7. Primer caido.

407 27 14
                                    

La furgoneta era solamente de tres plazas, y esos tres asientos estaban delante, Lur iba en el centro y yo del lado de la ventanilla, por la cual seguía mirando. La carretera seguía recta hasta el cruce del final, fijo la vista allí.

Salva y Lur hablaban preocupados entre ellos, mi amigo le explicaba lo que llevaba detrás y ella lo escuchaba con atención.

— Chicos...— murmuro irguiéndome hacia delante.

— Ale ahora no.— dice mi mejor amiga llamándome por otro de los muchos motes que tenia.

— Pero es importante.— achino los ojos para intentar visualizar mejor el final de la recta. Había movimiento, demasiado diría yo. Que pasa que Salva no lo ve.

— Ale.— advierte la morena suspirando con pesadez.

— JODER QUE ME ESCUCHÉIS.

De pronto un infectado cruza la calle y Salva da un frenazo haciendo q la furgo derrape.

Joder joder joder.

Lur empieza a hiperventilar y a gritar como una loca. Todos observamos como el infectado se va acercando poco a poco.

— ¡Salva písale!.—

El malagueño reacciona y maniobra como puede hasta salir de ahí, pero nos encontramos a un grupo de infectados delante. Son 5... podemos con ellos, la furgoneta no puede seguir y si no hacemos algo nos rodearan.

— Hay que salir.—digo quitándome el cinturón y Lur me agarra la mano tan fuerte que me corta la circulación.

— NO, tiene que haber otra salida.

— No la hay, quédate aquí si no eres capaz de salir o haz otra cosa yo que sé.—digo ya harta.

— Alessandra, distrae a el infectado.

— Que, pero—digo confusa antes de que el ojiazul me interrumpa.

— Confía en mi.— asiento y empiezo a dar golpes al capó llamando la atención del infectado que teníamos mas cerca. Los nervios estaban a flor de piel, el grupito de antes cada vez estaba mas cerca, y yo lo único que hacia era crear ruido para atraer a mas muertos vivientes, en que momento ha pasado todo esto.

— ¡Salva date prisa joder!.— Salva aparece con un bate de béisbol antes de que el infectado se me hecha encima, lo batea con mucha fuerza haciendo que sangre viscosa nos salpique la ropa. Respiro con pesadez, me apoyo en mis rodillas para tomar aire y observo entre escalofríos como mi amigo apalea la cabeza del antes ser humano delante mio. Pienso en si tendrá familia, pareja, mascotas, si trabajaba en algún lugar. Pero todo eso desaparece cuando Salva me entrega un arma, es...

— Cállate luego me preguntas todo lo que quieras.

Mi padre siempre ha sido cazador de aves, el quería que el bebe que portaba mi madre en su vientre fuese hombre para que obviamente fuera a cazar con el— aunque una mujer podría hacer lo mismo—, pero cuando cumplí los 10 años me inscribió a unas clases de tiro, simplemente porque le hacía ilusión.
Mi madre no me dejaba ir a matar a pobres animales que no tenían culpa de nada, y también estaba en contra de esas clases, pero en fin. Se me daba bastante bien para la edad que tenia y hacia sentir orgulloso a mi padre. Por aquel entonces no era consciente de nada, incluso me hacía ilusión que mi padre trajera aves sin vida —ilusa—. Pero cuando comencé a darme cuenta de cosas y crecer; estuve en contra de todo lo recién mencionado. La caza era una crueldad para mí y desde que empecé a meterme en el veganismo veía a los animales como algo más importante que los propios humanos.

Pongo la punta del fusil sobre el retrovisor para tener mejor pulso, el apoye ayudaba a tener el arma más firme, hacia mucho que no manejaba un arma. Esperaba que las clases en las que estuve durante dos años me ayudasen; tenia 10 años pero todo lo aprendido se me quedo grabado en la mente.

— Salva quédate a un lado, no queremos una desgracia.—mi voz sale fría y cortante, más de lo que yo esperaba.

Cierro un ojo para tener mejor puntería.
Primer disparo, fallo.
Segundo disparo, fallo.
Mis manos sudan, aprieto el arma, me muerdo el labio.
Tranquila.
Tercer disparo, fallo.

—Alessa no sabemos cuántas balas tiene el-

— CÁLLATE.— grito y veo por el rabillo del ojo a Lur encender el motor de la furgo mientras habla consigo misma.

Me concentro, Alessa confío en ti, sé que puedes, mi cabeza se traslada por un momento a cuando era una niña, yo sujetando una escopeta, lo bien que la manejaba. Abro los ojos, esta vez dándome de bruces con la realidad. Empiezo a disparar, uno, dos, tres, cuatro, cinco disparos. Todos dando en el blanco. Lo veo todo a cámara lenta, es tan surrealista lo que está pasando.

Abro la puerta del copiloto y empujo a un impactado Salva. Subo tras el no sin antes mirar hacia la otra calle, los disparos habían llamado la atención de otros infectados. Eran pocos e iban cada uno por su lado.

Volvemos a casa. Pero no solos. Se escuchaban ruidos en la parte trasera de la furgoneta.

— Ay joder, ay ay ay qué llevamos un bicho de esos detrás. Mierda mierda.—habla Lur histérica mientras conduce.

— ¿Te quieres callar?.— digo frustrada contando las balas que le quedan al fusil. Lur podría llegar a ser muy irritante con las cosas que no le molan o le dan miedo. En parte es comprensible pero yo tengo poca paciencia.

Ella me mira sin decir nada.

— Por cierto si, el fusil lo he cogido de tu mochila.— habla Salva sin moverse un pelo mirando la carretera.

El fusil ese, el que robé a un militar muerto, en aquel supermercado, el día que me encontré a Lur. Sí, ese. El día que empezó todo.

El camino transcurre en silencio, bueno más o menos, el infectado que va detrás no para de hacer ruido y chocarse con cosas. Ya veremos lo que hacemos cuando lleguemos a la mansión.

No hemos avisado a la skuad de que llegamos, pero ellos están ahí esperándonos inquietos. Las puertas se abren dejando paso a la furgoneta y las vuelven a cerrar enseguida. Por miedo seguramente.

Me acuerdo del infectado, pero es demasiado tarde, alguien ha abierto las puertas de la furgoneta.

INFECTADOS | Skuad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora