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— ¿Qué es lo que querrá de mi ahora? — Ji Yong gruñó.

No podía evitar el sentirse hostil. Después de seis largos años, había comenzado a pensar que SeungHyun finalmente lo había olvidado, así que ¿qué significaba esto ahora?

Recordó como lucia SeungHyun ahora. Ji Yong estaba acostumbrado a los encantos del otro hombre, su comportamiento sofisticado, su mirada voraz.

Los besos de SeungHyun no habían cambiado, tan apasionados que provocaban que el interior de su cuerpo hirviera de pasión. Sus dedos rozaron sus labios. Aun se encontraban delicados, aun adoloridos. Sintió que estaba mal, pero en lo único que podía pensar era acerca de SeungHyun.

No se debía encontrar en todas sus capacidades ya que pasó un poco de tiempo antes de que se percatara de que alguien estaba tocando a su puerta. Ji Yong se despabiló y se puso de pie.

Se acercó a la puerta, desconfiado del apenado toque. — ¿Quién es?— preguntó. 

La voz de una mujer respondió en árabe muy formal. Al abrir la puerta, una mujer cubierta con un abaya negro le sonrió. 

—Me llamo Sana, — dijo, —y le estaré sirviendo durante su estadía en este lugar. Por favor déjeme saber si hay algo que necesita.  

Las mujeres de arabia solían cubrirse todo a excepción de sus rostros. Es por esta razón que podía calcular que Sana tenía aproximadamente treinta años. Sus facciones eran típicas de una mujer árabe, pero sus ojos eran de un negro hermoso. 

Hubiera sido más sencillo el decirle que no necesitaba ayuda y sencillamente cerrar la puerta, pero Ji Yong sabía que eso era inaceptable. Este lugar era Madina después de todo. Si Ji Yong rechazaba su ayuda, Sana no estaría cumpliendo con los deberes que su maestro le había encomendado. 

—Hay comida preparada para usted, — dijo con amabilidad. —Le llevaré al comedor. 

Se percató por vez primera que no había comido casi nada en un largo periodo de tiempo. Aun así no se sentía hambriento. No sabía si era debido a los efectos secundarios de las drogas o si el estrés estaba haciéndolo sentir indispuesto. 

—Prefiero no hacerlo. — dijo.

— ¿Debería hacer que traigan la comida hacia acá? — preguntó. 

—No, — dijo, rechazando su segundo intento. —Me temo que no me siento bien para hacerlo. Me recostaré, por favor no se moleste conmigo.  

—Pero...su majestad me pidió que le prepara una gran cantidad de comida, — Sana protestó. 

Le molestaba el no ser capaz de cumplir con sus obligaciones. Ji Yong no estaba seguro de que podía hacer para ayudar, pero una idea le vino a la mente. No tenía hambre, pero quería lavarse. — ¿Podría prepárame un baño?

El rostro de Sana se iluminó ante el requerimiento. —Por supuesto. 

Acababa de contestar cuando salió inmediatamente de la habitación. Una empleada de servicio distinta llegó a la habitación para escoltar a Ji Yong. 

—Por favor, sígame. — dijo la nueva muchacha. 

Dejó la habitación y siguió a la joven a través del palacio de Saria. El palacio podía haber sido una residencia secundaria en medio de un oasis, pero aun así era increíblemente impresionante. Los arquitectos habían agotado los límites de lujos, desde el mármol que se encontraba debajo de sus pies hasta los pilares decorados con finas losas. Las grandes incrustaciones de piedra lucían como esmeraldas. Un mural pintado de la vida de la flora se encontraba en el techo. 

『 AMOR ETERNO 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora