Unas semanas más tarde, las fiestas de navidad se acercaban. Todos los años se escogía a un reino o imperio para ser la sede de las fiestas. En esta ocasión fue el imperio meridional. Yo encabezaba la delegación que representaría al imperio de Gisli. Partiríamos en una semana más, ya que solía acostumbrarse que se celebraran varios días de fiesta.
Oliver no asistiría, pero por suerte, Edward llegaría en un par de días para acompañarme. Los días transcurrían curiosamente muy tranquilos. Ni Zara ni Nicholas habían dado algún tipo de problema, lo que me hacía sentir intranquila.
Pasados dos días, me encontraba en mi habitación ordenando las últimas maletas que llevaría. Odiaba hacer las cosas a última hora. El sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos. Aunque no lo había visto, sabía que se trataba de Edward. Nadie más llama a la puerta con excepción de él. A penas entró, sólo pude ver un enorme arreglo floral, que casi era mas grande que él. Como pudo, lo dejó en una pequeña mesa, luego recibí un fuerte abrazo de su parte junto con muchas palabras felicitándome.
Metí la última prenda a la maleta antes de sentarme a platicar con él. Le pregunté acerca de sus viajes, también estuvimos hablando de la reunión, y quizás también criticamos un poco a Oliver. Al caer la noche, su asistente lo llamó.
—Su excelencia, surgió un asunto de último minuto que debe tratar antes de partir.
Por la mirada de curiosidad de Edward, realmente no estaba en sus planes irse aun. Me despedí de él, de cualquier forma lo vería en un par de días.°°°°
Zara estaba sentada detrás de un escritorio esperando a que ese hombre llegara, para discutir la oferta, a pesar de que no tenía ni la más mínima esperanza de que aceptara.
—¿Qué quieres ahora?—Dijo apenas entro a la oficina.
—Oh, vamos. No seas tan rudo. ¿Ya pensaste en mi propuesta?
—Te dije que no la última vez, no sé por qué piensas que será diferente ahora.
—¿De verdad es un rotundo "no"? ¿Te rendirás así de fácil? Todo el mundo sabe lo mucho que la adoras, y desde mi punto de vista, ella se ve mucho mejor contigo que con Oliver.—Zara se acercó al hombre frente a ella y lo tomo de la corbata para que sus rostros quedaran lo más cerca posible.—Tú tienes al amor de tu vida, y yo el trono. Ambos felices.
Ella observó atentamente el rostro de él, esperando encontrar algún indicio de que aceptara. Él parecía pensativo, unos instantes después la aparto y se dio la media vuelta.
—Lo pensaré, pero no te ilusiones. Tendrás mi respuesta antes de que parta al imperio vecino.
Azotó la puerta al salir. Zara no estaba satisfecha del todo, pero por lo menos ya no era un no definitivo.
Por otro lado, la mente de él estaba tan revuelta y confundida que abandonó el palacio y se fue a su hogar para pensar en frío. Él sabía que lo que Zara le proponía no era lo correcto, pero estaba cansado de que el afecto de la única persona que había logrado amar perteneciera a alguien más. Podía asegurar que la quería mucho más de lo que hacía su prometido, él haría cualquier cosa por ella, para tenerla a su lado.
El día antes de partir, se dirigió a los aposentos de Zara, y entró no sin antes verificar que nadie lo hubiera visto.
—Sí.
—¿Si qué? ¿Si a mi propuesta?
—Sí. Compraré a los guardias para que me ayuden, y si no aceptan, los eliminaré.
—Perfecto, suerte en su viaje.
Zara estaba completamente feliz y satisfecha. Cuando estuvo completamente sola saltó de felicidad, en su mente se proyectaban como una película, imágenes de su hijo siendo coronado.
°°°°
Adler sacaba las maletas de mi habitación para llevarlas al carruaje.
—En cuanto termine con su equipaje iré por el mío.
—Oh Adler, lo siento, pero no puedo permitirme llevarte también.
—Pero no me sentiría cómodo dejándola sola en otro imperio.
—No estaré sola, Ophelia vendrá conmigo, y Edward también. Necesito que seas mis ojos y oídos aquí. Eres la única persona en la tierra a la que podría confiarle la labor. Tomé sus manos entre las mías para tranquilizarlo, y después de un rato suspiró y asintió.—Pero no dudes en mandarme una carta si cualquier cosa sucede.
—Por supuesto que así será, su alteza.
Adler se fue por su lado, y yo me dirigí hacia la oficina de mi padre para despedirme. Despediría a la delegación afuera antes de partir, pero quería hacerlo como su hija, no como parte de la delegación. Los guardias me dejaron pasar, y estuve con él un par de minutos, me daba palabras de aliento y apoyo, y cuando era tiempo fuimos juntos afuera del palacio para despedirnos.
Desde la última vez que lo vi, se ve mucho más recuperado. He estado al pendiente de que Zara no pueda darle nada. Me preocupa no estar presente por un par de semanas, pero confío plenamente en que Adler se encargara de todo. Afuera estaban todas las personas que asistirían, pero por más que buscaba no podía ver a Ophelia por ningún lado. Como representante de la delegación, tenía que asegurarme de que todas las personas estuvieran presentes, cuando terminé, camine al lado de mi mejor amigo para escuchar al emperador, y yo seguía sin encontrar a Ophelia. Edward notó que la estaba buscando, y me señaló a un lado del palacio, donde venía ella corriendo tan rápido como podía.
—Su alteza, discúlpeme, todavía no conozco a la perfección el castillo y me metí por un pasillo que no era.— Estaba tan agitada que apenas podía hablar y mantener la compostura al mismo tiempo.
—No te preocupes, no creo que te hayas perdido de algo muy interesante. Edward reprimía una risa al mismo tiempo que yo lo golpeaba suavemente con mi codo. Al terminar todos nos subimos a un carruaje diferente y partimos hacia el imperio meridional.
Ophelia iba frente a mí, hablando de cualquier cosa que se le ocurriera. No es que no me gustara hablar con ella, para nada, pero en este preciso momento rogaba por algo de silencio para poder pensar ¿En qué? No tengo idea, pero un poco de tranquilidad antes de un evento muy agitado me vendría de maravilla. Por un momento me sentí sin opciones. Mientras yo escuchaba y respondía, sentía que ella tenía más y más ánimos de seguir hablando.
Escuché un par de ligeros golpes en la ventana del carruaje, me asomé por un pequeño hueco entre las cortinas y vi a Edward montando a caballo junto a uno sin jinete a su lado, tenía en sus manos un par de flores del jardín que seguro corto antes de que saliéramos del palacio, mientras miraba repetidamente al frente y luego a la ventana. Se suponía que estaba en el carruaje detrás del mío. Acto seguido abrí la ventana y me recargué en el marco de esta.
—¿Y tú? ¿No deberías ir en un carruaje?
—Ven conmigo.
Dijo al mismo tiempo que me entregaba las flores. Lo pensé por un momento, aunque no sería algo propio, adoraba montar a caballo, y él lo sabía. Ophelia miraba la escena sin saber que decir con exactitud, mientras que Edward me miraba con ojos de cachorro. Asentí y él ordené que detuvieran el carruaje. Edward tomó mi mano para ayudarme a subir, y aunque podía hacerlo perfectamente bien yo sola, si la tomé.
—Haces mal en corromper a la princesa. —Dije en un tono burlón, mirándolo con una sonrisa.
—No la corrompo, solo sé lo mucho que la princesa adora andar a caballo, además, está oscureciendo, no falta mucho para que nos detengamos en algún hotel a las afueras a descansar.
Durante un tiempo contemplamos el atardecer, no había necesidad de decir nada, el silencio no era incómodo, incluso el ambiente podía sentirse mágico. Cuando finalmente oscureció, fue cuando nos detuvimos.
ESTÁS LEYENDO
El Secuestro de La Princesa
General FictionElizabeth Lark, princesa del imperio de Gisli, y única hija legítima del emperador, hace todo lo que está en sus manos para suceder a su padre. Pero ¿todo saldrá como desea?