capítulo 8

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Dolor y Errores

Con el poco dinero que tenía había tomado un taxi y ahora estaba en una cafetería, había llamado a Yanmcha de un teléfono público y este le había pedido que lo esperara en aquella cafetería.

–Bulma –la llamó apenas entró y la divisó sentada en unas de las mesas– ¿Qué tienes? –le preguntó al sentarse a su lado y abrazarla.

–Lo odio –susurró contra su pecho– Lo odio –nuevas lagrimas empezaron a bajarles por las mejillas.

–Tranquila –le pidió abrazándola más fuerte– Piensa en tu bebé.

–N...no...no...nos quiere –el vació que sentía en el estómago era insoportable.

Él estuvo largos minutos consolándola y escuchándola, ella se veía tan frágil que temía por ella y por su bebé.

–Sabía que tarde o temprano eso pasaría –le dijo cuando ella le dijo que estaba enamorada de Satou.

–Lo siento –se disculpó.

–No te preocupes –le dijo con una sonrisa.

La mesera les trajo dos malteadas de chocolate y se marchó.

–Daría lo que fuera para que no sufrieras por ese estúpido –le dijo con sinceridad. Se pasó una mano por su negra cabellera y suspiró– ¿Le dijiste qué lo amas? –le preguntó.

–No, no pienso decírselo –le aseguró.

–Él no merece una chica como tú –dijo– Puedes quedarte en mi casa el tiempo que necesites –le dijo.

–Muchas gracias de verdad –la sonrisa que adornó su rostro nunca llegó a sus ojos.

El lunes había llegado, no fue al instituto ya que al llegar a la casa de Yanmcha había notado que solo hubo recogido algo de ropa, tanto como su uniforme y sus cosas del instituto se habían quedado en el departamento de Vegeta. Yamncha se había portado como un verdadero amigo, vivía en un departamento con su madre la cual en esos momentos estaba de viaje y le había ofrecido que durmiera ahí hasta que su madre volviera.

–Son –llamó a Goku.

– ¿Qué quieres? –dijo mientras seguía caminando.

–Necesito que tú o Satou me de las cosas que se les quedaron a Bulma.

Goku se detuvo y lo miró con una ceja alzada.

– ¿Ella está contigo? –le preguntó.

–Está viviendo conmigo ahora –le dijo con una sonrisa triunfal.

–Cuidado con lo que haces –le advirtió– Mantén esas manos donde se puedan ver.

–No te tengo miedo –le dijo.

–Lo sé –dijo con una sonrisa– Bulmita es muy inocente para ver tus intenciones –le dijo.

–No tengo ningunas intenciones, solo la quiero ayudar algo que tu amigo no hace –dijo.

–Esperemos que así sea Yamncha, que así sea.

Se marchó dejando solo a Yanmcha, fue hasta aquel árbol donde de seguro encontraría a su amigo y así fue, ahí estaba él.

Difícil de AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora