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Capítulo 4: Primera visita de Akira al Veterinario.

Ha pasado una semana y Akira ha tenido un comportamiento de maravilla. Es obediente, y también ¡Ha aprendido unos trucos! Sabe dar la patita, sentarse  e incluso a avisarme cuando tiene ganas de ir al baño. 

Me sorprende lo rápido que capta las órdenes.

Hoy tiene visita al veterinario, debo revisar si tiene sus vacunas saber si no tiene alguna enfermedad y es un simple protocolo que debo hacer para descartar cualquier cosa anormal en ella. Una semana y media tiene aquí en el apartamento y no me arriesgo a sacarla aún porqué no sé si se pueda contagiar de alguna enfermedad es muy pequeña y es mi princesita, porque sí, Akira se ha robado mi corazón en el poco tiempo que tiene aquí junto a mí.

Aun no sé si tiene dueño, ya opto por creer que no. No hay nadie que la busque ni muchos menos. Ya me he adaptado a ella y ella a mí.

—Akira, bebé, despierta mi preciosa  —abre sus ojitos e inmediatamente menea su cola.

Me molesta tener que despertarla, me molesta que me lo hagan a mí, imagino que a ella igual.

Después de un buen rato de desayunar y acomodar todo, salimos al veterinario y tardamos unos diez minutos aproximadamente en llegar mientras Akira ladraba a carros, olía todo a su paso, jugaba con niños entre otras cosas más por simple y mera curiosidad. Solo estaban alrededor de cuatro personas esperando por el veterinario.

Espere mi turno y entramos, el doctor comenzó a revisar sus patitas; ojos, orejas, revisó su corazoncito, sus dientes verificando si su mandíbula estaba bien. 

Akira estaba incómoda lo sé; pero todo era por su bien, ambas necesitábamos que ella estuviera bien. 

El doctor empezó a preparar todo para las vacunas, no tenía ninguna y tampoco supe como él supo que ella no tenía las vacunas, así que yo solo le dije que sí y le accedí para que lo hiciera.

Akira suplicaba, ladraba y buscaba morder al doctor para que no se le acercara hasta que cedió y la vacunaron.

Luego a los exámenes, se la llevaron en una camilla para hacerle sus estudios y que todo estuviera bien, luego la regresan sedada con unas dosis de amor y cariños por parte de la asistente del veterinario.

—Akira como logran convencerte rápido y sin problema alguno —comento mientras miro a la asistente del veterinario la cual me mira con una sonrisa grande y mostrando la perfecta dentadura que tiene—. Su mal, son las caricias, mírala se está durmiendo.

Ambas observamos a la perrita con ternura y mi corazón saltaba alegremente. La amo, me sienta en el pecho una aire calientito de una bonita sensación por ella.

—Es una perrita súper tierna, deducimos que tiene alrededor de tres meses, todo está bien en ella es una perrita muy sana —me responde la asistente y siento como se aligera la carga en mis hombros, no me quiero ni imaginar si me dicen que se encuentra mal.

—Sí, es muy cariñosa. Me alegra saber que se encuentra en buen estado de salud y con sus vacunas necesarias. Bien, hasta luego entonces y muchas gracias.

Tomo a Akira entre mis brazos que soñolienta se remueve buscando comodidad. Aliviada que Akira no tuviera ningún mal, llegamos a casa y todo comenzó...

Akira estaba muy eléctrica quería jugar y corretear, de vez en cuando jugaba con ella y solo me ganaba unos lamidos y ladridos de su parte.

Sinceramente ¿Qué tenían esas vacunas? No sé, pero sí sé que después de llegar del veterinario estaba corriendo por todo el apartamento.

Akira de vez en cuando en las tardes se me acercaba sigilosa, me ponía su pesada pata en mi pierna y me hacía los ojitos de cordero degollado ¿Por qué? ¡Para que le diera una croqueta! ¡Sí, así fue como aprendió a darme la pata! Yo le decía «Akira, dame la pata» y colocaba mi mano en mi pierna para que la extendiera completamente hasta que aprendió y le dí sus merecidas croquetas por seguir la orden.

Ahora cada vez que quería comer su croqueta, sabía que colocándome la pata en la pierna, tenía una croqueta ganada.

No sé cómo explicar el gran cariño que le he tomado a Akira, es magnífico saber que todas las mañanas dulce y tiernamente me despierta. Qué cuándo quiere jugar, busca sus juguetes para que yo se los lanzara.

Es todo amor ella, se ha robado todo.

Es inteligente y muy única, no pensé jamás haberme encariñado con un ser tan chiquitito que trae tantas responsabilidades para uno; sin embargo me alegra haberlo hecho, yo estoy bien y ella también está bien y no hay nada mejor que estar bien.

—¿Que te parece si comienzas a aprender a hacerte la dormida?

Ladeó su cabeza en confusión y así por un buen rato me observó hasta que relajó su semblante y se acostó dulcemente en mi regazo.

Mi Compañera y Yo. © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora