𝟗

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Limpiaba mi cuerpo con mucho cuidado. Temía que las suturas volvieran a abrirse si me limpiaba con más fuerza de la que requería. Detuve mis manos cerca de una de ellas y la observé detenidamente.
No es que fuera una experta en el tema, pero me había tomado el tiempo de tomar unas clases de medicina, por curiosidad más que por necesidad. En alguna de las muchas vi sobre las suturas, he de admitir que yo no lo hacía tan bien como esta. Es una sutura tan limpia como la que hacía el médico del palacio, que solía ser mi maestro. Le preguntaría a Nathaniel cuando terminara.

Del otro lado de la puerta podía escuchar susurros, sonaba como una discusión. Lograba distinguir la voz de Nathaniel, y se escuchaba molesto. No quería parecer una chismosa, así que intente pensar en otra cosa. Pero la verdad es que si lo soy, por lo que puse más atención.

No logre distinguir las palabras, justo después escuche la puerta cerrarse con brusquedad.

Unos minutos después salí de la bañera, quite el exceso de agua de mi cuerpo y cabello, y con un poco más de esfuerzo puse mi ropa interior. Me sentía curiosamente familiarizada con la habitación, tenía la sensación de saber dónde estaba todo.

Nathaniel llamó a la puerta, pero no entró.

—Hay vendas estériles en el tercer cajón de izquierda a derecha ¿Puede hacerlo sola?

Tercer cajón de izquierda a derecha, el mismo lugar en donde yo guardaba las medicinas y vendajes. No era que me lastimara frecuentemente, pero de vez en cuando ocurría un enfrentamiento entre Nicholas y yo, decíamos que era de práctica para que no nos regañaran, pero era la excusa perfecta para lastimarnos.

—Sí, puedo hacerlo sola.

Cada vez sospechaba más de que todo esto era planeado, pero no podía comprobarlo.

Puse los vendajes alrededor de todas mis heridas. La sangre que quedaba en ellas era mínima, casi imperceptible. Al mismo tiempo de que termine entro una mujer, que supuse que era una sirvienta, con un vestido en sus manos.

—Mi señora, la ayudaré a vestirse.

Asentí. Desdobló el vestido y vi que era holgado, y parecía ser cómodo. A simple vista parecía quedarme. No quería pensar cosas que no eran, así que supuse que tal vez la hija de los dueños era de mi complexión. Pero también pensaba en que no podían ser coincidencias. O tal vez solo estaba siendo demasiado paranoica. Sólo había una forma de averiguarlo.

—¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Delia.

—Delia, ¿Conoces a Nathaniel?

—No podría decir que lo conozco. Fui contratada al igual que el para servirle a usted, es todo.

—¿Y podrías decirme para quien trabajan? Él no quiso decirme.

Por el espejo pude ver como se tensaba, igual que Nathaniel cuando le pregunté. ¿A qué se debía tanto misterio? Solo quería agradecerle y decirle que me marcharía.

—N… No sabría decirle.

—¿Por qué? Alguien debió haberte contratado. No te metes a una casa así porque si, ¿verdad?

Empezaba a ponerse nerviosa. Tal vez la haría confesar si la ponía lo suficientemente nerviosa.

—Por favor, no me pregunte más.

Termino de abrochar el vestido y salió casi corriendo de la habitación. Nathaniel entró segundos después.

—¿De casualidad hizo correr a la sirvienta?

El Secuestro de La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora