17 -Palabras adecuadas o incorrectas

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Dejó de masajear ya que se dio cuenta que no decía nada, realmente no tenía ni idea de tratar esta situación. Me levanté, di media vuelta para verle el rostro y me senté en su dirección.

-Tu vida no es tan mala-. Es lo único que supe decir. Arrugó su frente molesto y a la vez aliviado.

-¿No tienes nada más que decir? Me dolía el pecho de tener que ocultar esta gran verdad a todo el mundo excepto a la psicóloga que decidí visitar una vez por semana por mí mismo y... Nada. Te quedas así-. Resopló y se tumbó mirando el techo.

-No es tan fácil decir algo después de la bomba que me has soltado. Eres un egoísta al decirme eso. ¿No has pensado en cómo estaría yo después de tu declaración? Obvio que no-. Me empezó a doler el pecho y la cabeza y no estaba muy segura de porqué era.

-Lo siento-. Tras esas palabras respiré hondo y me relajé, estaba tensa.

-No, perdóname tú. Tenías eso guardado tanto tiempo y no me di cuenta-. Le cogí de la mano y me miró a los ojos. -Pero has estado con muchas chicas... No lo entiendo.

-Pero ninguna como tú. Todas son unas pijas que buscan dinero, fama y pasarlo bien un rato. Pero tú eres distinta, luchas por lo que quieres tú y por los demás, el dinero te da igual pero lo ves necesario para poder vivir. Te hacen daño y sigues en pie. Eres... Magnífica y sé que llegarás a tener el mundo a tus pies o en tus manos, como prefieras-. Me hizo un hueco a su lado y me tumbé con él. -Te quiero pequeña-. Y yo... Y yo. Cerré los ojos respirando hondo.

¿Qué iba a pasar a partir de ahora?
No dejaban de venirme preguntas a la mente, tenía un lío en la cabeza y no sabía cómo arreglarlo.

¿Cómo le trataría?

¿Qué puedo hacer para normalizar todo esto?
Pregunta tras pregunta tenían la misma respuesta: no lo sé.
Supongo que tendría que seguir igual, como si nada. Como si no me hubiera desvelado nunca sus sentimientos.

Unos días después ya estaba de camino a casa conmigo. Tenía que estar en reposo absoluto así que conduje mi coche, ya que el suyo estaba destrozado. Al llegar a la puerta saqué la silla de ruedas del maletero y le ayudé a sentarse. Saqué las llaves del bolso y se me cayeron al suelo, me agaché para recogerlas y al querer levantarme me di cuenta que unos ojos bien conocidos observaban mi trasero.

-¿Buenas vistas?- Reí al hacer esa pregunta. Di media vuelta y le atravesé con la mirada.

-Lo siento, es que como ya lo sabes pensé que no tendría que esconderme. Lo siento-. Se rascó la nuca impaciente por alejarse de mí en esos instantes por el incómodo momento que estaba pasando.

-Tranquilo, no serás el primero que he pillado-. Abrí la puerta y le llevé hasta el sofá ya que su habitación estaba en el piso de arriba. Le dejé viendo la televisión mientras que yo compraba comida, al regresar guardé el coche en el garaje. No era muy grande pero cabían dos autos.
Antes de dormir le acompañé a la ducha, tenía que ayudarle a quitar la ropa porque si hacía esfuerzo se le saldrían los puntos. La movilidad de sus brazos era mínima hasta que se curara del todo.
Al quitarle la camiseta me di cuenta, bueno, me acordé de los músculos que tenía, del buen cuerpo que escondía y que yo tenía el privilegio que admirar.

-¿Vas a ayudarme o seguirás con tu miradita?- Se rió de mí.

-No eres el único que tiene ojos-. Le saqué la lengua de una forma mona a la vez que arrugaba el entrecejo. Se levantó y le bajé los pantalones y para no verle sus partes íntimas, aunque fuera sin querer, me coloqué detrás de él y le quité la ropa que le quedaba.

-No entiendo porque quieres hacer esto y noble has dejado a mamá o papá-. Se sentía mal por mí pero realmente me daba igual.

-No me apetecía verla en la misma casa que yo, además, no lo estoy haciendo tan mal-. Le acompañé dentro de la ducha y antes de entrar me quité los zapatos. Iba en pantalones cortos y camiseta corta, así que no me preocupaba mojarme un poco los brazos, es poca seguiría intacta.

No dejes de soñarWhere stories live. Discover now