004

887 91 1
                                    

Cuando despertó, SeungHyun ya se había ido, la esperanza de que todo hubiera sido un sueño desapareció en el instante en que Ji Yong se sentó en la cama.

Los botones de su camisa de dormir habían sido abrochados, pero las cosas que hicieron la noche pasada reposaban desagradablemente en su mente y en su piel. No importa que tan cuidadosamente fuera limpiada la evidencia después, no había forma de eliminar los recuerdos o las sensaciones que permanecían con él.

Ji Ying había dormido toda la mañana, como si se negara a reclamar su conciencia.

¿Por qué había hecho esto SeungHyun? ¿Por qué estaba tan obsesionado con él? Ji Yong había pasado toda la noche pensando y ahora entendía aún menos.

De lo único que estaba seguro era de la repugnancia que sentía de rendirse tan fácilmente a SeungHyun. Se dijo que había sido atrapado por el placer. De esta forma su placer físico sería sometido por cualquier emoción peligrosa. Eso hubiera sido mejor que lo que en verdad ocurrió.

Tal vez SeungHyun de verdad pretendía encerrarlo con las mujeres del palacio. Tarde o temprano, el hombre se casaría. Y después de eso podría incluir varias esposas más en los cuarteles de las mujeres. En la religión de SeungHyun, hasta cuatro mujeres podrían ser reconocidas. ¿Acaso este hombre intentaba tratarlo como una pertenencia, como una esposa? ¿Mantenerlo a su lado para cuando quisiera algo diferente?

Ji Yong tembló. Estaba aterrado ante la idea de pasar su vida esperando por la siguiente visita de SeungHyun. Eso estaba bien para sus esposas, puesto que ellas tendrían la importante labor de criar sucesores, pero Ji Yong sólo existiría como un objeto para acostarse con él.

—No puedo creer que esto esté pasando—, susurró.

Estaba envolviendo sus brazos sobre sus hombros, comenzando a temblar con disgusto, cuando escuchó que tocaban la puerta.

Hizo una mueca al sentarse. Sus articulaciones le dolían y un dolor agudo le recorría las piernas. Culpó a la degeneración de la noche anterior, y una pena más profunda que la humillación que había sentido se apoderó de él.

La puerta se abrió y apareció SeungHyun.

—No tienes que levantarte—, dijo mientras entraba al cuarto y caminaba directo hacia la cama.

Ji Yong apretó sus dientes a pesar del dolor en sus miembros y, sin mostrarlo en su cara, se levantó de la cama silenciosamente.

Lo que pasó anoche no fue nada, se dijo a sí mismo para pretender que era verdad.

—¿Cómo estás, algún dolor?— inquirió SeungHyun.

Ji Yong lo ignoró y se dirigió hacia la ventana. No miraría al hombre a los ojos ni hablaría con él. Quería demostrarle a SeungHyun que no estaba dispuesto a aceptar sus abusos.

—Así que después de las maldiciones viene el silencio—. Suspiró dramáticamente SeungHyun. —Está bien. Tengo algo de trabajo que hacer en Madina hoy. Si necesitas algo, dile a Sana. Volveré en la noche.

SeungHyun se volteó y dejó la habitación totalmente indiferente. Ji Yong se enfadó mucho de escuchar al hombre decir casualmente que volvería esa noche. Enterró las uñas en la palma de sus manos.

Lo de anoche de nuevo, pensó. Lo hizo deseoso de escapar de ese lugar lo más pronto posible. Entre más tiempo pasaba con SeungHyun, menos podía resistirse a sus encantos. Ji Yong se conocía bien para darse cuenta.

Sana fue la siguiente en entrar.

—Buenos días—, saludó.

Ji Yong se dijo que Sana no sabía nada de lo que había pasado la noche anterior. Esto le permitió pretender que en verdad nada había pasado.

『 AMOR ETERNO 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora