a gritos.

Se acercaron tan lentamente, como si le dieran tiempo al otro por si se arrepentía de lo que estaba por pasar, juntaron los labios en un beso ardiente, a unos segundos Brian abrió más su boca para que tuvieran espacios para sus lenguas, y sí, se las acariciaron mutuamente como si estuvieran haciendo una danza perfecta en sus bocas, compartían el mismo sentimiento de alivio y cariño total, cuando se separaron seguían con sus rostros juntos y se miraron un momento.

- Yo... Lo siento. -  Balbuceó Brian.
- ¡No! Ah, no sé si eso estuvo mal... - Habló Roger. Las palabras a ambos les salían de la forma más torpe posible.
- ¡No! No estuvo mal... Era un beso de... De... - Brian pensó pero no se le ocurrió nada.
- ¡Sí! Era un beso de... - A Roger menos.
- ¡De amigos! - Gritaron al mismo tiempo.
- Sí es... Los amigos siempre se besan. - Incluyó Brian.

Roger frunció un poco el ceño y giró con cuidado la cabeza.

- ¡Mira la hora! Mi mamá me va a matar si no llego a cenar. - Señaló mirando su muñeca carente de reloj.
- ¡Sí, debería irme también, Vladimir tiene que tomar vitaminas. - Exclamó señalando al conejo que tenía los ojos extremadamente abiertos.
- ¡Adiós! - Aludieron al mismo tiempo y se fueron en direcciones contrarias.

Caminaron casi corriendo a sus casa, cuando Roger llegó a la suya su madre estaba con su tía y lo obligaron a sentarse con ellas y beber el té, por otro lado Brian entró a su casa con las mejillas rojas, una de sus hermanas preguntó el porqué pero simplemente lo ignoró y subió a su habitación. Ya ahí se calmó, se sentó en el escritorio, recordó el beso y las hormonas se le vinieron arriba, aquí ya tenía dos opciones: o dormir y tratar de bajar el cachondeo juntada con la tensión o darse placer a sí mismo. Escogió la segunda, se encerró en su baño y se echó la caricia en el miembro pensando en esos labios de Roger.

He Drives Me Crazy ; Maylor/DeacuryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora