Y entonces fue cuando la chica de al lado, una pija madrileña de esas de bolso de marca llamada Olivia, se empeñó en ser mi amiga e invitarme.¡Señor, qué humillación! ¿Tanto se me notaba la pobreza? Era simpática pero hablaba por los codos y acabé mareada. La buena de Caye me envió un taxista con cincuenta euros y pude zafarme del bochorno de aceptar la caridad de mi nueva amiga. Porque… ¿no lo he dicho? Al final Olivia me gustó un montón y hasta le di mi teléfono.
Fin del capítulo 1