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Abrí la puerta de la habitación que, sorprendentemente estaba sin seguro, y ahí estaba el del otro lado del pasillo recargado en la pared.
Tenía los brazos cruzados y los ojos cerrados con la cabeza hacia arriba, lo que hacía que su mandíbula se marcara aún más.

-¿Te hice esperar mucho?

-Para nada, acabo de llegar.

Me ofreció su brazo y lo tomé.

-¿Las heridas cicatrizan bien? Tal vez pueda retirar los puntos hoy mismo.

-Sí, todo está yendo bien.

Al final del pasillo había escaleras. Muchas escaleras. Por un segundo me arrepentí, pero el plan debía mantenerse en pie.

Sin darme cuenta apreté su brazo para no caer. Iba bajando lento, pero seguro, mientras que él me ayudaba con paciencia. Unos minutos más tarde estuvimos abajo finalmente.

Miré a mi alrededor; no había nadie. Pero podía sentir bastantes miradas sobre mí. Salimos, y afuera hacía un frío que calaba en los huesos. Nathaniel me ofreció volver, pero me rehusé, con la excusa de que caminar me haría bien para mí piel lastimada.

Estábamos en la entrada principal. Desde ahí, la gran cantidad de árboles nevados estorbaba la vista. Caminamos por los amplios jardines en silencio, que agradecía, para enfocar toda mi atención al entorno.

En la superficie había una fina capa de nieve, y seguía cayendo.

-¿Está segura de que no tiene frío? Estoy seguro de que pronto empezara a nevar más.

-¿No te gusta la nieve?

-En realidad no.

Mientras caminábamos, iba juntando la nieve que estaba sobre los balaustres. Dejé que avanzara, y cuando estuvo lo suficientemente lejos, lance una bola de nieve que se estampó en su cuello. Inmediatamente dejó de caminar y se quedó inmóvil.

Negó con la cabeza al mismo tiempo que lo escuche suspirar. Se agachó lo suficiente para recoger nieve del suelo, después formo una pequeña bola con ella.

-¿Sabía usted que me puedo enfermar?

No se había volteado completamente para hablar, pero pude ver su sonrisa. Lanzo la bola de nieve que por muy poco y no logro esquivar.

Estuvimos un largo rato peleando con bolas de nieve. Recorrimos una gran parte de aquel bosque intentando huir del otro, hasta que llegamos a la barda que rodeaba, donde me arrinconó y finalmente atino a darme con una bola de nieve.

Intenté hacer que pareciera un juego inocente, y espero haberlo logrado sin levantar ninguna sospecha, ya que los guardias que estaban en las paredes no despegaban por nada del mundo su mirada de nosotros. Pero ahora sé que el muro mide alrededor de tres metros, la entrada principal está custodiada por dos guardias y que hay tres guardias más por pared, o al menos esos había en las dos que vi, entonces es de suponerse que en las otras dos es igual. Todos estaban armados, y no solo con armas de fuego, y las paredes eran increíblemente lisas, imposibles de escalar.

Nathaniel se acercó a mí. Su cara estaba completamente roja y de lo cansado que estaba soltaba leves jadeos. Su cabello negro y desarreglado por tanto movimiento cubría sus ojos. Se recargó en la pared y lentamente se dejó caer hasta terminar sentado en el suelo, luego me senté a su lado también.

-Al parecer sus heridas ya no duelen.

-El frío ayuda.

Ninguno de los dos dijo nada después de eso. En ese momento estuve pensando en que Edward y yo solíamos jugar así cuando hacía frío y nevaba, hasta que alguien salía a regañarnos por jugar en la nieve y arriesgarnos a enfermarnos.

Sentí a Nathaniel levantarse, acto seguido me ofreció su mano para ayudarme a levantarme también. Entonces volvimos a la mansión, la cual no había visto por fuera. Era bastante grande, entonces el dueño era un noble, y probablemente uno importante.

Todo el camino fue silencioso. Al entrar, si había gente rondando por la casa, pero todos parecían muy apurados en evitarnos.

-Encenderé la chimenea, puede hacerme compañía, si es que también le gusta el calor.

Dijo con una sonrisa. De igual forma sonreí y asentí.

Acercó para mí un sofá y tomé asiento. Encendió el fuego de la chimenea y se sentó a mi lado a una distancia prudente.

Estuve inmersa en mis propios pensamientos, y cuando volteé a mirarlo, estaba completamente envuelto en una cobija donde solo podía ver su nariz y un poco de su cabello. Me reí esperando que él no escuchara, pero no fue así.

-Le dije que odio el frío.

-¿Alguna razón?

-No creo que exista alguna persona a la que le guste estar temblando, con excepción de usted, que parece que el frío no la afecta.

-¿Eso parece? A todos nos afecta el frío.

-¿De verdad? Pues parece más una princesa de hielo que una persona normal.

Princesa... Por un momento había olvidado mi vida antes de llegar aquí. Pensaba en mi padre, en Ophelia, en Edward, en sí estaban bien.

-Nathaniel ¿puedo pedirte un favor?

-Dígame.

-¿Podrías mandar una carta a alguien por mí?

-¿Puedo saber para quién es la carta?

-Para mi padre, hace tiempo que no hablo con él.

Me recargué por completo en el sofá, mirando hacia el techo. Solté un suspiro de agotamiento y Nathaniel volteo a verme.

-¿Se lleva bien con él?

-Por supuesto, es la persona que más amo y en la que más confío.

El silencio volvió a hacerse presente. En realidad ni siquiera había pensado en escribir una carta, solo se me ocurrió y lo dije, con nada de esperanzas de que aceptara, claramente.

Estuvimos en ese silencio durante un largo rato. Probablemente ya era tarde y no faltaban mucho tiempo para que oscureciera.

Escuche a Nathaniel suspirar, luego se desenvolvió de la cobija y se levantó.

-Está bien. Vaya a escribirla en lo que yo preparo la comida, la enviaré esta noche.

No esperaba que accediera. Pero tan rápido como pude me levante y con su ayuda volví a la habitación.

Salió rápidamente y volvió con hojas, tintas, plumas, y todo lo necesario para escribir.

-¿Hay algo que quiera comer?

-Si pudieses cocinar pollo estaría excelente.

-Pollo será entonces.

Dicho esto, se fue.

Me apresure a escribir, pues estaba segura de que se llevaría la carta en cuanto trajera la comida.

"Padre, escribo esta carta para decirte que estoy bien. Por supuesto que me gustaría volver a abrazarte y haberte dicho eso en persona, pero no lo veo posible en estos momentos. Lo último que quiero es que te preocupes por mí, de verdad estoy bien. Pero conociéndote como lo hago, sé que esto no va a ser suficiente para tranquilizarte.

Espero poder volver pronto.

También me gustaría saber si Edward y Ophelia volvieron a salvo.

Te amo, pa.

Atte. Tu hija favorita.''

El Secuestro de La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora