𝟏𝟑

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La salud del emperador empeoraba con cada día que pasaba. Varios médicos locales ya habían ido a verlo, pero ninguno había logrado que el emperador se recuperara, ni siquiera un poco.
Nicholas, ya había mandado traer distinguidos médicos de otros lugares, con la esperanza de que alguno pudiera hacer algo.

Sabía que su deterioro en la salud era por Elizabeth, pero no había nada que pudiese hacer al respecto, más que decirle a su padre que seguía esforzándose por encontrarla.

Nicholas caminaba por los pasillos del palacio, hacia su habitación. Intentaba pensar en que hacer, hasta que escuchó el golpeteo de tacones contra el suelo.

—Madre, no tienes que seguirme.

—Quiero asegurarme de que todo esté bien, amor.

—Ya soy lo suficientemente mayor para cuidarme solo. Si no pudiera hacerlo, ni siquiera podría cuidar del imperio.

Zara había notado que el comportamiento de su hijo hacia ella se había vuelto algo arisco. Le dolía que ya no era el chico dulce y amable que era hace apenas unas semanas.

—Mi amor, solo quería preguntarte si todo va bien con tus estudios.

En ese momento, Nicholas entró en su habitación y cerró la puerta en la cara de su madre, sin siquiera responder.

Se desajustó la corbata y abrió su camisa; sentía que no respiraba.

El príncipe se dejó caer en su cama, se sentía derrotado. Ver a su padre en esas condiciones lo hacía sentir terriblemente mal.

Le gustaría volver a sus tiempos de niño, cuando con hacer un berrinche su madre le daba lo que quería. Tenía tantas ganas de hacer un berrinche para que su madre lo dejara en paz, que por una vez lo dejara hacer lo que quisiera.

Estaba harto de tener que obedecer a su madre, al principio, le gustaba, le gustaba la aprobación de su madre y hacerla sentir feliz, pero luego se dio cuenta de que la felicidad de ella no lo hacía feliz a él.

Sentía un nudo en la garganta y sus ojos llenarse de lágrimas, hasta que el sonido de la puerta lo interrumpió. Secó sus ojos y carraspeó un poco antes de dejar pasar a la persona detrás.

Al abrir la puerta, se encontró con un muy lloroso Charles, sus ojos estaban rojos e hinchados, y limpiaba su nariz constantemente.

—Papá quiere verte, dice que es urgente.

Nicholas salió de la habitación, acomodando su ropa en el camino y dando pasos tan largos como podía, con Charlie siguiéndolo.

En la habitación había bastante gente, en su mayoría los secretarios del emperador y la gente que lo ayudaba.

Les pidió a todos que salieran para hablar a solas con su padre, él pareció notar lo preocupado que se veía, así que tomo su mano.

—Exagerados, no estoy muriendo.

Nicholas quería sonreír, pero no podía.

Se arrodilló al lado de la cama para quedar a la altura de su padre, aun sin soltar su mano.

—Hijo mío… el doctor dijo que no me quedaba mucho tiempo, al parecer mi enfermedad ha empeorado.

—Encontraremos una cura papá, algún médico debe poder hacer algo.

—Me gustaría que fueras tú el que lo hiciera…  Nick, me gustaría despedirme de tu hermana.

—No descansaré hasta encontrarla.

El Secuestro de La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora