XVI Mi chica rica y consentida

634 60 7
                                    

Narra Hisoka

Esto debe ser lo más parecido a estar hipnotizado.

Después de darle el masaje, nos volvimos a dormir unas horas y luego nos dimos un baño. Ella entró primero y no pude evitar seguirla, sorprendiéndola.

Su seductor cuerpo bajo el agua tibia afectó todos mis sentidos. Rodeo su cintura y la beso con posesión, fundiéndonos en uno. Desliza sus manos por mi pecho y mi vientre. Se detiene acariciando mis abdominales y cierro los ojos mientras baja más y más. El agua golpea mi rostro y creo que podría derretirme en sus manos, disolverme en esto que siento, que ella me hace sentir y que me cuesta controlar. Voltea y se deja caer sobre mí, dejando su cuerpo a mi merced y mis manos no tardan en recorrer con firmeza cada deliciosa parte.

Deseo meterme tan profundamente en ella hasta llegar a ocupar su espacio, hasta olvidar dónde termina ella y comienzo yo... hasta dudar si quiero dejarla ir, porque dejarla sería como...

—Terminé —dice separándose para salir de la ducha.

—Espera ¿Te vas ahora? —estoy más duro que nunca.

—Sí, recuerda que no puedes tocarme, hicimos un trato —guiña un ojo y sale, dejándome frustrado.

Maldita chiquilla caprichosa. Me obligas a jugar rudo. Ya veremos quién ríe al final.

Una vez listo y desahogado salgo. Me visto rápido y la veo prepararse para salir. Aceptó comer fuera pese a que quería pedir algo y partir al aeropuerto. 

Necesito retrasar nuestro retorno lo más posible.

Se quita la toalla y camina desnuda frente a mí, cadenciosa. Saca lencería de un cajón. Lentamente levanta su pie y lo desliza dentro de la pequeña prenda. Es rosa y combina perfectamente con las marcas de pasión que siguen repartidas por su cuerpo.

—Hisoka ¿Te gusta el color rosa?

—Me encanta —digo sin dejar de mirar sus nalgas, asomándose bajo la prenda, pidiéndome que las castigue.

—¿Puedes ayudarme? —se acerca para que abroche su brasier. En cuanto toco la prenda y rozo su espalda, mi pantalón empieza a sentirse demasiado pequeño. Se acerca aún más rozándome con sus nalgas y la oigo reír.

Disfruta mientras puedas, pequeña y traviesa Lucy.

Vuelve al closet y saca dos vestidos. Uno es de un tono esmeralda, muy similar al color de sus ojos, el otro es naranjo pálido. Ambos son de corte elegante y absolutamente innecesarios, pienso sentándome en la cama.

—¿Cuál te gusta más? ¿El Gucci o el Versace? —pregunta presumiendo sus exclusivas prendas.

—El esmeralda —digo con indiferencia.

—El Versace entonces —me corrije. 

Como pensaba, me pide ayuda para que suba el cierre del estúpido vestido.

—¡Con cuidado! —se queja cuando, al subirlo demasiado rápido, se traba con la tela—. ¿Tienes idea de cuánto me costó este vestido?

No podría importarme menos. Se sigue quejando con una voz estridente y hueca, para luego contarme detalles de la verdadera proeza que fue adquirir tal prenda en un remate, realizado por la famosa casa de modas, donde sólo podían ingresar personas influyentes o relacionadas con el medio. Al menos esta charla superficial ha ayudado a disminuir mi "dureza".

—Espero que seas más cuidadoso con mis zapatos —me los lanza, como se le ha vuelto costumbre y me preparo para su siguiente movimiento poniendo un cojín en mi entrepierna—. Eres listo después de todo.

Derritiendo bombones [Hisoka Morow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora