9 - Espabila, que sonreír es gratis

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Ya no queda nada por lo que luchar, pero aquí está mi chico favorito Colton Oswan.
Que bonito sería volver a verte querido primo de New Haven. ¿Nos vemos allí, no?

Ahora os explico. Colton Oswan es mi primo que vive, como ya he dicho en New Haven. Hace tiempo que no nos veíamos ya que solo quedábamos una vez al año. Que triste ¿Verdad? Siempre íbamos a la casa de Los Hamptons, pero un día se acabó.
Tenemos tanta confianza mutuamente que hablamos de cualquier tema, el que sea y esta vez lo necesitaba.

Me encontraba encerrada en el baño del instituto, llorando. Llegué tarde a primera hora porque Adak no me avisó de que no vendría a recogerme, aunque era obvio después de todo. Esto era más grave de lo normal, me pasé toda la tarde insistiendo en escribir un par de estrofas para mis canciones pero no me sale ni una línea, y eso es malo.
Cualquier persona que se enterara que no podía escribir, se habría preocupado lo suficiente como para llevarme a un psicólogo, aunque pensándolo bien, después de mis actos no parecía tan mala idea.
Después de todo, estoy tan hecha polvo por ver cómo se besaban, que cada vez que me viene una imagen a la cabeza, siento que me aplastan el pecho con algo bien pesado y me cuesta respirar, a parte que se me cierra la garganta y me entran ganas de llorar.
Es un sentimiento nuevo en mí, nunca antes me he besado con nadie y tampoco Adak. Se supone que esperábamos a la persona correcta y estoy segura que ella no era esa persona. La chica del beso tendría que haber sido yo, pero no. Aquí estoy.
Mientras me sonaba con un pañuelo que saqué de mi bolso, alguien llamó a la puerta dando golpes bastante fuertes.

-Ocupado-. Respondí con un hilo de voz casi inexistente. Si me costaba respirar, más aún hablar.

-Soy yo, abre la puerta y hablemos de que es lo que te ocurre-. Me pidió mi mejor amiga Kara, apoyándose en la puerta esperando mi respuesta.

Le conté toda la historia, completa, quitando datos importantes que pudieran descubrir el chico por el cual estoy enamorada. Apoyó su espalda en la puerta desde fuera y se sentó en el suelo para escucharme. Cuando terminé se quedó muda, no sabía que decir.

-Que putada-. Suele ser simpática, pero cuando no se le ocurre nada que contar, una de sus frases típicas, era esa. Reí ante esas palabras y le pedí permiso para que se apartara ya que pensaba salir. Tiré el pañuelo al váter y estiré de la cadena. Al salir, me lavé las manos y luego la cara, se notaba demasiado que había llorado y necesitaba pasar desapercibida. Al secarme, me acerqué a Kara a gran velocidad y le abracé. Necesitaba el calor de su piel junto a la mía. Necesitaba a mi amiga y no sabes cuánto. -Necesito tu ayuda-. Me pidió que le ayudara a escribir la tarjeta la cual tendría que leer al final de curso, el último para despedir las clases y dar comienzo al verano. Claramente acepté, pero aún quedaba más de un mes para ese día y ya estaba nerviosa.

Nada más terminar las clases, corrí hacia la parada del bus. Al llegar, un chico muy mono y con moto, se acercó hasta dónde me encontraba.

-Soy el primo de Kara, me ha dicho que necesitabas mi ayuda y aquí está tu príncipe azul para rescatarte-. Terminó hablando sobre él mismo en tercera persona mientras me invitaba a subir a su moto.

-Lo siento, pero en este siglo son las princesas las que os salvan a vosotros porque cada vez nacéis con menos neuronas-. Yo misma me asombré ante esas palabras que no sabía que podían salir de mi boca, estaba demasiado enfadada con Adak y como era un chico iba contra todos. Cómo dije, Marina está cambiando mi casi perfecta vida a parte de que me cambia a mí en el proceso y eso me asusta. Porque... ¿En quién voy a terminar siendo al terminar el instituto? Vale, aún me quedaba un curso entero pero... ¿Sería una de las chihuahuas de Marina? Ni pensarlo. Nunca se me ocurriría ser como ella.

Ya era sábado por la mañana, era casi medio día y estaba preparada para hacer la llamada.

-¿Que te cuentas hermosa?- Decidió preguntar, no estaba segura de que decir. Nerviosa, me levanté de la cama ya que me encontraba sentada, arreglada y lista para marcharme. Empecé a caminar de un lado a otro de la habitación sin parar y cada vez más rápido.

-Quiero avisar que pronto estaré allí, dispuesta a verte y pedirte consejos, como siempre. Si los necesito-. Estaba emocionada al pensar que en pocas horas vería a Colton.

-Tú eres demasiado lista para que sea yo quien tenga que ayudarte, tendría que ser al revés primita. Pero si quieres hablar de algo yo te escucharé encantado. Por algo te quiero-. Veía su sonrisa incluso sin verle a él.

-También te quiero, hablamos más tarde que tengo noticias que contarte-. Me paré en seco y me miré en el espejo de cuerpo entero que tengo en mi cuarto. Me revisé al completo para que no se diera cuenta que estaba echa polvo.

-Ya nos veremos-. Se despidió y colgué. Fui corriendo hacia la cama y salté de espaldas relajándome. Minutos después me levanté lista para terminar mi maleta, ya que pensaba pasar lo que quedaba de día y poco más del domingo con mi primo. Llamé por teléfono al chófer de mis padres para que viniera lo más pronto posible. Mientras tanto, bajé las maletas y esperé a que llegara. Mi sorpresa fue encontrarme con un chico demasiado arrepentido en mi puerta. Ya saben de quién se trata ¿No?
Adak se rascó la nuca y soltó un «Lo siento» en un tono de voz demasiado bajito, no me creía que lo sintiera de verdad.

-¿Qué haces aquí?- Como la nueva borde en la que me convertí, Adak me miró a los ojos extrañado, intentando descifrar el motivo por el que me comportaba así y claramente está demasiado ciego como para ver qué le quiero.

-Te hecho de menos-. Miró tras de mí notando la presencia de unas maletas listas para hacer un viaje. -¿Te vas?- Asentí con la cabeza. -¿Porque no me has dicho nada?- Parecía dolido. Miré a otro lado y no le respondí. Tragué saliva, viendo cómo el chófer salía del coche y pitaba un par de veces para llamar mi atención.

-Me tengo que ir, ya nos veremos a la vuelta-. Besé la mejilla de Adak y cogí las maletas, aunque en realidad era una, la otra era un bolso un poco demasiado grande.
El chófer me cogió las maletas de las manos y las guardó en el maletero. Me coloqué en la parte trasera del coche y descolgué mi mochila del hombro dejándola descansar a un lado.

-¿Donde señorita Stock?- El chófer se sentó y puso el coche en marcha.

-New Haven por favor-. Empezó a conducir. Miré mi mano diestra y observé el anillo que compartía junto a Colton. Respiré hondo y me relajé en mi asiento.

No dejes de soñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora