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Mi padre me miró esperando alguna respuesta, le dije que no tenía ningún problema en dejarlos entrar, pero tampoco iba a marcharme. De una cosa estoy segura, vinieron a quejarse de mí.

 —Padre, quiero hablar con usted respecto a la prin... 

 Por su expresión, era obvio que no esperaban verme aquí. 

 —¿Sobre mi princesa? Pues ya que estamos todos aquí, adelante tomen asiento. 

 La mandíbula de Zara estaba tan tensa y sus dientes tan apretados que temía que en cualquier momento se rompieran. 

 —Estoy de acuerdo, tomen asiento y hablemos de mí, tal vez y tenemos lo mismo que decir.—Le sonreí con frialdad y tome un bocadillo el cual lleve a mi boca. Ambos se sentaron de mala gana en el sofá frente a nosotros y ella fue la primera en hablar. 

 —Darius, nuestro hijo-Inmediatamente la interrumpí. 

 —Su majestad para ti, que seas su primera concubina no te da el derecho de ser irrespetuosa con el emperador. 

 —Eli, está bien. No estamos en una reunión formal. 

 —Padre, le pido atentamente que no reste mi autoridad como princesa sobre nadie. 

 Mi padre asintió, cosa que hizo enfurecer aún más a Zara.

 —Su majestad ¿le sirvo té? 

 Inmediatamente Zara se levantó incluso antes de que mi padre respondiera. Observe atentamente todos sus movimientos, la forma en la que servía el té de espaldas a nosotros, definitivamente no confío ni un poco en ella. 

—Padre, estoy aquí para decirle que quiero ser el futuro emperador. 

 Mi padre estaba a punto de dar un sorbo a su taza cuando deliberadamente la aparte de él. Él no dijo nada, ya que estaba viendo a Nicholas fijamente pensando en que responder. 

—Si su majestad. Nuestro hijo es el indicado para la labor. Todavía estamos a tiempo para casarnos y que sea un emperador legítimo y-El emperador se apresuró a detenerla antes de que dijera más cosas. Suspiró y hablo con una voz suave pero firme.

—Zara, cariño. En cinco días habrá una reunión en la cual revelaré la noticia sobre cuál de mis hijos será el próximo emperador o emperatriz, si me disculpas, estoy muy cansado. Cariño, ya me contarás después como va todo con Oliver y la razón por la que has venido, ¿Si? 

 —Si, su majestad. 

 Zara salió echando humo por los oídos seguido de Nicholas. Me apresuré a tomar el brazo de mi padre para acompañarlo hasta su cama. Cuando llegamos le di un beso en la frente y abandoné la habitación. Antes de salir de la pequeña sala de estar que estaba antes que la habitación me detuve a observar la taza que Zara había tomado para servirle te a mi padre. Observé detenidamente el líquido, y después moví un poco la pequeña taza. Había algo raro en el color, pero no pude distinguir a simple vista que era lo que había puesto en ella. 

 Llamé a Adler, mi mayordomo personal de absolutamente toda mi confianza. Antes de salir le pedí que revisara minuciosamente lo que contenía la taza. Cuando él se fue finalmente me dirigí a mi habitación para seguir con mis labores. Por más que luchaba por mantenerme concentrada para terminar más rápidamente las tareas, mi cerebro se negaba a cooperar. Finalmente opté por dejar todo para el día siguiente. 

Mis damas prepararon un baño con sales relajantes al cual no me negué. Un nudo se formaba en mí estómago al pensar en quien escogería mi padre para gobernar. Podría ser su hija favorita, pero Nicholas es el mayor; estamos en igual número de desventajas. Ambos nacimos como importantes aristócratas, sin embargo, no tuvimos la misma educación. La emperatriz se había encargado de que yo recibiera la misma educación que había recibido mi padre cuando era príncipe heredero. En cambio, la educación de Nicholas se había enfocado más en aprender a pelear, motivo por el cual actualmente es el capitán general del ejército imperial. 

 Cuando finalmente mi cuerpo estuvo relajado y completamente limpio, mis damas me ayudaron a salir, me pusieron ropa de dormir y me dieron las buenas noches antes de irse. 

 ° ° ° ° 

 A la mañana siguiente apenas termine mi rutina matutina, fui a la habitación del emperador a dejar papelería importante que él me había asignado unos días antes.

 Del otro lado del pasillo estaba Nicholas, vestido con su traje para entrenar. Apenas me vio, lanzo una mirada despreciativa, al parecer también iba a ver a nuestro padre deliberadamente le sonreí cuando estuvimos a escasos metros. 

 —Buen día, Nicholas. ¿Vas a entrenar ya? 

 —Mira, princesa; no porque seas su favorita también tendrás el trono. ¿Entiendes? Soy mayor, y más fuerte, así que deja de hacerte ilusiones.—Hablaba de una manera fría y con un toque de rencor. 

 —Bien. 

 Le ofrecí mi más angelical sonrisa y le pedí a los guardias que le avisaran a mi padre que estaba aquí. Escuché un gruñido, de reojo vi su rostro sonrojado. Tal vez de coraje, tal vez no. No me interesa en absoluto. 

 Entré a la habitación después de pasar por la sala de estar. Nicholas entro al mismo tiempo que yo. Mi padre estaba desayunando en una pequeña mesa al lado de su cama. 

 —La princesa Elizabeth Lark del imperio de Gisli, presento mis saludos a su majestad.

 Puse los papeles en la cama antes de hacer una reverencia. 

 —Eli, no seas tan formal por favor, me hace sentir extraño. 

 —Su majestad.—Nicholas también hizo una reverencia después de mí. 

 —Nicholas, mi muchacho. Que lindo es verlos a los dos juntos sin estar discutiendo. 

 Mi padre tenía una dulce sonrisa en su rostro. Sonreí de la misma manera al verlo. 

 — ¿Ya desayunaron, mis niños? 

 Ambos negamos. Nos pidió que desayunáramos juntos. Accedí inmediatamente; lo último que quiero es que mi padre se sienta triste de alguna manera. Su hijo dudó un poco, pero también accedió. 

 — ¿Cómo te sientes hoy, padre?

Llevé un trozo de pan con mermelada a mi boca después de preguntarle eso a mi papá. 

 —He de decir que me siento mucho mejor que ayer. Podría decirse que hasta me siento joven otra vez. 

 Papá se notaba mucho más animado que el día de ayer, cosa que me dejó pensando un poco. Espero que Adler tenga resultados de la investigación pronto. Los tres estuvimos conversando animadamente por un largo rato. He de admitir que cuando está lejos de su madre, Nicholas no es tan odioso. Después de un par de horas, nos despedimos para seguir con nuestras respectivas labores. Afuera de la habitación me esperaban mis damas de compañía, que a simple vista se veían algo inquietas.

El Secuestro de La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora